Capítulo 4

ANNA

Luego dejarlas con mi amiga Clara, que es quien me las cuida a veces, la mayoría estoy con ellas, me llevo el trabajo a la casa, no tengo una oficina, sólo un cuarto lleno de papeles. Esa casa fue lo único que me pude quedar luego del divorsio, sin pelear, igual yo pagué casi todas las cuotas restantes, si no fueron todas.

– ¿Clara es tu niñera? – pregunta de repente Sergio luego de un largo silencio.

– ¿Niñera? – río – Clara es una amiga y cuida a mis hijas de vez en cuando.

– ¿Y cuando no puede? – pregunta con curiosidad – ¿con quién se quedan?

– Conmigo..

– Hm…¿tu esposo no puede pagarle a una Nana? Tu trabajas y él…

– No, yo me ocupo sola de mis hijas – digo muy cortante, que él nota lo incómodo del tema.

– Disculpa si fui indiscreto e impertinente – se disculpa.

– Es mi vida y no hablo sobre ella – le digo nada más.

– Lo siento Anna.

No hablamos más, al llegar yo me bajo y quiero ir directo hacia la oficina mientras el hombre me sigue de cerca. Estoy cansada por culpa de mi estúpido zapato me duele el pie.

Cuando llegó a la oficina un hombre delgado estaba ahí y sonrió al verme.

– Señora Anna, buenas tardes – no sé quiénes.

– ¿Está todo listo John? – dice Sergio a mis espaldas

– Sí, jefe – el muchacho trabaja ahí.

– Vamos Anna, que nos trajeron el almuerzo – lo escucho y sale de la oficina y al lado hay un lugar que parece una cocina con una mesa y cuatro sillas..

El muchacho viene atrás de mi, siento que todos ahí son muy altos.

– John no sabía que querías comer y decidí por ti, espero no te moleste – Sergio está tan serio como al principio.

Sé que fui muy dura cuando hablo sobre mis hijas y su padre, pero yo estoy ahí para trabajar.

– No importa, lo que hayan traído está bien - digo y me siento.

John empieza a sacar las bandejas de comida y el olor hace que me suene la barriga. Que vergüenza, los dos hombres me miran.

– Anna tiene hambre y yo también – dice Sergio quien se sienta y busca entre las bolsas – espero no seas alérgica a los langostinos.

¿Langostinos?

Estoy con la boca abierta, ¿me pidió de almuerzo langostinos?

– ¿Si eres alérgica? – los dos me miran.

– No ..no ..solo que nunca he comido…

– Pues entonces el jefe tuvo razón en pedírselos. – dice Jhon y me muestra una bandeja de comida que el olor me recuerda al mar.

Luego disfrutamos el almuerzo en silencio. Fue una comida de lujo, para mí. Quizá para un Piettri será una comida normal, pero para mí, Anna Torres, no lo es.

Terminé por ese día y cuando me levanté había olvidado que mi auto estaba malo y debía buscar a las niñas dónde Clara y luego ir a mi casa. Tocará taxi y no tengo para esos gastos. Pero antes de que se haga más tarde decidí irme.

– Le di a Jhon que te llevará – la voz de Sergio me sorprende.

El ha estado ahí trabajando como yo, en silencio.

– Sergio, en verdad me da vergüenza – le digo y él se levanta.

Su cabello negro muy bien peinado y corto lo hace ver bastante bien.

– Tu auto está malo, tus hijas te esperan y no quiero que eso te distraiga – veo como mira su reloj y levanta una ceja – y veo que eres como yo, trabajas sin notar la hora. No te preocupes, envié tu auto a mi taller.

– No era necesario yo…

– Anna, estás trabajando para mí, y no puedo permitir que por culpa de tu auto te retrases en el trabajo, además, me dijistes que cobras por hora, así que hagamos que tú tiempo valga.

No le dijo más, igual podría arreglar mi auto y seguro me quedará algo.

Jhon me llevó, busque a mis hijas y luego a mi casa, después de la cena y dos niñas malhumoradas que no querían dormir temprano porque no teníamos auto y nos tocaba salir temprano, se durmieron, una a mis pies y la otra a mi costado. Escuchó un mensaje que llega a mi celular. Y no quiero leerlo, Roger el papá de mis hijas acostumbra molestar a esta hora.

¿Será que sabe que ya estoy en paz y necesita fastidiarme?.

Así que yo también me acuesto a dormir.

Al otro día me levanté muy temprano, tocó lidiar con dos niña que no quería levantarse tan temprano porque aún era oscuro.

Hice el desayuno de ellas muy rápido, olvidé hacer para mí porque no quería perder tiempo. Viendo que todos están casi listo, menos Melanie que no se quería peinar, mi puerta suena. Con el ceño fruncido voy y abro.

Era Sergio Piettri, ¿que hacía en mi casa?

– Buenos días Anna ¿están listas? – lo miro confundida mientras Melanie detrás de mi llora.

El se da cuenta de ella y se inclina.

– ¿Aún no está lista hermosa? Y ¿porque lloras? – se dirige a ella.

– Porque no quiere ir al colegio – Responde Auris quien ya están completamente vestida y peinada.

– ¿Vamos a darle problemas a mami tan temprano? – él la toma en brazos y ella dejó de llorar.

– Siempre lo hace, llora por todo – sigue Auris cómo si ella no lo hiciera.

– Bueno, pero si sigues llorando – la voz de Sergio es tierna – te pondrás muy fea y tú eres tan hermosa como una princesa – veo como acaricia su cabello y Melanie sonríe cuando la llama princesa hermosa.

Luego la puso en el piso y sin soltar su mano me la dió a mi.

– Ahora sí – me sonríe – está princesa debe arreglarse para el colegio.

Me lleve a Melanie a la habitación y ahí la peine y luego ella salió corriendo dejándome sola y me tomé una ducha rápida y alisto lo más pronto posible., no quería hacer esperar al hombre en mi sala.

Al salir consigo a Melanie en sus regazo y la mirada de desconfianza de Auris sobre él.

– ¿Lista? – me pregunta y asiento.

– No tenías que venir – todos salimos y vamos hacia su auto.

Mi casita está. En una zona tranquila y cerrada, es pequeña solo tiene: dos cuartos y un baño, una salita de estar y una cocina. Las tres no necesitamos tantos lujos, aquí estamos bien. No está muy lejos del colegio pero sí un poco lejos de la empresa de Sergio.

Cuando llegamos al colegio la niña salieron corriendo y no me dió ni tiempo de acompañarlas. Las miro de lejos mientras se reúnen con sus amigas.

Luego noto que Sergio tan bien las ve sonriendo.

Se da cuenta que lo miro y sonríe.

– ¿Listos? – asiento y pone el auto en marcha.

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