Algo cambió
—No digas tonterías, seré tu esposa y tendremos hijos juntos —dijo Amanda llorando mientras se daba vuelta en la cama.
—Tú te llevarás todos mis besos, porque nunca amaré a nadie más que a ti —las palabras de la chica parecían venir desde su corazón. Algo que me hizo sentir mal. Al parecer, ella estaba muy enamorada de ese tipo.
Entré al notar que su cobija había caído al suelo. La ayudé a taparse y tomó mi mano. La miré, pero seguía dormida. Traté de soltarme, pero no me dejó.
—No te vayas, por favor. Tengo miedo —dijo y rompió mi duro corazón.
—No me iré —me acosté a su lado. Acaricié su rostro y me di cuenta de que estaba húmedo.
No sé por qué ni en qué momento ocurrió, pero después de esa noche ya no pude alejarme de ella. Fue como si su pedido fuera para mí, aunque estuviera soñando con otra persona. ¿Por qué Amanda había calentado mi alma? Aún no lo sé; sin embargo, al otro día, al despertar, me vio en la cama a su lado y sonrió. No me apartó ni me dijo nada. Solo volvió a abrazarme y se acurrucó entre mis brazos.
—¿Despertaste? —pregunté con temor a que no lo hubiera hecho todavía y después se molestara o me golpeara.
—No arruines esto —me pidió y vi una pequeña sonrisa en sus labios. ¿Me permitiría besarla?
—Solo quiero saber si me volverás a romper la nariz, esta vez voy a tener que ir a un cirujano plástico —le indiqué y me abrazó con fuerza.
—No quiero que lo hagas con Vivían —dijo y al verla su rostro se puso rojo.
—¿No? —pregunté feliz, era imposible no desearla. Parecía un perrito mojado en medio de la lluvia.
—No sé qué me pasa, pero necesito que me prometas que no lo harás con ella si vamos a su fiesta —dijo con una sinceridad que me sorprendió. ¿Qué había cambiado después de esa noche?
—No lo haré solo si tú te quedas a mi lado —le aseguré y acaricié sus labios.
—No quiero tener novio —me aclaró y no le respondí. No iba a decirle que yo no era de los que tenían novia, aunque tampoco era de abrazar mujeres por la mañana.
—Vayamos a desayunar —le dije y después de ir a cambiarme traté de hacer algo de comer, no podía llamar a mi cocinera y reconocer que tenía alguien que hacía esas cosas por mí. Aunque cuando ella llegó la cocina casi ardía en llamas.
—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó al ver las tostadas negras y los huevos revueltos con desagrado.
—Traté de cocinar, pero no es lo mío —tuve que admitir y los dos nos empezamos a reír.
—Casi tenemos que volver a mudarnos —dijo mientras abría la ventana y tiraba todo a la basura.
En ese momento sonó el timbre y ella me miró sorprendida. Le aseguré que no esperaba a nadie. Al ver la pantalla del portero vi a mi amigo, traía el desayuno.
—Es Matías —le indiqué y me preguntó si tenía que esconderse y por primera vez en días vi su rostro de susto.
—No es necesario, sabe que te quedas aquí, no dirá nada —le aseguré y cuando mi amigo entró y vio la cocina puso los ojos en blanco.
—Si no venía, iban a tener que llamar a los bomberos —dijo y besó en la mejilla a Amanda. Odiaba que los argentinos fueran tan cariñosos entre ellos—. Deberías ver cómo dejó el departamento que compartíamos durante el doctorado.
—No fue mi culpa —le recordé.
—Claro, fue culpa de los extintores —mi amigo quería hacerme quedar mal con ella, pero no lo iba a lograr.
—Debo salir, que tengan un buen día, no olvides tus pastillas —dijo Amanda y la miré preocupado. ¿A dónde iba?
—Espera, llévate un café —le dijo Matías y ella lo recibió con alegría.
Después de que se fuera él me miró como si quisiera matarme. Me preguntó en qué se suponía, que pensaba por dejar a entrar a una desconocida a mi departamento.
—Sabes que trato de apoyarte, pero eres el hijo de Sergey Ikabod. Pronto tu padre enviar a alguien a buscarte ¿Y qué crees que harán con ella? —preguntó Matías y le saqué uno de los cafés.
—Ella es virgen, no tendremos relaciones, así que no ocurrirá nada. Solo la estoy ayudando, si la organización trata de hacerle algo los asesinaré y tiraré sus restos para que los peces cenen. Una vez que me vaya volverá a su vida normal —aseguré sin deseos de seguir escuchando a mi amigo.
—Jugar con ella por una noche era una cosa. Si haces esto la expones —me recordó.
—No dejaré que nadie la lastime —dije casi gritando.
—¿Y tú qué? ¿No consideras que puedes lastimarla? —me preguntó y me odié por eso. Matías tenía razón, pero no podía evitar querer estar cerca de Amanda. Ni siquiera entendía aún por qué.
Después de desayunar fui a encargarme de algunos negocios. Al parecer el tío de uno de esos malditos que había tratado de abusar de Amanda lo estaba buscando. Era decano, por lo que se había encargado de fastidiar a las mujeres que iban a quejarse de él a la facultad. El viernes haría que mis hombres se encargaran del tipo.
Durante toda la semana Amanda solo volvió al departamento a dormir. Me pareció extraño por lo que mandé a alguien a vigilarla. Al parecer se iba a la biblioteca y se la pasaba leyendo todo el día. Solo cuando esta cerraba se iba a su anterior departamento a limpiar y pintar las paredes. Por lo que le escribí un mensaje y le pregunté si necesitaba ayuda para ponerlo en condiciones. Ella me respondió con una negativa. Al parecer no quería mi ayuda. Me molesté un poco. Siempre estaba rechazándome, era frustrante.
Aun así, el jueves no le hice caso y fui con algo de comida y unos cuantos refrescos. Hacía mucho calor para estar hasta tan tarde pintando. Al entrar en el departamento y verla me inquietó saber que estaba con unos shorts muy cortos y en top. No por cómo se veía, estaba hermosa. Si no porque le podía molestar que la viera así. Golpee la puerta, pero no me escuchó, al parecer tenía auriculares puestos. Fui hasta ella y le quité uno de los oídos. Fue lo último que recuerdo, ya que me tiró al piso con tanta fuerza que me golpeé la cabeza y me desmayé.
—Zack, lo siento —escuché la voz de mi hermano mayor llamándome.
Autora: Osaku
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Comments
Anonymous
A caray a saco cómo lo golpea por imprudente
2023-11-07
6
Ala Mendoza 🖤
Porque ya eres un soldado caído 😉
2023-04-11
3
Ala Mendoza 🖤
Creo que ahora quiero cocer a un argentino 🤔🤔🤔🤔🤔sip, definitivamente... Sí
2023-04-11
1