Capítulo catorce -

El extraño comportamiento de Zack

—Maldición —dijo Amanda al ver su móvil.

—¿Qué te ocurre? Atiende aún falta para llegar —dije al ver que se ponía nerviosa.

—Hola. Estoy bien mamá. Seguro. Es solo un amigo, no le hagas caso a la tía. Si lo es —al parecer hablaba con su madre adoptiva, ya que su voz era muy suave y dulce cuando le respondía—. Mamá estoy con él, no me hagas decir cosas vergonzosas. Claro que te quiero. No lo pondré al teléfono. Porque está conduciendo. Te llamaré pronto, salúdame a papá y a Luz de mi parte. Claro que iré pronto a casa. Adiós.

Ella estaba completamente sonrojada. Una niña en el cuerpo de una mujer. ¿Cómo podía ser tan diferente con su madre y conmigo? ¿Qué haría falta de mi parte para que algún día actuara así conmigo?

—¿Qué cuenta tu madre adoptiva? —pregunté sin poder evitar burlarme.

—Quería saber quién eras. Mi tía le contó que no te presenté y se preocupó —dijo finalmente.

—Así que ya somos amigos. Eso es bueno —dije como un tonto. ¿Por qué me comportaba así con ella? Ya sabía que era virgen y no iba a poder jugar como a mí me gustaba, y menos ahora que la tendría en casa.

—Evitemos hablar innecesariamente —dijo y volvió a cerrarse, no volvió a hablar en todo el viaje.

Esa noche, mientras ella se acomodaba en el cuarto de huéspedes, pedí comida y preparé la mesa para que cenemos. Era extraño hacer esto con una chica sin esperar acostarme con ella. Ni siquiera sabía por qué la había ido a buscar a casa de su tía. Aun así, había algo en ella que llamaba mi atención. Como si no pudiera evitar quererla cerca.

—Eso es mucho. ¿Invitaste a alguien a cenar? —preguntó al ver lo que pedí.

—No sabía cuánto comías por lo que compré suficiente para ambos. Come y deja de quejarte —dije y mi móvil sonó—. Ahora vuelvo.

Eran mis hombres preguntándome qué hacer con aquellos que habían empezado a investigar la desaparición de esos bastardos. Les pedí que borraran todo rastros de ellos, pero que utilizaran sus tarjetas de créditos en locales sin cámaras de seguridad y llevaran sus teléfonos a las fronteras y después los destruyeran. No iba a dejar que relacionaran a esos tipos con Amanda.

En ese momento me di cuenta de que era la primera persona por la que me había preocupado y dejado involucrar en mis asuntos. ¿Por qué lo hacía? Yo solía ser un tipo frío, y despiadado con quienes me rodeaban. Sin embargo, yo estaba comportándome como un tipo distinto. Acababa de darme cuenta de que tendría que mantener en secreto mis negocios con la presencia de esta chica en mi departamento. ¿Qué tan difícil era convivir con alguien que ni siquiera conocía?

Además, mi padre había enviado a Alex a buscarme. Seguramente trataría de convencerme para que volviera. Si bien, mi hermano no le revelaría mi ubicación a mi padre, no podía confiarme. Tal vez podría pedirle a esta chica que fingiera ser mi prometida. Así podría seguir viviendo aquí, y mi padre desistiría de la idea de casarme con una alemana que ni siquiera conocía. Aunque no sabía si Amanda aceptaría, ya que ella tenía un carácter especial.

Me llegó un mensaje de Vivían, me pedía que le avisara a Amanda que estábamos invitados a su cumpleaños. Esa chica quería fastidiar a Amanda. Me había estado hablando mal de ella toda la noche en la fiesta anterior. Por lo que era hora de que la pusiera en su lugar.

Empecé a marearme y recordé que no había tomado mi medicamento. Corrí hasta mi dormitorio, pero perdí las fuerzas antes de llegar. Amanda me vio caer y vino hasta donde estaba. Ese día había estado trabajando mucho y olvidé tomar dos dosis por lo que era normal que mi cuerpo se pusiera rígido.

—Necesito la pastilla verde —dije y señalé mi baño.

Ella entró rápidamente, cuando el dolor pareció insoportable y pensé empezar a convulsionar, sentí cómo mentía una pastilla en mi boca.

—Bebe agua —dijo con una voz dulce y me puse extraño.

De a poco mi cuerpo se relajó y pude ponerme de pie con su ayuda. Fuimos hasta el sofá y una vez que abrí los ojos la vi. Mi corazón debía desacelerarse, pero parecía golpetear más fuerte. Amanda tenía los ojos bien abiertos, no me había dado cuenta de que eran tan bellos al igual que sus labios. Ella me había besado de una manera compresiva dentro de ese taxi. Una manera que solo una chica con experiencia podía hacer. Me daba celos suponer que otros hombres le habían enseñado a hacerlo de ese modo. No era posible que yo fuera el primero, sobre todo con esa efusividad.

—¿Qué te ocurre? ¿Estás mejor? —preguntó y me di cuenta de que hacía un rato que la veía como un tonto.

—Gracias —dije y suspiré—. Tengo una rara condición desde que nací. Esas pastillas me ayudan a estar bien.

—Me preocupé mucho —dijo asustada y se sentó a mi lado. Sus palabras hacían que quisiera que fuera más que solo un decir, me consolaba saber que ella había aceptado venir a mi casa.

—No es necesario que lo hagas —dije y me puse de pie. Nunca una mujer me había visto tan vulnerable—. Vivían quiere saber si iremos a su cumpleaños el viernes que viene. Si tu móvil no sirve para responderle, usa el mío.

—¿Iras? —preguntó Amanda y le dije que sí. Utilizaría la fiesta para tener una coartada. Tenía que ocuparme de varios asuntos.

—Claro, tu amiga es linda. Tal vez tenga suerte y le permita dormir conmigo —dije y llegué a mi dormitorio, aún dolía, pero no quería que lo supiera.

—¿Necesitas algo? —preguntó con su voz dulce. Había conseguido que la empleara conmigo. Era una lástima que lo hiciera cuando yo estaba de esta manera.

—Solo voy a dormir. Dejemos la cena para otro momento —dije y cerré la puerta de mi dormitorio.

A la madrugada me desperté con sed, era normal que me ocurriera eso después de una de mis crisis. Fui a la cocina y luego de beber con entusiasmo dos vasos con agua escuché una voz. Venía del dormitorio de Amanda, así que me acerqué para asegurarme que todo estuviera bien. Al parecer ella hablaba dormida.

Autora: Osaku

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