Capítulo veinte

Una sonrisa, una foto

—Soltar duele, se va una parte tuya, pero debes entender que sentir dolor no es lo mismo que sufrir —Nino y yo caminábamos de la mano por un lugar oscuro—. Al soltar, te desapegas de ese algo que te tiene anclado.

—No me interesa, no puedo dejarte y no voy a hacerlo —le aseguré apretando con más fuerza su mano.

—Debes aceptar que, hay cosas que no puedes cambiar. Por eso debes aprender a soltar —dijo y el cielo se despejó, era azul y estaba lleno de nubes blancas—. Entiende que no significa olvidar, sino dejar atrás aquello que una vez fue importante para ti, pero ahora perdió el sentido en tu nuevo camino.

—Pero tú nunca dejarás de ser valioso para mí —le aseguré y miré el suelo, estábamos en un prado lleno de flores.

—Por aferrarte al pasado no estás queriendo aceptar tu presente. El cual podría ser hermoso si lo intentaras. Yo no era el indicado para ti, no soy tu destino, aunque deseaba serlo. Ahora puedo entenderlo —Nino me dio una flor amarilla—. No tengas miedo, habrá nuevas cosas que te hagan sufrir. No debes dejar que eso te limite, le encontraras solución. Estoy seguro de eso.

—Es que no quiero volver a perder a alguien. Aún me duele lo que te ocurrió —le aseguré.

—Necesitas mucha fuerza para soltarme, pero eres la chica más fuerte que conocí. Sé que al final lo lograrás. Y cuando lo hagas descubrirás que fue lo mejor —las palabras de Nino empezaban a escucharse lejanas.

Desperté y me di cuenta de que había sido otro sueño. Desde que había empezado a estar con Zack los sueños se habían vuelto más recurrentes y mucho más claros, permanecíamos más tiempo juntos Nino y yo. Por lo que yo quería seguir estando con este tipo, y así soñar con Nino. Sin embargo, ahora era él quien no quería. Si algo había aprendido de mi madre era a cómo llamar la atención y conseguir lo que quería. Por lo que al levantarme fui a buscarlo, él decía que yo le gustaba y estaba dispuesto a gastar su dinero por mí. Entonces, debía darle el gusto.

—Buenos días —dije y él se sorprendió de verme tranquila—. ¿Quieres que revise tu mano?

—En realidad me curé después de darme una ducha —aún parecía sorprendido por verme tan calma después de la discusión del día anterior.

—Disculpa —dije avergonzada. Sabía que le gustaba verme así—. Dijiste que podrías prestarme algo de dinero, ¿verdad?

—Si ¿Qué necesitas comprar? —me preguntó y no pude fingir la vergüenza que me causaba hablar de eso.

—Prefiero ir directamente al lugar —dije y no le gustó. Era un controlador, quería saberlo todo.

—Está bien, vamos —dijo y ató su cabello de la misma manera en la que lo hacía Nino. No podían ser tan parecidos.

—¿Seguro que quieres ir de compra con una chica que te causa tantas molestias? —pregunté de manera hiriente, en cierto modo me gustaba molestarlo.

—No es molestia, tengo ganas de salir —dijo y me acompañó a una tienda de lencería—. ¿Es aquí?

—Sí, después de que arruinaran mis cosas me quedé con poca ropa interior. Incluso, el único pijama que tengo es el que me compraste —le aclaré como si fuera una niña inocente—. ¿Puedo entrar sola?

—Claro, dime cuando deba ir a pagar —dijo también avergonzado.

Cuando terminé de comprar fuimos a desayunar juntos. Al verlo noté algo en su risa y me recordó a la foto de su estudio. Aún no le preguntaba por ella.

—¿Quiénes son los tres niños de la foto sobre tu escritorio? —me miró con sorpresa.

—Dos de mis hermanos y yo —dijo mientras respondía mensajes en su móvil.

—¿Tú eres el mayor en la foto? —seguí indagando, uno de esos niños se parecía a Nikolay de pequeño.

Tras la muerte de Nino, su hermano menor y yo nos hicimos amigos. Una vez fui a su departamento y me mostró fotos de ellos en el internado. Aunque ya tenía casi diez años en la foto, me recordó mucho a uno de esos chicos.

—Soy el único que sobrevivió —dijo y me quedé esperando a que me contara más—. Mi padre se metió con malas personas y una vez nos secuestraron. Escapamos, pero hubo un accidente. Mi hermano mayor nos protegió, pidió que corriéramos y yo lo hice sin dudarlo. Hubo una explosión y solo yo escapé.

—Lamento mucho lo que te ocurrió —dije sorprendida. Sus hermanos habían fallecido, eso era horrible.

—Si yo hubiera tomado la mano de mi hermanito, tal vez él estaría con vida aún —sus palabras cargaban culpa.

Tomé su mano y le aseguré que, aunque es difícil de aceptar, no podemos cambiar el pasado. Solo podemos tratar de enfrentar cada día intentando vivir felices en memoria de quienes amamos y perdimos.

—No perdí a mis hermanos, pero la muerte también me cambió —le indiqué y él me apretó la mano con fuerza.

—Vayamos a llevar estas cosas al departamento —dijo sin intenciones de seguir hablando de eso.

Me sorprendió que Zack tuviera una parte tan vulnerable. Siempre se mostraba feliz y despreocupado. Sin embargo, cargaba dolor al igual que yo. ¿Por qué nos parecíamos tanto?

Una vez que regresamos él recibió una llamada y la tomó en su estudio. Yo miré las bolsas y supe que no era el momento apropiado para molestarlo. Llamé a mi tío y le pregunté sobre lo que había ocurrido en la fiesta. Al parecer, el tipo que me había molestado había desaparecido. Por otro lado, el decano se había suicidado. Lo que no sabíamos era si lo había hecho después de ver la noticia en internet. Algo no cuadraba en su perfil por lo que debía investigar un poco más.

Sin embargo, ya tenía mi siguiente objetivo. Andrew le había contado a mi tío Rodrigo que había una especie de organización secreta en la policía donde hacían negocios fraudulentos y estaban empezando a complicarle las cosas a mi padre. Fue una sorpresa para mí enterarme de que la supuesta cabeza de esta organización era el padre de uno de los chicos que había tratado de abusar de mí.

—Si te lo cuento es para que no hagas nada. Te conozco y sé cómo es tu padre. Si se entera de que te metiste ahí tendrás serios problemas. Incluso él se mantiene al margen aún —me advirtió Rodrigo.

Autora: Osaku

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