Capítulo diecisiete

Mi primera misión

Finalmente, fuimos a la fiesta y por suerte no hablamos mucho en el camino. Mientras estábamos ahí miraba mi móvil. Había un lapso de diez minutos en los que las cámaras de seguridad del barrio no funcionaban. Debía escapar y llegar a la casa del decano a tres cuadras de ahí; después de eso, el pen tardaría treinta segundos en cargar y debía volver. Por lo que fingí beber alcohol un rato. Para después justificar que me sentía mal e ir al baño. Sin embargo, Zack no se apartaba de mí y cada vez que me veía con una copa me la cambiaba por una botella nueva de agua.

—Trata de no beber, si no estás cerca de mí, puede que haya algún desgraciado que quiera drogarte —parecía mi guardaespaldas.

—Solo quiero probar, no me voy a poner ebria por ello —dije como si en verdad quisiera beber. Y él me dio la suya, eso si era alcohol y yo solo pretendía fingir.

Me quedaba sin tiempo por lo que no tuve más opción que tomar del trago que él me dio. Sabía horrible por lo que tomé todo de golpe. Lamentablemente, me dieron náuseas reales por lo que tuve que ir al baño. Ahí vomité lo que había tomado. El problema era que aún faltaban diez minutos para que se apagaran las cámaras y Zack no me daba respiro.

—¿Estás bien? ¿Fue muy fuerte para ti? —preguntó detrás de la puerta.

—Ya me sentía mal antes de empezar a beber —tuve que decir y seguí vomitando. Tenía que sacar todo el alcohol de mi sistema si quería poder seguir con mi plan.

—¿Podrías ir por algo para las náuseas para mí? —pregunté tratando de hacer que se fuera.

—Sí, ¿necesitas algo más? —era muy tierno que se preocupara por mí cuando en realidad lo estaba engañando.

—Me gustaría beber un té de hierbas frío —dije recordando los que papá me hacía cuando estaba mal del estómago. Eso le llevaría por lo menos quince minutos.

—Está bien, me llevará tiempo. No salgas del baño mientras voy por él —me dijo y se fue. Le envié un mensaje a Vivían diciéndole que me sentía mal y estaba en su baño. Quería estar tranquila un rato. Ella me aseguró que no dejaría que nadie entrara a su dormitorio.

Eso le daba a ella la posibilidad de estar con Zack y a mí de irme. Me cambié la ropa y dejé una grabación de mí dónde pedía estar sola y seguía vomitando, podía activarla si se acercaba alguien. También coloqué una cámara que mi tío me dio para poder monitorear el baño de Vivían desde fuera, por si alguien se acercaba. Corrí a toda velocidad por entre las casas. Tratando de evitar las cámaras y sensores de movimiento. Llegué a la casa del tío de uno de los malditos que me había drogado, el decano de la universidad. Entré por donde mi tío me había dicho que podría y recibí su llamado.

—¿Estás dentro? —me preguntó y le dije que sí.

Estaba algo mareada, debía ser por el trago que había tomado. Aunque lo vomité era posible que algo quedara dentro. Mi falta de tolerancia al alcohol no me ayudaba en este momento. Las luces estaban apagadas por lo que toqué el parlante dos veces como mi tío me había pedido que hiciera si no podía hablar. Encontré la computadora sobre el escritorio. Coloqué el pendrive y esta se encendió.

—Se prendió —dije y mi tío me aseguró que era normal. El problema era que la computadora no estaba en la oficina sino en el dormitorio. Esas personas podrían despertar—. ¿Puedo cerrarla?

—No, debes esperar, faltan veinte segundos —dijo mi tío como si eso fuera fácil. Me puse de pie para taparles el reflejo de la luz e incliné mi cuerpo para que no pareciera una figura humana. Me había colocado unas mallas negras que cubrían todo mi cuerpo, parecía solo una sombra si estaban entre dormidos.

—Amor, cerraste la cochera. Me pareció escuchar un ruido —dijo la mujer. Maldición. Estaban despiertos.

—Solo duerme Carla —dijo el hombre molesto.

Solo faltaban cinco segundos y mi corazón latía con fuerza. Si era descubierta debería asesinarlos a los dos. ¿Estaba dispuesta a eso?

—Levántate y revisa —dijo la mujer y se dio vuelta en la cama en dirección a mí.

La carga se completó y quité el pendrive tratando de no moverme mucho.

—Mierda Carla, ¿por qué tienes que ser tan insistente? —preguntó el tipo, estaba enojado cuando se levantó.

Si miraba en mi dirección me descubriría. Aguanté la respiración, ya que no quería emitir ningún tipo de sonido. Él tenía que atravesar la puerta a mi lado. Preparé mi pistola, no iba a dejar que alguien como él me intimidara. Era igual o peor que su sobrino. Mi tío ya me había contado la mugre que había en su computadora.

—Pasó a mi lado y antes de que levantara el brazo para apuntarle en la cabeza, salió del dormitorio y no dudé por un instante irme de ahí. Mientras volvía corriendo a casa de Vivían miraba la cámara de la puerta en el reloj que me había dado mi tío.

Zack aún no volvía, estaba a cinco minutos corriendo por lo que me di prisa. Al llegar entré por la ventana del baño y escuché la puerta.

—Abre Amanda, te traje el té —dijo Zack mientras estaba cambiándome la ropa—. ¿Amanda?

—Dame un segundo —le dije tratando de no estar tan agitada. Transpiraba como si hubiera corrido una maratón.

Antes de abrir la puerta se escucharon tiros. La música de la fiesta se apagó y el silencio era tapado por los murmullos. Cuando abrí Zack me miró preocupado.

—Estás sudando, eso no debe ser bueno. Seguro te intoxicaste —dijo y me dio la pastilla y el té.

—¿Escuchaste ese ruido? —pregunté y me dijo que sí. Yo sabía lo que era, pero me hice la ingenua—. ¿Fueron disparos?

—Parece que si —dijo y me abrazó—. Debemos llevarte a una guardia.

—No, solo volvamos al departamento —dije después de terminar de beber el té.

—Amanda, ¿Cómo te sientes? —Vivían, había entrado—. Zack me pidió ayuda para hacerte el té. La pasamos muy bien mientras lo preparábamos. ¿No es así Zack?

¿Qué pretendía provocar Vivían?

Autora: Osaku

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