Capítulo 5: La autopsia

El ruido de las llantas al arrancar interrumpe el cantar de los pájaros, en la madrugada, los sábados y domingos, siempre cuando papá se va, yo me quedo un rato afuera observando como desaparece el auto en la última esquina directo al trabajo. Debería haber entrado hace rato, pero la verdad tengo un sueño muy ligero y siento que ya he descansado lo suficiente.

No suelo dormir mucho, a veces por las noches me levanto y camino por la casa, otras veces me quedo sentada frente al espejo de la sala de estar y me miro detenidamente. La primera vez que empecé a hacer ese tipo de cosas, mi padre se asustó. No es normal encontrar a alguien sentado en el piso frente a un espejo, él creyó que estaba haciendo cosas “raras”, de todas formas, yo le dije que no podía dormir y él se sentó a mi lado y terminamos los dos mirándonos al espejo.

Luego de un largo rato en silencio empezamos a compararnos, —¿qué tenía yo que él no tenía?—, obviamente, casi todo, él es todo lo contrario a mí. Yo siempre me he parecido más a Eloise que a él, entonces terminamos hablando de ella y recordando viejos tiempos cuando estábamos juntos, cuando ella todavía estaba viva.

Al verme al espejo sentía como si la estuviera viendo a ella, el mismo cabello negro, los mismos ojos oscuros, pero luego empecé a verme con mucho más cuidado deteniéndome en los detalles que ella siempre mencionaba.  Puede que tenga el mismo color de ojos y cabello que mi madre, pero mi apariencia física es mucho más similar a Elián. Mi madre siempre decía que tenemos la misma nariz y que los hoyuelos que se me marcan al reír, mi padre también los tiene.

Recordar eso hace que me sienta como hace tiempo, otra vez vacía y con un dolor horrible en el pecho. Intento sonreír viéndome en el espejo, pero cada vez que recuerdo a mi madre, me duele, me duele tanto que siento ganas de llorar.

Respirando con fuerza me dirijo al interior de la casa y cierro la puerta, me recuesto en la pared y miro el techo, puedo admirar que en una esquina de él hay una pequeña araña en una telaraña y que probablemente lleve muchísimo tiempo ahí. Hoy, como otros días, se suponía que iba a salir a dar unas vueltas con Miguel, pero lo que ocurrió con su nariz provoca que nuestros encuentros sean cancelados.

Sin más remedio solamente tengo una opción, limpiar la casa.

Voy a la cocina y lavo la loza sucia, limpio todo, probablemente han pasado dos horas y todavía me falta más lugares por limpiar, me dirijo al despacho de mi papá, allí me acerco y empiezo a limpiar por encima de las cosas sin levantar nada. Cuando voy a limpiar su escritorio, algo me llama la atención. Encima hay un sobre de manila, me acerco a él y miro su interior, adentro hay un CD y fotos. Con curiosidad saco todo, el CD tiene escrito las iniciales V. B. H, luego abajo está escrito autopsia forense.

Las fotos, las extiendo por todo el escritorio y las observo con detalle, son fotos de la autopsia de Valeria. Fotos muy explícitas, sobre todo lo que le hicieron.

Entonces la curiosidad empieza a picar dentro de mí, tanto que termino metiendo las fotos en el sobre y me llevo el CD. Voy a mi habitación, en el segundo piso y busco mi laptop. Me encierro y como sé que mi padre hoy llegará tarde, sé que nadie me va a molestar. Me recuesto contra el cabecero de la cama y cruzo mis pies dejando la laptop encima de ellos, la enciendo y colocó el CD.

Mi cuerpo tiembla por la anticipación, nunca había visto una autopsia, ahora iba a ver una cómo si se tratara de una película. Veo como el círculo se mueve, está leyendo el CD, espero unos segundos y luego aparecen dos personas frente a la cámara. Son dos hombres, uno más joven que el otro, ambos tienen batas médicas verdes y sus respectivos guantes, uno se acerca y acomoda la cámara dejando ver el cuerpo desnudo de Valeria, primero le van a hacer un examen externo, revisando todo y extrayendo fluidos de sus cavidades.

El primer médico, que es el más anciano, mira las laceraciones en sus manos y pies, las examina con cuidado y luego empieza a rotar las articulaciones para ver si existe alguna fractura. El segundo médico le está tocando encima de las costillas, palpa y luego de un rato se mira las manos, las yemas de su dedo índice y pulgar se rozan.

—Su cuerpo está cubierto de una sustancia extraña —dice lo suficiente alto para que su compañero lo oiga.

El médico más joven se mira los guantes y luego se acerca a la pequeña mesa y agarra un sobre de plástico transparente y pasa por encima de la piel el hisopo recogiendo una muestra, lo deja dentro de la bolsa. El médico se acerca al rostro para mirar los ojos y las fosas nasales, luego sus manos se dirigen a la boca que abre con cuidado, desde aquí no se aprecia muy bien lo que está haciendo. Él mete los dedos en la boca y le saca algo. En su mano se ve algo rosa, tiene la apariencia de una flor en forma de campana, él mira a su compañero y le dice:

—No tiene ningún diente.

El médico más viejo se acerca y mira la flor, la observa con detenimiento y luego lo que parece ser unos largos segundos habla.

—Parece ser una flor de tabaco —dice sujetando una bolsa de muestra y echándola en su interior.

Luego empiezan a sacar fotografías de su cuerpo y de lo que van analizando, cuando ya han extraído todos los fluidos lavan su cuerpo para evitar contaminación.

Se cambian los guantes y ahí es donde empieza la parte interesante, con una cuchilla el médico anciano corta encima de su pecho en forma de “v” y luego entre sus senos baja hasta llegar a su ombligo.

