Capítulo once

Una promesa de amor, Amanda

¿Qué es el amor? ¿Qué es lo que amamos? ¿Por qué queremos tanto que nos amen?

Después de que Nino murió me juré a mí misma que no volvería a amar a alguien así. Si bien, amo a mis padres, a mis tíos e incluso a mis hermanos; no era lo mismo. Jamás volvería a involucrarme en una relación amorosa porque me di cuenta de que eso me haría débil.

Si bien Nino tuvo muerte cerebral durante la cirugía que le practicaron para tratar de detener la hemorragia que le causó la bala que recibió por mí, también estuvo conectado a esos malditos cables unos días más. Mientras, personas de la organización para la que mi nuevo padre, el señor Li trabaja, se encargaban de eliminar a quien había causado todo esto.

Observé como era torturado quien una vez arruinó la vida de mi madre. Vi cómo lo hacían a escondidas, ya que ella no quería que mi mente se dañara más, intentaba protegerme. Algo que ya no era posible. Bernardo jamás mostró remordimiento. Incluso juró que si llegaba a salir con vida de esa jaula, haría miserable la vida de quienes lo capturaron.

Bernardo fue el primer esposo de mi madre Tania. Estaba tan obsesionado con ella que hizo todo lo que pudo para mantenerla cerca. Incluso torturarla y jurarle que si lo dejaba me haría lo mismo a mí. Cuando él murió la primera vez, mi madre me dio un arma y me pidió que la conservara, hizo que practicara artes marciales e incluso tomé clases de armería para saber usarla. Cuando él regresó de la tumba no pude dispararle, no me defendí y no fui capaz de proteger a quienes amaba. Pensé que, si elegía tener una vida común, en la universidad, estudiar abogacía como papá y podría hacer que se sintieran orgullosos de mí sin causarles problemas. Liberándolos de tener que ocuparse de mí todo el tiempo. Pero no fue así, ya que desde que fui secuestrada esa vez, mamá no volvió a ser la misma. Me llama a diario y aunque no me lo dice, pide que otros me llamen para asegurarse de que estoy bien. Lo que hace que me replantee si en verdad tomé la decisión correcta.

Un chico tonto, que se parece a Nino, me salvó la vida anoche. Tal vez solo fue coincidencia, que esos malditos me drogaran y trataran de usarme como si fuera un pedazo de carne, pero no podía dejar de reflexionar sobre eso. Porque otra vez no fui capaz de hacer nada. No solo para salvarme sino después.

Necesité de ese tonto de Zack, su abrazo, su consuelo y me odié por ello. Alguien a quien apenas conocía y que me desagradaba. Sin embargo, en ese momento no pude ser quien se supone que debo ser. Por lo que era hora de que empezara a tomar las riendas de mi vida y no dejar que otros me pisotearan.

—Amanda no comiste nada ¿Tan feo cocina tu tío? —preguntó Brenda.

—No tía, aún me duele el estómago por la fiesta de anoche —mentí.

—Mami, ¿podemos comer el postre de Amanda si no lo quiere? —preguntó mi prima.

—Rebeca, cuantas veces debo decirte que no te subas sobre tu hermano —Tía Brenda había decidido ser madre. Ella y mi tío Rodrigo habían adoptado a tres niños pequeños cuando ocurrió el desastre de la organización.

Rebeca ya había cumplido diez años, Rómulo tenía siete y Remo seis. Eran buenos niños con padres malvados que fueron eliminados de la organización por tratar de ponerse sobre los demás y lastimar a muchas personas. Ellos no sabían que sus padres habían sido asesinados y tampoco mis tíos. Yo me enteré por revisar el diario de mamá, el cual quemaba luego de terminar de escribirlo.

Esa era mi familia, personas que estaban obligadas a vivir fuera de la ley, para bien y para mal. ¿Cómo podría yo tener una vida normal? Era tonto pensar que algún día un buen chico podría enamorarse de mí y aceptarme como soy.

—Amanda, porque no dejas que te compre otro teléfono. Ese es un desastre —mi tío era un hacker que ganaba mucho dinero y hacía poco tiempo había empezado a trabajar en secreto para la organización donde mi padre era el líder.

“Los superiores” se hacían llamar. Su anterior líder había sido un ruso que murió en una explosión porque uno de sus compañeros lo traicionó. Él y toda su familia habían muerto. Así como yo moriré si mi padre traiciona a los suyos. Por eso he preferido concentrarme en estudiar, aunque ahora, después de lo que ocurrió, iba a buscar a quienes trataron de lastimarme y los iba a matar. Tal vez yo no era la más fuerte, pero si era inteligente.

—Tío, ¿puedo usar la computadora? Necesito buscar información —no le mentí del todo.

Entré a la computadora central de la universidad y revisé los expedientes. Valentino tenía varias denuncias por acoso. Todas caían sobre uno de sus familiares, uno de los decanos. También había cinco chicos más que habían sido acusados, pero las alumnas habían retirado los cargos y se habían ido de la universidad.

—Amanda —dijo mi tío y cerré mi anotador.

—¿Sí? —pregunté y él se sentó frente a mí.

—Sabes que tu mamá me pide que te vigile —dijo, suspiró e hizo una pausa.

—Sí, gracias por no contarle lo que me pasó esta semana. Y por tampoco decirle a la tía, a ella se le escaparía y mamá enloqueseria —dije segura de que él ya sabía lo que me había ocurrido.