Nueva rutina y un latente terror

Tras despertar y comprobar que seguía en la guarida de sus captores, Lyoth se preguntaba qué había sido todo aquello que experimentó al perder la conciencia en el cuarto del horror.

En varias ocasiones intentó dormir nuevamente con la esperanza de conectar con aquel lugar, pero no conseguía pasar de la entrada del bosque donde yacían los prisioneros.

Sus pensamientos solían ser interrumpidos cada cierto tiempo, cuando Ojos Rojos o la mujer de cabello rizado entraban a la habitación para colocar una nueva bolsa que le administraba el líquido a través de su intravenosa, tomar algunas notas, revisar las mangueras que penetraban la columna y finalmente dar un recorrido breve a las otras camas para repetir el proceso y salir del lugar, a veces solos y otras salían con alguno de los cuerpos en sillas de ruedas o en la cama.

La joven giraba su cabeza tan lento como su cuerpo se lo permitía y regresaba a su posición original, y miraba hacia el techo cuando ellos volvían a pasar cerca de su cama.

¿A dónde los llevarán?, se preguntó al contemplar la cama vacía y el resto de la habitación.

Al observar con más detenimiento, Lyoth comprobó que, a diferencia de la recámara anterior donde no se podía medir el transcurso del tiempo por la falta de sol, en este nuevo cuarto se filtraba tenuemente su luz y la oscuridad no era total. Así que le resultó más fácil a la joven comenzar a medir los días en aquel nuevo lugar.

Y así pasaron los días, comenzando una nueva rutina. Después de que Ojos Rojos y la mujer de rizos dieran sus rondas habituales y que algunos de los durmientes desaparecieran tras la visita de la pareja, Lyoth miraba a su alrededor y, una vez se aseguraba de que no había nadie, se concentraba en intentar dormir para entrar de nuevo a aquel extraño sueño donde había visto al humanoide de cuatro alas, pero el resultado continuó siendo el mismo.

¿Será por el cambio de lugar? ¿O ese líquido que me administraban con aquellas mangueras tras mi cabeza? Se preguntaba la joven mientras observaba el techo e intentaba mover sus extremidades, pero éstas se sentían tan pesadas como barras de acero.

De pronto, la puerta se abrió acompañada de pasos y el leve sonido metálico de la silla de ruedas, seguido de un falso tono de alegría por parte de Ojos Rojos, quien parecía cuchichear con la mujer rizada.

Lyoth se mantuvo en su posición recta y continuó mirando al techo, intentando amplificar sus sentidos del tacto y el oído cuando sintió a la pareja cerca de su cama.

- Hemos tenido un mayor índice de positividad en los resultados - dijo la mujer rizada.

- Parece que podremos pasar a la siguiente fase, será mejor que seleccionemos unos cuantos candidatos antes de hacerlo a gran escala. Dile a los demás que vengan más tarde por ellos - dijo Ojos Rojos, con un dejo de alegría en su voz.

- Claro que sí - respondió la mujer.

Lyoth giró lentamente la cabeza y observó a la pareja tomando sus notas habituales, antes de detenerse en el centro de la habitación cerca de la columna circular y presionar algunos botones como lo hacían en la pared para abrir o cerrar las puertas. Lyoth observó cómo una parte de la columna blanca desaparecía y daba paso a una luz con forma ovalada de destellos azules lo suficientemente grande para que un adulto promedio pudiera pasar.

Ojos Rojos poco a poco se sumergió en aquella luz, al mismo tiempo que le indicaba a la mujer rizada que acercara una camilla vacía. Ella obedeció y trajo lo solicitado, mientras el hombre se perdía en la luz y, al cabo de unos segundos, Ojos Rojos salió cargando a alguien en brazos, para acto seguido ser colocado en la camilla con ayuda de la mujer rizada.

La pareja realizó el mismo proceso que habían aplicado en Lyoth cuando la sacaron de su encuentro con el humanoid, pasaron una luz cerca de sus ojos y colocaron dos círculos metálicos en su pecho para generar una fuerte descarga que hizo contorsionar al cuerpo de forma antinatural un par de ocasiones hasta escucharle gemir y toser por haber reaccionado ante la descarga.

"Signos estables", dijo la mujer rizada.

"Excelente. Colócalo junto a los otros", dijo Ojos Rojos mientras hacía sus anotaciones.

La mujer asintió y se volvió en dirección hacia Lyoth, empujando la camilla mientras la joven contenía la respiración y miraba hacia el suelo con su cabeza floja, intentando no llamar la atención. Por desgracia, eso no pasó desapercibido para la mujer rizada, quien dejó la camilla del nuevo paciente y se acercó a Lyoth para acomodar de nuevo su cabeza sobre la almohada, mirándola fijamente esperando alguna reacción. Al no tener ninguna, esta volvió a su tarea y dejó la camilla junto a Lyoth.

"Ayúdame a acomodarlo", le dijo la mujer a Ojos Rojos.

La joven continuó mirando hacia el techo mientras escuchaba cómo la pareja levantaba al recién llegado para colocarle su intravenosa y después acostarlo de lado para introducirle las agujas y mangueras a lo largo de su columna, y después acostarlo boca arriba para colocarle la extraña mascarilla a la altura de su nariz y boca. Luego se acercaron a Lyoth y le hicieron su revisión habitual. Por desgracia, aquella máquina que sonaba al ritmo de su corazón le delató y eso centró aún más la atención de la pareja.

Repetieron el proceso; revisaron su intravenosa, cambiaron la bolsa de medicamento y la acostaron de lado para revisar las mangueras de su columna, acostando de lado a Lyoth. Fue esto último lo que le permitió mirar al recién llegado; un chico de tez pálida, cabellos y plumaje de tonos blancos y grises que anunciaban la tormenta, y ojos que en otro tiempo habrían sido del color de los relámpagos pero ahora eran igual de pálidos y perdidos como los de su hermano.

Ante ella se encontraba Nuboso.

Y antes de que la joven pudiera siquiera preguntarse algo, un nuevo y fuerte pinchazo en el centro de su espalda invadió su ser y la dejó caer de nuevo en un estado de ensoñación.

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