Salí corriendo dando largos pasos hacia el salón, hoy no podía darme el gusto de llegar tarde, cuando entre había pocas personas y el profesor aún no estaba en su lugar habitual, tras el escritorio. Suspiré aliviada y me encaminé hacia mi caballete.
El salón se llenó bastante rápido o quizás solamente había llegado temprano, la mayoría de mis compañeros están hablando entre ellos, ojeo la puerta de vez en cuando esperando que el profesor llegue. Cuando la puerta se abre, todos se quedan en silencio y el profesor Phillips avanza a su sitio con un reproductor en su brazo izquierdo y unos libros en su brazo derecho, acomoda todo en su escritorio y luego mira a cada estudiante.
—Por lo que veo —dice mirándome con sorpresa —, hoy la señorita Ackerman se dignó en llegar más temprano.
Algunos se ríen y otros guardan silencio, desvío mi mirada de la suya y observo mi caballete.
—Hoy la clase será un dibujo limpio, quiero que lo hagan inspirados en la siguiente melodía.
Conecta el reproductor y luego le da Play, al principio no la reconozco, pero cuando le sube un poco más reconozco al compositor.
—¿Alguien sabe quién es? —Levanta la barbilla y observa todo el salón.
Nadie contesta y me veo obligada a levantar la mano.
—No esperaba a otra persona —dice con befa y luego agrega—: Ilumínanos Aelyn, ¿Quién es?
—Mozart —digo y cuando todos voltean a verme añado—: lacrimosa para ser más exacta.
—Muy bien, Señorita Ackerman —luego señala a todos los caballetes—, comiencen.
La tétrica melodía de Mozart que percibo en el silencio del salón hace que mi cuerpo se relaje y que me sienta cómoda, “lacrimosa”, puede ser muy melancólica y afligida, pero hace que mi imaginación se eleve más de lo normal. Miro mi hoja en blanco y con un lápiz empiezo a hacer líneas por todo el centro, líneas que van tomando sentido y forman a dos personas, una decaída de los brazos de la otra, ambas sin rostro, tampoco pretendo hacerlos.
Entonces con un lápiz más oscuro perfilo el cuerpo que está casi tocando el suelo, sus brazos cubren la mitad de su rostro con movimientos de dolor, su cuerpo está curvado y sus costillas sobresalen por la fuerza con la que la otra persona aprieta parte de su costado. Las manos femeninas de la persona que está de pie y que sostiene al hombre se encuentran; una por debajo de la espalda y sus dedos apretando con fuerza el costado derecho, la otra cubre su cuello casi asfixiando al hombre. El cabello de la mujer lo marco por debajo de la barbilla y luego con un lápiz más claro y con líneas delgadas dibujo la silueta de unas alas emplumadas.
El timbre que anuncia el final de clase suena por todo el lugar, levanto el rostro y veo que muchos han hecho seres alados, pero luego me doy cuenta de que soy la única al invertir los papeles, un ángel femenino cargando a un miserable humano masculino.
—La próxima clase agregaremos óleo —proclama el profesor.
Salgo de mi salón y espero en la puerta hasta que veo a los lejos la nariz blanca de Miguel, es demasiado llamativa. Me acerco sin demasiada prisa y voy hasta él.
—¿Cómo está hoy mi lisiado amigo? —Dije colocando mi brazo sobre su hombro.
—¿Lisiado? —Se ríe y me lleva hacia la salida de la universidad—, por favor si me siento de maravilla.
Ruedo los ojos y bajo los escalones junto a Miguel, ambos al mismo tiempo. Salimos caminando y vamos hacia la cafetería dónde siempre nos quedamos a tomar un café. Pasamos las calles y cuando la vemos aceleramos el paso y entre empujones y risas entramos a la cafetería. Nos sentamos en una mesa vacía, bueno, la única que está vacía, ella está al fondo. Una mesera se nos acerca y nos pregunta qué queremos, Miguel la mira de reojo, ella es nueva, me lanza una mirada cómplice y luego intenta poner su cara de ligue, pero le sale fatal porque la nariz entablillada lo hace ver aterrador.
