Y ¿Tú Cómo Has Muerto?
Las flores se marchitan después de un tiempo al ser cortadas, así lo es todo, así es la vida. Todo se vuelve oscuro cuando el motivo de vivir es arrancado de las manos, todo se vuelve lóbrego y soporífero.
El interés que antes había por las mismas cosas de los demás se pierde y es ahí cuando todo se vuelve más interesante de ver y vivir, —¿Por qué será?—. Por una simple razón, porque ya se ha perdido una vez y no puede pasar dos veces, la forma de ver las cosas cambia y la vista se vuelve más minuciosa, se ven cosas que personas normales no verían en sus largos días ajetreados.
La soledad hace que todo se vea desde una perspectiva diferente, hay quienes viven con ello y están los que no soportan una vida tan llena de aislamiento de personas ignorantes. Pero qué pasa con aquellos que ven la realidad cómo es y no cómo la muestran, —¿Son capaces de contagiar su forma de pensar o viven separados de la sociedad? ¿Son capaces de compartir sus vivencias? ¿O se convierten en personas rencorosas y llenas de odio?— Todo puede pasar, pueden elegir ser buenas personas o hundirse en su propia miseria.
Aelyn piensa, que su vida terminó el día en que su madre murió, todo lo que su madre había hecho por su familia se había esfumado en cuestión de horas, la pequeña niña que era como un pequeño rayo de luz en la hogareña casa, cada vez empezó a apagar su alegre corazón. Su padre los primeros meses ignoró todo a su alrededor, su compañera, la cual amaba con toda su alma, se había esfumado como las semillas de un diente de león.
Con el tiempo Aelyn creció, su optimismo se apagó y fue reemplazado por un sentimiento constante que se volvió melancólico y a veces incluso la amargura era persistente. La mayor parte del tiempo estaba sola, su único amigo tenía una vida social muy ocupada, así que ambos estaban en diferentes mundos, ella siempre tenía una presencia sombría mientras su amigo era el favorito de todos.
Ella tampoco se preocupaba mucho por estar sola, con el tiempo aprendió a amar su soledad y en algunas ocasiones le molestaba la cercanía que otras personas aparentaban, tras la muerte de su madre, se dio cuenta de que muchas personas estaban fingiendo aflicción.
Sus días cada vez eran más aburridos y su vida seguía una sola línea, una que a simple vista parecía ser normal, pero sin saberlo estaba acabando lentamente con su vida. La única compañía que aceptaba era la de los muertos, claramente porque allí en el cementerio era un lugar tranquilo y nadie la iba a perturbar, nadie iba a hablar con ella.
La primera vez que ella se quedó en el cementerio, se acostó al lado de la tumba de su madre, la tierra estaba húmeda y el pasto estaba recién cortado, recordó que esa noche sintió bastante frío, pero fue un sentimiento agradable, allí pudo llorar sin que nadie la molestara. Al otro día, Luca, la persona encargada de cuidar el cementerio, se asustó al ver a una joven sobre la lápida de una tumba.
Se acercó a ella y la despertó con delicadeza, él entendía el dolor de las personas y sabía que aquella muchacha no quería dejar ir a su ser querido. Él se sorprendió al sentir su piel tan fría, fue allí cuando llegó un hombre con los ojos rojos e hinchados, su rostro estaba demacrado y sus labios estaban rojos, allí en el silencio que permanecía inmutable, él se acercó y abrazó a su hija, ambos lloraron en silencio, mientras el hombre le pedía disculpas a ella.
Tras la muerte de su esposa había dejado muchas cosas olvidadas y entre una de ellas fue el cariño que tenía para su hija, había ignorado por completo cómo se sentía ella, esa noche, cuando fue en búsqueda de su hija para la cena, se dio cuenta de que no estaba y temió lo peor. Buscó durante toda la noche a su hija, pero no daba con nada, nadie la había visto.
Entre su desesperación y tras la comunicación de sus compañeros que todavía no daban con ella, él decidió ir al cementerio, fue allí donde la vio y recordó el amor que tenía por su familia, se maldijo a sí mismo por abandonar lo que tanto había formado Eloise con sus propias manos.
Se acercó y sostuvo a su hija entre sus brazos, allí dejó ir su corazón, la presión en su pecho era muy dolorosa y ambos lloraron con fuerza, él no dejaba de pedir disculpas, mientras su hija solo lo sujetaba con fuerza.
Desde ese día, él decidió dar todo y cuidar lo único que quedaba de Eloise.
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