Mi celular empieza sonar distrayendo mi atención del video, estiro mi cuerpo lo suficiente para alcanzar mi móvil de la mesa de noche y miro el nombre escrito en él, la llamada se corta, pero no tarda en volver a sonar. Detengo el vídeo y queda en la parte donde van a abrir la piel.

El nombre de Miguel vuelve a iluminar la pantalla, deslizo mi dedo por el icono verde.

—Aló —digo apenas contesto.

—¡Lyn! —Grita emocionado.

—¡Miguel! —digo imitando su tono de voz—. ¿Pasó algo?

—No —hace un extraño sonido con sus labios—, ¿por qué preguntas?

—¿Por qué me llamas?

Vuelvo a ver mi computador y termino cerrando la pantalla, al otro lado de la línea Miguel suelta un pesado suspiro y sé que debe de haber rodado los ojos.

—¿Podrías hacerme un favor? —Pide con voz esperanzadora.

—Ahora mismo me encuentro ocupada —digo mirando el computador de reojo.

—¿Ocupada? —Dice en tono de burla y luego se responde a sí mismo—, Si ocupada es estar acostada en tu cama, yo estoy re-ocupado.

—¿Qué quieres? —Digo ignorando el hecho de que sea tan obvio que esté en mi cama acostada.

—Un pequeño favor —dice casi suplicando.

—Te escucho —le indico y colocó la laptop a un lado.

—Lo que pasa es lo siguiente —se detiene y después agrega medio susurrando—, hice una apuesta con unos amigos y…

—Espera NO —gruño y me levanto de la cama—, dime que no lo has hecho.

—Pero si todavía no te he dicho de qué trata —dice imitando la voz de un niño regañado.

—Bien habla —cuando va a empezar a hablar lo interrumpo—, rápido.

—Se supone que hoy iba a “El Roso” y que ellos me daban 200 mil si tú ibas conmigo…

—Y te haces llamar mi amigo —lo interrumpo.

Después de aquella petición donde claramente me negué, Miguel utilizó sus medios de manipulación, para hacer ir. Primero me recordó el accidente de su nariz y luego agregó que podía compartir el dinero.

...•••...

El clima había resultado desastroso, todo había resultado desastroso, mi padre se sorprendió bastante cuando le dije que vendría al "El Roso". Es raro verde a mí merodear por lugares como este, los odio y por eso que prefiero mantenerme alejada de ellos, me pasé toda la tarde buscando escusas para no venir y una de ellas había sido sobre que iba a llover, pero claramente no pasó y ahora estoy acá parada como una idiota afuera del bar. La música está muy fuerte y el sonido de las personas hablando, gritando y riendo me causa dolor de cabeza. Pero Miguel me convenció y ahora solo tenía que entrar, durar un rato y que los amigos de él me vieran y luego me iba a mi casa, el plan perfecto.

Camino y entro al bar, está lleno de gente, esto parece una lata de sardinas. Paso entre la gente evitando hacer cualquier tipo de contacto con los que están bailando, están llenos de sudor. Cuando llego a la barra le pido al barman una cerveza, solo una. Bebo un poco y me distraigo con mi móvil, cuando levanto la vista hacia la derecha veo los amigos de Miguel mirándome con sorpresa, levanto una ceja en su dirección y con una sonrisa astuta me bebo toda la cerveza, luego me levanto y con el celular en la mano me dirijo hacia la salida.

Le envió un mensaje a Miguel de que ya me voy y cuando guardo mi celular en el bolsillo de mi chaqueta siento que unos brazos me rodean por la cintura y un olor a cigarrillos y alcohol se cuela entre mis cabellos y llega a mi nariz. El primer impulso que siento es dar un codazo hacia atrás, la persona que me tenía sujeta me suelta y cuando giro veo a un chico que nunca he visto, lamentablemente borracho.

—Ven preciosssa —dice arrastrando las palabras torpemente.

Lo ignoro y sigo mi camino hacia la puerta del lugar, pero él persiste y me agarra del brazo y me tira esta vez con fuerza haciendo que me choque con él, su mano libre termina en mi cintura y me atrae más hacia él, el hedor de su boca es tan asqueroso que coloqué mis manos en su pecho y lo empujé.

—Suélteme —articulé empujando con más fuerza.

Él se ríe y pega su rostro al mío, me echo hacia atrás, lo empujo con más fuerza y logro separarlo un poco, después su cuerpo cae al suelo porque alguien más lo empujó. El borracho se va a levantar y cuando veo a la persona que está a mi derecha él lo señala con un dedo.

—Vuelve a intentar algo así —le advierte.

El borracho no procesa del todo lo que él le dice y se levanta con muchísimo esfuerzo y vuelve de nuevo al suelo por un empujón de la otra persona. La gente del alrededor empieza a entrar en euforia por una inminente pelea, el borracho esta vez se levanta más rápido por el griterío y empieza a levantar los brazos como si fuera la gran cosa, él otro lo mira sin interés.

Empujando a la gente logro salir de allí y afuera el clima es más agradable, más frío y tranquilo, tras cerrar la puerta el bullicio se extinguió. Respiro el aire fresco y al dar unos cuantos pasos el sonido de la gente vuelve, pero otra vez se va, alguien acabó de salir. Ignorando el hecho de que probablemente sea la misma persona que me "defendió" sigo mi camino, una mano rodea mi muñeca con sutileza y me detiene, volteo lentamente y lo contemplo unos segundos, deslizo la mirada hasta llegar a su mano.

—Suélteme —mascullo con fastidio.

Él me suelta y me mira con curiosidad, se acerca unos cuantos pasos y deja caer su rostro muy cerca del mío.

—Aelyn —sonríe con altivez.

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