Liam se detiene de pronto, se vuelve hacia mi y me dirige una mirada desconcertada.
—¿No recuerdas sabes porque estas aquí, pero si recuerdas lo que paso hace años?—cuestiona con cierta molestia.
Aún no recuerdo la razón del porqué Liam me odia o al menos siente resentimiento hacia mí. ¿Habrá sido en aquella época?
—No recuerdo mucho—le aclaro—apenas he recuperado algunos fragmentos de mi memoria, conversaciones que tuve en algún momento, pero nada concreto, por eso me atrevo a preguntarte.
Liam suspira, parece que mi respuesta lo ha calmado, aunque no sé por qué motivo estaría preocupado o ansioso.
—Si—admite—nos conocimos en Livingston, pero sería mejor que todo lo que paso en ese tiempo se quede en el pasado o incluso sería mejor que no lo recordarás.
Retoma el camino y entonces me veo en la necesidad de seguirle el paso. Liam camina bastante rápido y debido al camino rocoso me es imposible seguir así que en cierto punto mi pierdo el equilibrio y caigo sin remedio al suelo.
Cuando mi rodilla choca contra un par de rocas y gimo, Liam se devuelve y me da la mano para ayudarme a levantar.
—¿Te encuentras bien? —cuestiona, pero como siempre lo hace sin ánimo y con cierta molestia, solo entonces me animo a preguntar que fue lo que hice para que me trate de esa forma tan fría y descortés.
—¿Yo te hice daño, Liam?—expresó y enseguida mis mejillas se enrojecen. Levanto la mirada hacia él y observo como sus facciones cambian.
Ya no es enojo lo que predomina en su expresión sino desilusión y tristeza, pero no las transmite con palabras, sino que únicamente busca en sus bolsillos un pequeño frasco, un spray qué tiene el símbolo de una cruz verde y una vende adhesiva.
Sin pedirlo, levanta poco a poco mi pantalón hasta la rodilla, la herida no es grave, pero es verdad que me he raspado la piel. Él únicamente aplica el spray, el cual arde al principio, pero conforme pasan los segundos, siento una sensación de alivio.
—Si hiciste algún mal y quieres disculparte por ello, primero debes ser consciente de lo que hiciste—responde en un murmullo.
Y aunque no me dio una respuesta clara, es verdad que le hice daño y quizás esa es la razón del porqué me trata así.
—Si sirve de algo...—intento decir, pero un ruido nos sorprende a los dos, se tratan de voces o quizás cantos de alguna especie de oración macabra qué habla de muerte y sangre.
Cuando Liam termina de colocarme la venda adhesiva, me ayuda a levantarme para escondernos detrás de algunos arbustos.
No muy a los lejos, podemos ver el paso de al menos veinte hombres caminando. Llevan antorchas y en su trayecto cantan una canción de tono lugubre como si fuera un funeral. La tonada habla algo sobre el sacrificio de la sangre roja para la recompensa de la sangre azul, pero lo que me llama la atención es la persona que va en medio de todos ellos. Se trata de un hombre alto, casi rebasando el metro con ochenta centímetros.
Ellos toman un camino qué conduce hacia la cima del acantilado y habríamos ignorado su presencia de no ser porque uno de ellos lleva en la mano la chaqueta qué tenía puesta la chica que estaba con Liam.
—¡Demonios! —le escucho pronunciar. Cuando desaparecen de nuestra vista, él se levanta de nuestro escondite improvisado y me mira. Intuyo qué esa mirada decisiva intenta decirme que tal vez nuestros caminos se separan aquí.
—¿Vas a abandonarme de nuevo?—cuestiono, pero mi pregunta tiene aire de reclamo y aunque en cierta forma lo es, sé perfectamente que yo no soy su responsabilidad y que solo soy un obstáculo para él. ¡Ojalá pudiera recordar como puedo sobrevivir por mi cuenta!
Liam me dirige una mirada afligida y aunque parece que lucha contra sí mismo para decidir que hacer. Al final niega con la cabeza.
—No lo haré—asegura y extiende la mano hacia mí. Por supuesto dudo un segundo en tomarla, algo me dice que no debería abusar de Liam, pero no tengo otra forma de sobrevivir, sin él, es seguro que me asesinan así que no tengo más alternativa qué usarlo, por así decirlo.
—Te quitaron el arma qué te di¿Cierto? —me interroga mientras saca un arma diferente—No la pierdas.
Me la da, se trata de un arma similar a la anterior, solo que esta tiene el cañón de color rojo. Tiene algo grabado, una “A” en letra cursiva. Mientras observo el arma, también coloca sobre mi mano lo que parece ser una granada de color azul.
—¿Qué es esto?—cuestiono algo nerviosa, de pronto siento que voy rumbo a la guerra.
—Una granada cegadora. No es letal así que puedes arrojarla si te sientes en peligro o alguien te acorrala. Aturdirá a tu atacante, así que podrás escapar mientras tratan de recuperar los sentidos.—explica y señala mis bolsillos—guárdalas y solo úsalas en caso de que este ocupado y no pueda ayudarte.
Asiento y las llevo a uno de mis bolsillos, el más cercano y por como se acoplan al tamaño de la bolsa de mi pantalón, intuyo qué tal vez yo llevaba algo similar en los bolsillos, pero tal vez lo perdí o me los quitaron cuando me atraparon.
—¿Lista?—cuestiona, esta vez quitando el seguro del su arma y en respuesta asiento, pero yo no me atrevo a ir por ahí sin el seguro.
Ambos caminamos rumbo a la dirección que tomaron aquellos hombres, Liam se sitúa delante de mí y yo cuido qué nadie nos siga o al menos lo intento.
Luego de algunos minutos, la montaña parece un laberinto de paredes qué llevan a ningún lado, tardamos bastante en encontrar el camino correcto, pero al final nos encontramos con un portón de madera bastante grande, podría pasar un gigante por ahí y por como está la situación de extraña, solo espero que eso no sea cierto
Liam logra abrir el candado con una ganzua y a pesar de que no recuerdo muchas cosas, mi mente parece no olvidar ciertas cosas, como por ejemplo, el nombre de esa cosa.
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