La perfección

La necesidad de acercarse y tocar su tersa piel era muy grande, nunca se acercaba más de lo necesario, apreciaba su belleza desde lejos. Ella abría los ojos con exageración cada vez que le gustaba algo, eran brillantes y hermosos, tan azules y perfectos. Soltó un leve suspiro y dejó caer su cabeza sobre su mano, se limitaba a observarla, la conocía perfectamente.

Valeria levantó su mano y lo saludó con una gran sonrisa, una sonrisa con blancos dientes, perfectos y alineados. Él le devolvió el saludo con un pequeño y leve movimiento de cabeza. Sentía envidia de tanta perfección. Se levantó y se marchó de ese lugar.

Al otro día, muy temprano en la mañana, volvió a su habitual rutina. Lo atormentaba los ojos de las demás personas, siempre sentía que todo el mundo lo estaba mirando. Como era de costumbre caminaba mirando el suelo, sin mirar a su alrededor, a veces se detenía cuando miraba las piernas desnudas de una mujer y levantaba su mirada para poder mirar el rostro de la fémina.

En muchas ocasiones se sentía decepcionado al no ver la perfección que marcaba su cabeza, entonces de inmediato las rechazaba de su lista personal y seguía su camino. Pero ese día por primera vez se había fijado en ella. Su corazón latió desbocado y sus manos empezaron a sudar, sus mejillas tomaron un leve color rosado.

—¿Qué haces ahí como un idiota? —Había dicho Valeria acercándose a él.

La forma en la que le había hablado, no le molestaba, eran lo suficientes cercanos para que aquellas palabras no le afectaran. Pero era la primera vez que la veía en vestido de baño, podía ver el color pálido de su piel, las pequeñas gotas de agua hacia que brillara y que su piel se viera hermosa bajo los rayos del sol.

—Lo siento —se disculpó él con una incómoda sonrisa.

—No seas tímido —le dijo ella con una sonrisa amable.

Él asintió con su cabeza y luego sintió como alguien lo agarraba desde las piernas y otra persona de sus brazos. Él sacudió su cuerpo con fuerza y luego miró a Valeria con ojos suplicantes, ella se acercó a él, pero fue demasiado tarde y sus amigos lo tiraron a la piscina.

—¡¿Qué hacen?! —Les gritó ella enojada.

Pero sus amigos se limitaron a reírse y se encogieron de hombros, ella observó como él salía de la piscina con una mirada triste en el rostro, se cubrió su pecho con sus brazos y salió corriendo hacia la casa.

—Fue una broma, no te enojes —le había dicho su novio, mientras la sujetaba por las caderas.

Desde la ventana él los veía con los dientes apretados, lo que más le molestaba era ver aquel hombre tocándola a ella, a su hermosa flor. Apretó ambas manos en un puño y se apartó de ahí cuando vio que se estaban besando. Subió las escaleras y se cambió de ropa. Aquel lugar, donde él vivía, no había espejos, los espejos estaban prohibidos y su reflejo en el agua le hizo recordar el porqué.

Desde ese día su relación con ella empeoró, cada vez que intentaba estar cerca de ella, Valeria siempre estaba con su novio, así que sus oportunidades cada vez eran más nulas. Las conversaciones se tornaban incómodas y sin ningún sentido, pero aun así, ella seguía siendo amable, además de ser hermosa, tenía un enorme y cálido corazón.

Podía ser que se estaba enamorando, cada vez que la veía su corazón latía, sus mejillas se ponían rosadas y no podía tener mucho tiempo el contacto visual con ella, su belleza lo abrumaba. Sus manos siempre terminaban tocándose en las noches mientras pensaba en ella, se sentía frustrado y no podía hacer nada para llamar la atención que quería en él.

Pero él solo estaba confundiendo su obsesión con algo que consideraba bueno e indefenso, ese día se había acercado a ella y le había puesto una pequeña flor en su cabello. Como de costumbre, ella se había dejado y le había dedicado su gran sonrisa amable, una sonrisa que le empezaba a cansar, una sonrisa que ya no quería recibir.

Por primera vez había tomado una foto de ella, la cual había quedado hermosa, Valeria hizo que se sentara a su lado y vio la foto. Le había gustado tanto que le pidió que se la mandara, así fue cómo él empezó a tomarle varias fotos a Valeria alimentado su obsesión.

Pero un día, cuando estaban los dos solos acostados bajo un árbol cubriéndose de los rayos del sol, él hizo un movimiento que no debió hacer, le había tocado el rostro mostrándole sus intenciones, intenciones que Valeria no quiso creer. Sin embargo, eso le molestó y golpeó su mano apartándose de él.

Él abrió los ojos y sus manos empezaron a temblar, no entendía que estaba pasando y porque ella lo rechazaba de una forma tan cruel, ella se colocó de pie de inmediato y sacudió su ropa. Ese día fue la primera vez que ella le dedicó una mirada de desprecio.

—No lo vuelvas a hacer —le advirtió ella con severidad.

Luego de aquellas palabras se fue, dejándolo a él solo, una muy mala decisión de Valeria. Él seguía sentado en el suelo y se dejó caer de espalda. Le dolía el corazón, que su amada no respondiera a sus sentimientos, los cuales eran buenos y reales. Se empezó a preguntar si su novio era mejor que él, pero cómo podría compararse con el novio de Valeria.

Él la conocía a la perfección, sabía que le gustaba y lo que no, sabía sus más profundos secretos, sabía que ella lo amaba. Un amor que él aún no entendía y que tal vez había confundido. Luego de un tiempo, cuando la noche cayó y el frío se hizo presente, se dio cuento de lo que había pasado. Se enojó como nunca antes había estado y se levantó de aquel lugar.

Definitivamente, ella iba a ser suya, no le importaba si ella se negaba, no le importaba cuantas veces lo rechazara, no le importaba si ella lo llegara a odiar y sentir repudio, lo único que le importaba era que algún día iba a estar con él hasta el final.

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