—¿Me das tu número, preciosa? —Se inclina un poco hacia adelante.
—No te daría ni la hora del día —responde la chica.
Miguel pone una cara de ofendido y yo me río de su expresión, él no se da por vencido y vuelve a insistir.
La chica me mira un momento, pero luego desiste y prefiere seguir la conversación con Miguel, sé que en muchas ocasiones la gente suele ignorarme e incluso me desprecian. Mi aspecto a muchos le suele desagradar y sé que es por mi manera de vestir, termino reclinándome en la silla y sujetó mi collar con púas, Miguel termina de hacer el pedido con su habitual sonrisa carismática.
Detrás de él puedo observar como entra el hermano de Valeria, sin darse cuenta de mi presencia sigue su camino directamente hacia la barra. Miguel se da cuenta de mi insistente mirada, él se da la vuelta y lo único que logra ver es a Joel.
—¿Quién es él? —Menciona con curiosidad sin apartar la mirada.
—Joel —respondo casi susurrando.
Miguel me mira y en ese momento en el que se gira, Joel voltea su rostro y escanea toda la cafetería y sus ojos se encuentran con los míos. Algo extraño en ellos hace que mi estómago se remueva, se aparta de la barra y luego se va, la mesera que lo estaba atendiendo se gira y se sorprende cuando no lo ve, mira todo el lugar y como no lo ve vuelve de nuevo a hacer lo que estaba haciendo.
—Pensé que era más… —interrumpe lo que iba a decir cuando ve a la misma mesera traer lo que pedimos.
Luego de aquella pequeña conversación nos limitamos a comer y hablar de temas sin importancia, realmente no quiero hablar sobre algo relacionado con Valeria mientras estoy comiendo. Después de aquella pequeña conversación nos despedimos y Miguel se va.
Hoy no tengo nada que hacer, así que solo me queda ir al cementerio. Cuando llego paso los campos y veo la tumba de mi madre, pero desvío mi vista y veo a Joel de espalda, es el mismo y lo reconozco porque tiene la misma ropa de la cafetería.
Sacó mi cámara y me hago tras un árbol, enfocó a lo lejos, hago Zoom y veo que está fumando, me centro en su rostro y le tomó una foto cuando el humo se escapaba de sus labios, le tomé una tres más y luego guardé mi cámara. Realmente intento hacerle caso a las palabras de mi padre, pero en esta situación cualquier pequeño detalle me sirve.
Caminé hacia la tumba de mi madre ignorando por completo a Joel. Cuando llego me siento dándole la espalda y miro el cielo, hoy el sol decidió salir e iluminar todo, llevo los brazos descubiertos porque aún no está haciendo frío. Siento que la tierra se hunde detrás de mí, inclino mi cabeza hacia atrás y veo el rostro de Joel encima de mí, obviamente él está de pie.
—Aelyn —dice en forma de saludo.
—Joel —respondo de la misma manera.
Me levanto y me dirijo hacia un árbol que está cerca, él me sigue, me siento en las raíces de este y él hace lo mismo al frente mío.
—¿Por qué te fuiste de la cafetería? —Dije de repente sin pensar en las consecuencias de mis palabras.
Aquello lo tomó por sorpresa, miró hacia otro lado y se rascó la nuca nervioso.
—Tenía algo que hacer.
Durante mucho tiempo aprendí cosas de mi padre y esa fue una de ellas, él estaba mintiendo.
—¿De verdad? —Digo de forma cínica.
—¿Tú quién te crees para preguntar sobre eso? —Gruñe a la defensiva.
Levanté los brazos hacia arriba y luego me pongo de pie.
—Solamente tenía curiosidad —digo y luego agrego—, yo también tengo cosas que hacer.
Hago un ademán de irme, pero su mano me agarra y tira de mí, la fuerza con la que me jala hace que caiga hacia atrás, sobre su regazo. Intento levantarme, pero él lo impide.
—Suéltame —gruño y pierdo el aliento cuando su rostro queda muy cerca del mío.
