Capítulo cuatro

No es agradable

Amanda esperaba que su profesora obligara a la chica a marcharse, pero le pidió que dejara las cosas sobre su escritorio. Al parecer tendría que aceptar la invitación de Zacarías o terminaría por tener problemas en la facultad. Ella había hecho mucho esfuerzo para volverse invisible ahí. Cuando la clase terminó, Amanda trató de salir del salón sin pasar por el escritorio de su docente. A diferencia de sus compañeras que corrieron a ver la tarjeta del regalo.

—Señorita Romano, espere por favor —dijo la profesora y Amanda se sonrojó.

Sus compañeras la miraron con mala cara, algunas hablaban de ella incluso. Una vez que Amanda se acercó a su profesora, esta le pidió al resto que se fuera.

—Está terminando el año, mi clase no es para que vengan a burlarse —la profesora estaba molesta.

—No sé de qué me habla —Amanda, no sabía que más decir.

—La tarjeta está dedicada a usted —dijo la profesora y le mostró que la persona que había traído las cosas había omitido esa parte para no avergonzarla.

—No sé quién es y le aseguro que no apruebo esta conducta al igual que usted —dijo la joven y su docente le pidió que se hiciera cargo. Se suponía que como estudiante de abogacía sabía como hacerlo.

—Buscaré el nombre de la persona que lo trajo y pediré a la empresa el remitente para luego hacer la denuncia correspondiente —indicó Amanda y su docente sonrió.

—Eres la mejor estudiante, en eso no se equivoca —parecía feliz—. ¿Qué harás con esto?

—No quiero nada de eso —aseguró Amanda.

—Estos aros parecen costosos —dijo la docente —. Deberías guardarlos como prueba.

—Solo tomaré una foto —Amanda lo hizo y salió del salón abrumada.

Al volver a su departamento este estaba minado de obsequios en la entrada. Incluso sabía donde vivía, empezaba a preocuparla. Hizo lo que le dijo a su docente que haría, pero eso no solucionó nada. Al otro día tocaron el timbre de su departamento y cuando fue a atender había una persona con varios regalos para ella. Eran bolsas de ropa, joyas y calzado.

—No puedo aceptar esto —dijo Amanda algo molesta.

—Disculpe, pero si lo llevo de vuelta no cobraré el viaje. Podría firmar y si quiere me llevo las cosas —dijo el muchacho preocupado.

—Está bien, pero me dejarás sacarle una foto al recibo —indicó Amanda y después de imprimir la copia volvió a la comisaría a hacer la denuncia.

No solo no tomaron en serio su denuncia, sino que se burlaron de ella por ser tan tonta de no aceptar lo que él había enviado. Ellos no entendían que no se trataba de lo que le daban, sino que ella no tenía por qué recibir cosas en su casa de alguien que ni siquiera conocía. Claramente, el tipo ese la estaba hostigando. Era una forma de violencia con connotación lasciva en la que, si bien no existía la subordinación, había un ejercicio abusivo de poder que conllevaba a un estado de indefensión y de riesgo para la víctima, en este caso ella, pensó. Independientemente de que se realizara en uno o varios eventos. Al volver a su casa estaba Zacarías en la puerta esperándola.

—¿Qué mierda quieres? ¿Estás loco? —preguntó ella enojada.

—¿No te gustó lo que te envié? —preguntó él mientras se acercaba a Amanda, por lo que ella le pidió que no siguiera avanzando. Él no le hizo caso y continuó hasta arrinconarla—. Me gustaría ver que eres capaz de hacerme.

—Quiero que me dejes en paz —la muchacha estaba muy enojada.

Armlock es una llave de agarre cuyo objetivo es híper extender, híper flexionar o híper rotar la articulación del codo o del hombro para causar dolor o incapacitar al oponente. Eso fue lo que Amanda le obsequió a Zacarías.

—Nunca estuve con una chica que supiera hacer este tipo de cosas. Ahora me gustas más —dijo él como si lo que ella le estaba haciendo no le causara dolor. Se zafó con un movimiento rápido, pero arriesgado, ya que puso fracturarse al hacerlo.

Ahora la tenía contra la pared, parecía indefensa, pero cuando él se acercó aparentemente para tratar de robarle un beso, ella le pateo, la entrepierna y corrió hasta su departamento. Una vez que entró llamó a la policía. Cuando llegaron él ya no estaba ahí.

Amanda no sabía qué hacer, por lo que después de un rato recordó que Matías estaba dando una clase a esa hora y fue a la facultad para buscarlo. Si no podía intimidar a Zacarías trataría de conseguir ayuda de su amigo. Ella esperó a que terminara y cuando todos salieron le preguntó a su profesor si podía dedicarle unos minutos. Amanda le contó lo que había ocurrido con su amigo y él le pidió disculpas de inmediato.

—Lo lamento Amanda, él no es de aquí. Creció en Rusia, a veces le cuesta interpretar a las personas. No quiere más que salir contigo y conocerte, pero si tú no deseas hacerlo yo se lo diré y ya no te molestará más —le aseguró Matías a la muchacha. Esta le dio las gracias y salió de la clase.

—Se lo agradezco profesor —Amanda salió de la facultad y como era tarde usó una aplicación para pedir un taxi. Sin embargo, unos tipos se le acercaron y trataron de robarle.

Ella no iba a permitir que le quitaran sus cosas, por lo que inmovilizó a uno de ellos y le pegó en la entrepierna mientras que forcejeaba con el otro. Sin embargo, en la oscuridad no vio que en realidad eran tres los hombres y uno la golpeó en la cabeza dejandola confundida.

—¿Qué es lo que están haciendo? —Zacarías había ido hasta la facultad para pedirle consejo a Matías cuando se enteró de que Amanda lo había denunciado. Al ver la escena no pudo evitar tratar de salvarla.

Él era experto en lucha cuerpo a cuerpo, era un requisito indispensable que tenía su padre para con él y sus hermanos. Una vez que le rompió el brazo a quien había atacado a Amanda, fui tras el último. Zacarías disfrutaba las peleas callejeras, por lo que una vez que puso a los tipos en su lugar quedó satisfecho. Amanda aún no recuperaba el conocimiento, por lo que llamó a Matías para que lo ayudara. No quería que ella se sintiera hostigada de nuevo. Ya la muchacha le había dejado un fuerte dolor en la entrepierna.

Autora: Osaku

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