Capítulo diecinueve

No puedo así

Amanda me pidió que fuéramos al sofá. Al parecer, notaba que tenía intenciones de ir detrás de ese maldito que había intentado manosearla. Aun así, mis hombres pronto lo tendrían y una vez que ella se durmiera iría a hacerme cargo de él. Me abrazó de una manera que me dejó extrañado, si bien en la fiesta estaba enojada como una fiera a punto de comerse a su presa, ahora se mostraba mucho más indefensa, como una pequeña cachorrita que necesitaba caricias.

—¿Quieres contarme que fue lo que ocurrió? —le pregunté y negó con la cabeza—. Está bien, ven aquí.

Ella se acurrucó entre mis brazos y su cabeza quedó sobre mi pecho. Bajé la mirada y miré sus ojos, mi corazón empezó a latir con fuerza. Desde el día en que la vi por primera vez mi percepción de ella había cambiado bastante. Como si una parte de mí me estuviera diciendo que nos conocíamos, pero de una forma extraña. Ya que, yo estaba seguro de recordarla si la hubiera visto en el pasado. Era una sensación de familiaridad que no podía quitarme.

—Hablemos de otra cosa —dije y ella sonrió—. ¿Tienes hermanos?

—Sí, ninguno de sangre, pero tengo varios —ella no parecía querer hablar de su familia.

—Amanda, ¿Por qué te empecé a agradar tan de repente? —pregunté sin pensar.

—No lo sé, no es que me agrades, pero siento que necesito estar cerca de ti —dijo sorprendiéndome. Me pasaba lo mismo, como si algo me obligara a estar al pendiente de ella.

Acerqué mi rostro y empezamos a besarnos. Ella cerró sus ojos y se colgó de mi cuello como si no quisiera que me apartara. Mientras lo hacíamos, supongo que por costumbre, tomé uno de sus pech* y presioné mi mano sobre él. Sin embargo, ella hizo un sonido que me transportó a ese maldito momento en el que estuve con esa chica que me llenó de temor.

—Quiero hacerlo Zack —dijo la chica mientras nos besábamos en el baño.

—¿Sí? Entonces hagámoslo —dije y empecé a bajarme los pantalones—. Espera, ya estuviste con otros tipos ¿Verdad? No lo hago seguido con mujeres sin experiencia.

—¿De qué estás hablando? Claro que estuve con otros —dijo muy segura de sí. Por lo que no dudé en ponerme el preservativo. Acaricié su zona más sensible y al darme cuenta de que estaba lista me adentré poco a poco en ella.

Tenía como cinco años más que yo, por lo que supuse que no me mentía, sin embargo, a medida que me iba acomodando sentí que algo no estaba bien. Su cuerpo me apretaba demasiado, por lo que le pregunté si quería que me detuviera y ella negó con la cabeza. Aun así, después de unas cuantas embestidas sentí cómo algo se estiraba, pensé que el preservativo se había roto. Al mirar el suelo no podía creer como este estaba lleno de sangre. Lo estábamos haciendo de pie y eso podía causar que me acomodara mal, pero no al punto de lastimarla tanto. Ella empezó a gritar de dolor por lo que instintivamente me aparté.

Por suerte para mi Matías estaba con su amiga en otro cuarto y cuando escuchó lo que pasaba vino. Al verme, pese a ser moreno, se puso pálido. Ella gritaba en el suelo teñido de rojo mientras yo miraba mis manos. Me había mentido, era virgen y encima tenía un problema en la sangre que hacía que sus heridas no dejaran de sangrar. La llevamos al hospital y terminé en prisión porque me acusaron de abusar de ella hasta que confesó su problema médico. Desde entonces, me dije a mí mismo que siempre que estuviera con una mujer, me aseguraría de que no fuera su primera vez.

Amanda se apartó de mí y fue hasta donde estaba el interruptor de las luces. Al parecer, quería que no pudiera verla. Porque volvió hasta donde yo estaba con ayuda de la luz de su móvil y se sentó sobre mí para que siguiéramos besándonos. Ella era tímida en ese aspecto, lo que me dio cierta tranquilidad. No tendríamos relaciones, si yo era su primer beso no se animaría a nada en un buen tiempo. Pero al contrario de lo que yo pudiera pensar, ella se sacó la parte de arriba de su pijama y colocó mis manos sobre sus preciosos bultos. De una manera poco sutil me animaba a que siguiera tocándola.

Nunca supuse que la chica que me había despreciado tanto hacía pocos días ahora se comportara tan dispuesta. Había algo que yo no podía ver en ella y tenía que descubrirlo antes de continuar.

—Disculpa, no puedo —dije y me aparté.

—¿De qué hablas? Tú fuiste quien me tocó primero —me reclamó.

—Lo sé, pero no estoy listo para esto contigo —dije y me puse de pie.

—Hace menos de un mes no dejabas de acosarme. ¿Ahora que otros trataron de aprovecharse de mí ya no te gusto? —Amanda parecía molesta, era entendible, pero no quería sobrepasarme con ella.

—No se trata de eso —le aseguré.

—Entonces dime, Zack. ¿Ya no te gusto? —ella se comportaba distinto.

—Deja de decir esa estupidez. Claro que me gustas, te traje a vivir a mi casa, mi espacio personal. Me preocupo por ti cada vez que estás fuera de mi radar y siento que podría asesinar a cualquiera que te hiciera el más mínimo daño, porque no quiero verte sufrir, pero voy a casarme, ni siquiera podemos salir juntos y no quiero ser yo el que te joda la vida —dije con demasiada sinceridad.

—Solo nos besábamos, no esperaba que me lleves al altar por tocarme un poco —ella parecía querer burlarse de mí—. Cálmate principito. Lo único que pretendía hacer era sacarme las ganas contigo. Quitarme mis primeras veces para que ya no fueran un fastidio en mi vida. No voy a enamorarme de ti.

Ella se fue a su cuarto y me dejó solo en la oscuridad. La había jodido, pero lo mejor era eso. Mi instinto me decía que si seguía acercándome a Amanda ya no podría alejarme de ella. También fui a mi dormitorio, me molestó lo que me dijo, ya que solo quería usarme. Seguramente esperaba que ese tal Nino estuviera con ella y me manipulaba. ¿En qué momento me había convertido en su títere?

Fui a mi botiquín y me di cuenta de que me quedaba únicamente un frasco de mi medicamento. Por lo que le envié un mensaje a Alex, para que cuando viniera me trajera más. Era una droga que fabricaba la empresa de mi tío y solo yo la tomaba, había sido diseñada especialmente para mí y solamente ellos la tenían.

Autora: Osaku

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