La zona de batalla

Después de la oscuridad, una tenue luz apareció dando paso a una cámara de aire donde el grupo fue disperso en manera circular como en la habitación de observación con pequeñas diferencias; ahora no estaban acostados sino sentados y está vez eran acompañados por las personas de bata blanca que permanecían a su lado como estatuas que esperaban la próxima orden para moverse. Lyoth intentaba observar el lugar pero una breve sacudida le hizo entrar de nuevo en alerta. El suelo alrededor de aquel círculo donde se encontraban se movió y se separó del resto comenzando a descender como si de un extraño elevador se tratará.

Durante el descenso, las personas de bata blanca se movieron de sus respectivos lugares y se acercaron a los minusválidos. De manera casi mecánica, uno a uno comenzó a inyectar una nueva jeringa con un extraño líquido verde que redujo la rigidez en los cuerpos y al mismo tiempo comenzaron a soltar las amarras de sus extremidades para finalmente ser levantados de manera brusca mientras en el centro de este extraño elevador se abría paso una pequeña máquina semi circular que giraba en su propio eje disparando pequeños pero dolorosos proyectiles que eran incrustados en zonas vitales de los cuerpos y envueltos en lo que parecían ser delgados hilos de un blanco platinado apenas perceptible a la vista a menos que se mirase con atención.

Antes que siquiera Lyoth pudiera ser totalmente consciente del dolor de aquellos proyectiles, fue puesta de espaldas a la máquina y está repitió el proceso pero el dolor se había concentrado en su columna vertebral casi hasta la zona de su nuca lo que provocó que la chica y el resto de prisioneros arquear sus cuerpos de manera antinatural al tiempo que de sus gargantas escapaba un grito desgarrador para finalmente ser sujetados por las personas de bata blanca para evitar que cayeran fuera del elevador pero no fueron puestos de nuevo en sus sillas sino que en su lugar fueron cubiertos por pequeños tubos de cristal que arrojo una extraña nube de gas y espuma las cuales así como habían aparecido, desaparecieron en cuestión de segundos dejando una extraña sensación de "frescura" en los cuerpos y ropas de los prisioneros (al menos de aquellos que no se había desmayado del dolor por el proceso anterior) para finalmente ser sentados en las sillas de ruedas al mismo tiempo que la extraña maquina que había lanzado los proyectiles desaparecía dejando el centro del elevador circular intacto, como nunca hubiera habido algo ahí antes.

Normalmente, sentarse resultaría una tarea sencilla, pero, en este caso no lo fue para Lyoth pues los hilos blancos y los proyectiles que la envolvían, ahora se incrusta en su cuerpo de una manera punzante y dolorosa provocando que pequeñas lagrimas escaparan de sus ojos mientras contenia un nuevo grito en su garganta.

"¿Que será ahora de nosotros? ¿Le estarán haciendo lo mismo a Nuboso?" se pregunto la joven mientras el ascensor continuo su camino hasta sentir una  breve sacudida y escuchar un breve pitido, indicando que la maquina se había detenido por fin.

Al principio Lyoth no pudo distinguir mucho debido a las lágrimas así que parpadeo unas cuantas veces para aclarar su visión mostrando que el ambiente no había cambiado mucho; la tenue oscuridad continúa persistiendo en aquel raro pasillo que se alzaba ante ellos. Las únicas tres diferencias eran que las puertas ahora eran de diferentes tamaños, el aroma a sudor y sangre predominaba sobre el olor propio de los medicamentos y los gritos de dolor y suplica ahora eran acompañados por gritos de guerra en diferentes dialectos, Estos dos últimos detalles cobraron un mayor eco en los sentidos de Lyoth cuando llegaron ante una puerta de gris oscuro que era mucho más grande que el resto de puertas que había visto desde su captura; el alto debía ser de unos diez metros y la anchura era similar.

Sin embargo, una vez que el grupo se encontró frente a la puerta y que uno de los hombres de bata blanca tecleara en la pared seguida del pitido característico para indicar que se podía acceder, la puerta hizo unos extraños sonidos transformando el largo de la misma hasta unos tres metros de ancho por diez de alto. Una vez terminado el proceso mecánico, el grupo ingreso a la habitación.

Lyoth no dejaba de preguntarse si Nuboso estaría ingresando por una entrada similar o que les esperaría del otro lado, solo esperaba poder verlo y que aún estuviera bien.

Si él y yo hemos sobrevivido hasta ahora, claro que volveré a verlo. Se dijo la joven antes de que el chasquido de la puerta abriéndose la sacará de sus pensamientos.

El lugar era inmenso; no podía verse el otro extremo de aquel extraño cuarto, las paredes estaban cubiertas de aberturas rectangulares lo suficientemente grandes para que entrara un adulto promedio, pero el resto de la habitación parecía una extraña mezcla de ambientes naturales como un pequeño bosque, arroyos, muros que simulaban las empinadas y cuestas de pequeñas montañas e incluso una zona árida y otra nevada que le recordaba el desierto y el invierno; sin embargo, dichos lugares no estaban sobrepuestos entre sí. Si no que se mantenían perfectamente alineados, separándose uno de otro.

Mientras avanzaban al centro del lugar, Lyoth logro divisar a pequeños grupos de prisioneros enfrentándose cuerpo a cuerpo o con diversas armas entre ellos y a criaturas de aspecto peculiar, que si bien no eran como sus carceleros, quizás estaban coludidos con ellos.

Debe haber algún escudo que los mantenga separados. Pensó Lyoth mientras paseaba su mirada por el lugar hasta donde sus ojos se lo permitían mientras aquellas zonas se abrían ante ellos como una cortina alzando un nuevo pasillo hasta que finalmente se detuvieron.

Ante ellos se encontraba el asistente de Nariz Chueca y Ojos Rojos sujetando sus tableros de notas y para gran alivio de Lyoth, también se encontraba el grupo de Nuboso con el resto de sus acompañantes de bata blanca.

Un breve silencio lleno la sala para seguir con un chirrido que dio paso a un tablero oscuro que descendió del techo hasta quedar detrás de la pareja que observaba impasible al grupo.

El asistente tocó su tablero y la pantalla emitió unos cuantos destellos para mostrar dos columnas; en una se encontraba el rostro de los recién llegados y del otro una columna con un pequeño grupo de imágenes de las áreas naturales que habían visto momentos antes y tras otro breve silencio y unos cuantos toques a ambos tableros, Ojos Rojos finalmente hablo.

- Les guste o no, han sido elegidos para formar parte de nosotros. Pero ahora dependerá de ustedes elegir. Si aún optan por la resistencia, el exoesqueleto que les hemos implantado se encargará de terminar lo que la transmutación química no logro. Y si realmente desean formar parte del imperio, entonces... que viva el mejor guerrero.- dijo el asistente con rostro imperturbable y ausente.

-Bienvenidos a la zona de batallas.-dijo Ojos Rojos con la misma mirada y rostro ausente, pero con un claro orgullo en su voz mientras hacía unos cuantos toques a su tablero.

Y antes de que Lyoth o cualquier otro de los prisioneros pudiera preguntarse a qué se refería la pareja, el suelo bajo ellos se abrió y la oscuridad nuevamente los devoro.

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