Capítulo seis

Amanda y una sensación distinta

—Amanda, ¿te sientes bien? —¿quién era el que lo preguntaba?—. ¿Esos chicos te están molestando?

—No importa, siempre me molestan —dijo la muchacha de quince años.

—Ustedes ¿Molestan a mi novia? —preguntó Nino a los tipos que me habían dicho cosas mientras esperaba mi cono de helado.

—Déjalo, son tres, pueden hacerte daño —dijo Amanda, preocupada por el empleado de su padrastro.

—Ustedes, vengan y discúlpense con ella si no quieren que sus sesos queden esparcidos por el piso —dijo Nino y los muchachos supieron quién era, por lo que se arrodillaron delante de Amanda y le pidieron disculpa—. Vuelvan a molestarla y sus familias pagarán con ustedes.

—¿Cómo fue que hiciste que te teman tanto? —preguntó Amanda.

—No me temen a mí sino a tu padre. Ahora que eres hija del señor Li, nadie se atreverá a molestarte. Di que eres Amanda Li y será todo —las palabras de Nino me hicieron reír.

—Amanda, debo irme ¿Deseas que te lleve a tu casa? —preguntó Matías y lo miré, me había quedado dormida de nuevo, y habia soñado con mi amado Nino.

—Si —dije y miré el lugar. A veces deseaba no volver a despertar solo para pasar más tiempo con Nino.

El doctor Domínguez y su hijo me llevaron hasta mi departamento y me dejaron en la puerta. Al entrar tomé una pastilla y me fui a la cama. No quería despertar como cada noche. Aún tenía las pesadillas en las que Mabel aparecía para tratar de prenderme fuego.

Por suerte descansé bastante bien, ya que desperté a la mañana siguiente. Esta Navidad tampoco tenía intenciones de volver a casa. Prefería mantenerme lejos de mis padres después del incidente.

La tía Brenda me llamó para preguntarme cómo estaba y que tal había salido la fiesta a la que había ido. Le mentí, sabía que se preocupaba por mí, pero no tenía ganas de lidiar con ella ahora.

—Pasaré la Navidad con unos amigos, por eso no podré ir este año —dije y ella se decepcionó, aunque se puso feliz al escuchar de mis amigos imaginarios.La única que podía considerar mi amiga era Isabela, pero se había ido de viaje de intercambio hacía un año.

Mi móvil seguía roto por lo que debía enviarlo a arreglar. Cuando fui a la tienda donde los reparaban me encontré con Vivían, ella era compañera nuestra, por lo que me preguntó si tenía pensado ir a la fiesta de fin de año que organizaba la universidad. Ahí nos presentarían a los nuevos profesores y después todos iban a ir a la casa de uno de los chicos.

—Podrías llevar a tu amigo —dijo y la quedé mirando—. El que te fue a buscar la otra vez a clase. Las chicas quieren conocerlo mejor.

—¿Zack? Él no es mi amigo —dije negando con la cabeza. No podía considerarlo ni un conocido.

—¿Así se llama? Hasta su nombre es sexi. Te pasaremos a buscar con las chicas a las ocho —dijo feliz y sin dejarme responder se fue.

—El sonido es rápido de arreglar y no te costará mucho, pero si quieres arreglar la pantalla eso si tardará —me dijo el dueño del lugar mientras yo miraba a Vivían irse.

—Por ahora solo necesito el sonido —dije y él me hizo el comprobante.

Si gastaba mucho dinero papá se daría cuenta y me llamaría para preguntarme que era lo que me había ocurrido. Si se enteraba de que me habían robado y golpeado me mandaría guardaespaldas como la última vez. Por lo que ya tenía un plan, debía aumentar mis compras mensuales por unos cuantos meses y revender lo que me sobrara para juntar el dinero que necesitaba para arreglar la pantalla. Ya había hecho eso otras veces y papá no lo había notado. El señor Li me consentía cada vez que me veía, pero se preocupaba demasiado por mi.

Tomé un móvil más viejo que tenía guardado y le puse el chip del que había mandado a reparar. El problema era que este teléfono tenía poco tiempo de uso de batería, por lo que tenía que ir con el cargador a todos lados. Así que cuando fui a mi clase de defensa personal esa semana antes de empezar la hora fui hasta uno de los rincones donde la secretaria me dejaba cargar el móvil. Si por alguna razón mi mamá no se podía comunicar conmigo yo sabía que era capaz de enviar un helicóptero a buscarme. Era entendible que se preocupara porque me habían secuestrado una vez. Sin embargo, mis padres me hacían sentir débil, no permitiéndome llevar una vida normal.

—Buenas tardes —dijo el instructor y todas las chicas hicieron silencio—. Hoy tengo el agrado de presentarles a un amigo experto en varias artes marciales, estuvimos juntos en un combate en estados unidos hace unos años y prometió que cuando viniera a Argentina se presentaría con mi mejor grupo de alumnos. Así que esos son ustedes para mí.

Todas parecían estar bastante alborotadas, como yo había llegado última no podía ver de qué se trataba tanto entusiasmo.

—Si te parece, me gustaría presumirte alguna de mis mejores estudiantes en combate —dijo nuestro instructor y al parecer el muchacho dijo que si porque aplaudió y todas nos pusimos en fila—. Amanda ven aquí.

Él me llamó primero a mí, por lo que no llegué a acomodarme, sin embargo, al ver a su colega quedé sorprendida.

—¿Amanda? —¿qué hacía Zack aquí? ¿A caso este tipo me seguía a todos lados?

—¿Se conocen? —preguntó mi instructor y no supe qué decir—. Eso es perfecto, así los dos no se sentirán intimidados al luchar, prepárense. Amanda, él hará un ataque de frente. No te contengas.

Resumiendo un poco lo que ocurrió, terminé yendo a buscar hielo para el señor Zacarías, ya que en un descuido de su parte le pegué con la cabeza en la nariz. Las chicas querían comerme viva por lo que había hecho, pero recuerdo que el instructor dijo que no me contuviera.

—¿Cómo sigue tu nariz? —pregunté y él me mostró.

—No podré conducir a casa —dijo como si estuviera satisfecho. ¿Este tipo era masoquista? Aun asi habia algo en él que me llamaba la atención y me hacia sentir extraña.

Autora: Osaku

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