Capítulo nueve

Una tortura para Zack

Me encontré con Amanda en la fiesta de la universidad. Esperaba hacerlo y por eso asistí. Esa chica me tenía loco desde que la conocí. Deseaba jugar un poco con ella, pero no me dejaba. Me evadía de todas las maneras posibles y empezaba a sentirme un acosador. O sea, yo, Zacarías Sergey, un acosador de mujeres, algo impensado. Las mujeres querían siempre conmigo, muchas me acosaban cuando no sabían de quien era hijo.

Sin embargo, mi padre se puso hostil cuando asesinaron a mi tío hace unos años. Yo estaba terminando de estudiar, por lo que me dio tregua, pero puso a mis cuatro hermanos a trabajar en la empresa familiar. Ahora quería que volviera a Rusia y me casara con una mujer que ayudaría a que nos posicionáramos primeros en el mercado. Por lo que venía huyendo de sus hombres desde Venezuela. Esperaba poder tener un tiempo de paz antes de tener que empezar a matar personas sin sentido. Por lo menos eso creí hasta que vi a esta chica siendo atacada por esos tres tipos cuando quisieron robarle.

No pude controlarme y casi los asesiné. No saqué mi pistola porque Amanda necesitaba que la llevara a un lugar seguro. Aun así, no parecía interesada en mí. Incluso Matías le caía mejor. Su apariencia no era mejor que la de la mayoría de las mujeres con las que salí, se veía bien, pero eso no la hacía especial. Sin embargo, cuando la encontré en el gimnasio de mi amigo y luchamos su escote me distrajo. No podía pasarme ese tipo de cosas. Yo no era un principiante. Aun asi algo extraño empecé a sentir desde que la conocí. Como si no pudiera evitar desear estar cerca.

Sus amigas reaccionaban justo como debían cuando me veían, se interesaban en mí y trataban de complacerme. Aun así, ella no parecía ponerse celosa de que me rodearan. En la fiesta la perdí de vista y pensé que se había ido. Por lo menos hasta que escuché a unos tipos decir su nombre.

—Zack, ¿No quieres que bailemos un poco? —Vivían, era bella, pero yo era un cazador, estaba aquí por Amanda y hasta que no fuera mía no iba a rendirme.

—Espérame un minuto —dije y fui a la habitación donde esos chicos se metieron.

Al entrar a esa habitación vi a Amanda sujeta a una cama por esos tipos. Uno de ellos le estaba sacando una foto a su entrepierna. Y había otro con su paquete en la mano. Si hubiera estado en casa, la sangre de esos desgraciados estaría decorando las paredes y el techo. Aun así, si comenzaba a comportarme de ese modo mi padre me descubriría. Por lo que solo los golpeé hasta dejarlos inconscientes, tal vez quebré alguno de sus huesos, pero a mi eso no me bastaba.

Amanda parecía estar sufriendo por lo que la vestí como pude y me la llevé fuera de la fiesta. Mientras golpeaba a esos tipos, uno de ellos me dijo que la habían drogado con una pastilla nueva. Por lo que no sabía si era mejor llevarla al hospital o a mi casa. En el camino ella recuperó la conciencia, pero parcialmente porque susurraba incoherencias.

—Te extrañé mucho —parecía confundirme con alguien más, eso hizo que se me helara la sangre. Si tan importante era… ¿Por qué no estaba con él en vez de estar en mis brazos?

Traté de hacerla entrar en razón, pero seguía comportándose como una chica traviesa tocándome y besándome. Ese besó, por favor, no sé qué me detuvo; lo hacía de una manera que me provocaba horriblemente

—Amanda, lo digo en serio —la tonta no podía ni caminar; sin embargo, quería montarse sobre mí. Esperaba que fuera el efecto de la droga y no su confusión. Pensar en que sería capaz de ser así por otro tipo me ponía furioso.

Llamé a Matías y le pregunté si sabía qué hacer en caso de que drogaran a alguien con esa mierda y me recomendó meter a la persona en la ducha. Cuando volví con ella se había quitado casi toda la ropa, con lo que me costó colocársela. Suspiré y la tomé en brazos para llevarla a la ducha. Abrí el agua fría y me metí con ella.

—Duele, ayúdame por favor Nino—ella me había llamado Nino ¿Quién era ese maldito? Uno de los tipos que la molestó o su novio. Eso me puso furiosos.

—Amanda, soy Zack —dije casi a punto de soltarla e ir por el tipo ese. Luego recordé que había sido drogada y traté de hacerla entrar en razón—. ¿Puedes oírme?

—Zack —al fin parecia estar más lúcida.

Ella empezó a hacerme preguntas. Miré su cuerpo y no vi marcas. No sabía si preguntarle que era lo que le habían hecho, un abuso iba más allá de lo que yo podía tolerar que le hicieran. Finalmente, lo hice y después de varias respuestas dudosas terminó diciéndome que era virgen. Recordé la foto que le habían sacado, parecía que ellos tampoco esperaban eso de ella.

—Tranquila, lo importante es que tú estés bien —dije y la saqué del agua. Si ellos hubieran estado con ella le dolería todo el cuerpo y sangraría, por lo que me calmé al saber que no habían llegado a tanto—. ¿Puedes quedarte sola en el dormitorio?

Necesitaba cambiarme y ella también, pero estaba mojando el suelo con mi ropa húmeda. La recosté sobre la cama y le pedí que me esperara. Me quité la camisa y me puse una camiseta, tomé unos pijamas y fui hasta el baño. Después de cambiarme busqué entre mis cosas. La chica con la que estuve la semana pasada había olvidado unos shorts y tenía una camiseta que le entraría a Amanda. Se lo di y le pregunté si podía cambiarse sola. Una vez que se cambió puse toda la ropa a lavar y llamé a mis hombres y les pedí que se encargaran de esos bastardos. No dejaría que se acercaran de nuevo a ella.

—Zack —ella me llamó y fui a toda prisa.

—¿Qué ocurre? —pregunté preocupado.

—Tengo náuseas. ¿Me ayudarías a levantarme? Aún me tiembla el cuerpo —ella no me miraba a los ojos. Parecía que sus mejillas ardían.

—¿Tienes fiebre? —le pregunté y toqué su rostro. Ella corrió mi mano y negó con la cabeza—. Si hubiera querido hacerte daño no hubiera hecho todo esto por ti. No debes temerme.

—Lo siento, fue por instinto —me explicó, ella se veía muy linda cuando no me trataba mal.

Autora; Osaku

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