Desplazamiento

El pinchazo fue rápido, cómo el piquete de un mosquito. Y claro, cuando estás luchando por escapar, ese tipo de cosas no sueles sentirlas hasta que la descarga de adrenalina se desvanece. Por desgracia ese no fue mi caso; el calor y el ardor del líquido que aquel hombre introdujo en mi cuerpo me hizo sentir como si un río de fuego se extendiera por todo mi ser, acompañado por escozor y la rigidez que llegó como un látigo invisible que entumece todo tu cuerpo. Intenté gritar, pero mi voz se había desvanecido.

El hombre de ojos rojos se levantó con calma y celeridad; se acomodo la bata manchada y desato su cabello dejando al descubierto una cascada oscura que le llegaba por debajo del hombro, para momentos después atarlo de nuevo en una cola de caballo se alejo de mi campo de visión durante unos segundos para, seguidamente, teclear algo y tras un bip el sonido de unas llantas acompañados por sus pasos se detuvo a un costado mío.

Intenté mirarlo pero sentía que mis ojos se saldrían de sus órbitas si los movía más de la cuenta debido a la rigidez que me habían provocado, así que solo mire hacia la pared que tenía frente a mi. Gritando internamente por ser tan tonta y no haber actuado rapido. Creo que, tan alto gritaba mi mente que no sentí el momento en que el hombre de ojos rojos me tomo en brazos y con algo de dificultad logro sentarme y atar mis extremidades en aquella silla.

-Ven. Te llevaré a conocer a los otros- me dijo al momento en que empujaba la silla hacia la puerta para salir de la habitación.

Ante nosotros se extendía un largo pasillo cubierto por una fila de luces artificiales que titilaban al ritmo de los pasos de Ojos Rojos y una serie de puertas similares a la mía, bueno, de dónde me habían sacado y de las cuales golpes secos y ecos de gritos lejanos se hacían presentes.

¡Tienen prisioneros!

El miedo a lo desconocido se convirtió en frustración y después en rabia con pequeños matices de esperanza que me género aquella situación.

En lo profundo de mi ser intentaba reunir energía para sacar a mi cuerpo de ese doloroso trance, soltar mis amarras y desaparecer a Ojos Rojos para intentar liberar a los demás. Sin embargo, la voz de la razón (¿o sería la resignación?) junto con el brusco frenar de nuestro avance me hizo volver a la realidad.

Ante nosotros se alzaba una puerta negra, no mayor a dos metros y casi tan ancha como para que entrarán cuatro personas relativamente delgadas.

Ojos Rojos avanzo y quedó entre la puerta y yo.

-Espera aquí.- dijo con su tono indiferente mientras me daba la espalda.

Si mi cuerpo no estuviera rígido y atado, esa habría Sido una buena oportunidad para atacar...

maldita sea ¡¿porque mi energía no fluye?!

Tras unos pitidos y un sonido metálico la gran puerta se abrió, dando paso a un gran cuarto circular, dónde mi pesadilla pronto comenzaría.

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