—No —la frialdad en su voz me asusta e intento levantarme—, ¿puedes quedarte quieta?
—Si no me sueltas voy a gritar —digo con la voz temblorosa.
Su rostro se acerca más al mío, su mano izquierda sostiene mi hombro hacia abajo y su derecha sostiene mis dos manos contra mi estómago, el olor a cigarrillos se cuela por mis fosas nasales, sacudo la cabeza asustada y pateo el suelo con fuerza. Sonríe y luego me suelta.
—Es muy fácil asustarte —agrega divertido.
Me quito de su regazo e intento levantarme, pero él vuelve a jalarme y caigo hacia atrás. Me envuelve con sus brazos por la cintura y su nariz queda muy cerca de mi cuello. Me remuevo incómoda y me suelta soltando una carcajada.
—Vamos, no te voy a hacer nada malo —dice mirándome de pies a cabeza divertido.
Me levanto tambaleante y con toda la valentía que tengo le pego una patada en su pierna, él suelta un quejido y antes que vuelva a sujetarme, salgo corriendo.
—Hey espera —lo escucho gritar—, era broma.
A lo lejos veo a Luca arreglar una tumba, me acerco agitada, pero algo me jala tras un árbol, unas manos me cubren la boca y veo los ojos verdes de Joel.
—Shhh.
Él mira detrás del árbol —¿Por qué este cementerio tiene tantos árboles?—. Su cuerpo está apoyado contra el mío y me dificulta moverme.
—Te voy a soltar si te quedas callada —dice un poco alterado.
Asiento y él lo hace, reacciono rápido y levanto mi rodilla con toda la fuerza que tengo y le pego directo hacia su ingle. Él se agarra sus partes íntimas por el dolor y yo salgo corriendo, no veo la raíz del árbol y caigo al piso. Un dolor sube por mi tobillo, intento colocarme de pie, pero vuelvo a caer por el dolor, miro hacia atrás, pero no logro ver a Luca, ya no está.
Cuando me giro veo a Joel que se acerca un poco adolorido y me mira con fastidio, me apoyo en mis brazos y me arrastro hacia atrás. Él frunce el ceño y se acerca por mi derecha, le lanzó un puño, pero no llega a tocarlo. Su mano se mete por debajo de mi espalda y luego la otra por debajo de mis rodillas, me levanta. Empieza a caminar hacia la salida del cementerio, Luca no está por ahí, me remuevo con brusquedad.
—Quédate quieta, te vas a lastimar más —dice con cansancio.
Afuera está el mismo auto en el que me llevó a la casa de Miguel, se acerca a él y el miedo empieza a subir por todas mis terminaciones nerviosas, cuando está lo suficientemente cerca deja que mi pie bueno toque el piso y luego con su mano libre abre la puerta, pretendo salir corriendo, pero vuelve a sujetarme con sus dos brazos y quedo pegada a su pecho. Me sienta en el asiento dejando mis pies afuera.
Se inclina y con cuidado levanta mi pie lastimado, sube la bota de mi pantalón y toca mi tobillo con delicadeza, un quejido sale de mis labios y cuando él levanta el rostro me señala mi pierna.
—Te dije que te quedarás quieta —reprocha.
Ahora no sé qué decir o qué hacer, él se levanta y me mira con los brazos cruzados.
—Te has tronchado el pie —dice despacio como si temiera a que hiciera algo—, ¿te llevo al hospital?
—No —mi negación fue de inmediata.
—¿A tu casa? —Volvió a hablar con una expresión de preocupación.
Negué con la cabeza y él se aprieta el tabique de la nariz con dos dedos.
—¿Eres consciente de que si hubieras escuchado y atendido a lo que te dije nadas de esto hubiera pasado? —Dice mostrando claramente frustración en sus palabras
No respondo y él se va, y me deja a mí sentada en su auto con la puerta abierta.
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Comments
Tamara Loreto Diaz Villegas
tendra algo ke ver joel con la muerte de su hermana?
2023-06-26
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