Capítulo ocho - Una esposa distinta

Corrí hasta mi dormitorio para tomar a esa mujer y hacerle confesar la verdad. Al entrar me sorprendí al ver cómo ella y Alexander desayunaban juntos. Él parecía muy feliz de darle de comer en la boca a su madre y ella se mostraba amorosa.

—¿Qué ocurre? —pregunté tratando de calmarme.

—Perdón, papá —dijo él asustado. ¿Por qué yo era el malo ahora?

—Alexander solo vino a cuidar de mí, ya que yo lo ayudé a que se le pasara el dolor de estómago anoche —dijo ella como si en verdad fuera su madre—. Gracias por ayudarme, pero mamá está muy cansada. Debes ir abajo a desayunar con papá.

—Espérame abajo y no vuelvas a entrar sin mi permiso —le dije y me miró como si estuviera enojado conmigo.

Una vez que una de las mucamas tomó la mano de mi hijo, cerré la puerta del dormitorio. Le pregunté que se suponía que estaba haciendo. Ella solo dijo que lo que le correspondía.

—Estuve buscando a Alexander por más de diez minutos —dije fastidiado.

—No me dijo que entró sin permiso —ella se levantó de la cama.

—No suelo golpear mujeres, pero si le haces algo a mi hijo juro que —dije y ella me corrió la mano.

—Soy tu esposa ahora, así que empieza a guardarte esas amenazas —la maldita me dio la espalda—. Debo ir al baño, ¿o también tengo que darte mi itinerario del baño?

La agarré del brazo para que se detuviera. Esto no era un juego.

—¿Ahora qué? —preguntó como si ella estuviera fastidiada de mí.

—¿Crees que hablas con cualquiera? Podría aplastarte la cabeza en medio de Moscú y nadie diría nada, no me provoques o sabes lo que haré —le advertí.

—Matarás a niños inocentes, lo sé, pero yo no hice nada malo. El pequeño entró y dejé que me alimentara fingiendo ser su madre moribunda —sus palabras fueron demasiado, no pude contenerme. La tomé del cabello y la arrastré hasta la cama—. ¿Vas a abusar de mí?

—Deja de provocarme —le advertí por última vez.

—¿O qué? Si lastimas a alguno de esos niños, tomaré un cuchillo y cortaré mi garganta delante de tu hijo. Mejor aún, grabaré un video donde me suicido y lo subiré a internet —ella se comportaba muy distinto al día anterior—. No quiero que empecemos con el pie izquierdo. Entiendo que desconfíes de mí. Soy una extraña para ti y sinceramente no te soporto, pero Alexander necesita una madre. Así que o aprendes a controlarte o toma tu arma y dispárame en la cabeza porque no seré distinta de lo que ves.

En ese momento golpearon la puerta y tuve que soltarla. Estaba eufórico y muy molesto. Al abrir me encontré con los padres de Elena, ellos pasaron y al darme vuelta la vi en la cama fingiendo estar muy enferma.

—Hija, ¿Cómo te sientes? —preguntó su madre.

—Cálmate Tatyana, no la abrumes con preguntas —dijo su padre.

—Ella apenas puede hablar, será mejor que solo le cuenten algunas cosas para no abrumarla —dije y fui hasta donde estaban.

—Alexander está esperándote abajo para desayunar. Nosotros nos haremos cargo de ella, ve tranquilo —dijo mi suegra y tuve que hacerlo o sospecharían.

Estuvimos casi veinte minutos con Alexander en el comedor mientras comía su desayuno. Una vez que terminó le pregunté si deseaba volver a ver a su madre y él me miró feliz. Aproveché la excusa para subir con él. Cuando entramos los padres de Elena hablaban entre ellos, miré la cama y ella tenía los ojos cerrados, estaba fingiendo estar dormida.

—Se ve mucho mejor —su madre parecía satisfecha.

—Al parecer empezó a comer, eso es bueno —su padre no parecía darse cuenta de que ella era solo una impostora. Si podía engañarlos a ellos, seguro podría con el resto de las personas.

—Les dije que había mejorado. Ahora, si les parece, los acompaño a la puerta. Alexander debe comenzar con sus terapias y yo debo ir a la oficina —dije mirando la hora en mi reloj.

—Claro, no queremos interrumpir sus actividades. Aunque por la tarde volveré a verla —la madre de Elena empezaba a sacarme de quicio—. Traeré algo de sopa borsch, es su favorita.

—Aquí la cocina puede prepararle la sopa —dije y ella me miró.

—Nunca será como la de nuestra familia —la mujer no se rendía conmigo, pero antes de que pudiera decir algo, Alexander me preguntó si él podía ir a casa de sus abuelos al terminar con sus terapias para ayudar a su abuela a cocinar. Me sorprendió que tuviera esa iniciativa. Él no solía ser un niño tan atento con regularidad.

—Si le parece, señor Kosovo, lo vendré a buscar cuando lo indique —dijo el padre de Elena.

—Por supuesto, le diré a su niñera que se ponga en contacto con usted —después de que se fueran y que Alexander entrara a la sala de estudios con uno de sus terapeutas volví a subir al dormitorio.

Aún no había terminado con esa mujer. Cerré la puerta para que nadie pudiera interrumpirnos, ella me esperaba sentada en la cama.

—Reconozco que me pasé cuando me amenazaste, pero es que es imposible complacerte. Te pido disculpas, no quiero que Alexander sufra y no haré nada en su contra. Sé lo que es perder a tu madre y entiendo lo que tratas de hacer, aunque no hayas usado los mejores recursos. Por lo que si dejas de amenazarme intentaré seguir tus órdenes —¿cómo hacia esta mujer para cambiar tanto en tan poco tiempo?

—¿Qué te dijeron? —le pregunté para tomarme un minuto para tranquilizarme antes de decir que hacer con ella.

—¿En verdad quieres saberlo? —preguntó como si tratara de protegerme de algo. Eso era imposible, conocía bien a mi difunta esposa.

—Solo dilo —le advertí sin paciencia.

—Me preguntaron si tú me estabas envenenando, creen que descubriste que pensaba abandonarte y por eso fingiste lo de mi enfermedad. En realidad, la de tu esposo, pero supongo que se comprende —dijo ella y miré fijamente sus ojos, parecía sincera.

—Mi esposa no sería capaz de dejarme —aseguré.

—Pues eso no es lo que les dijo a sus padres. Aun así, les expliqué que siempre habías estado cuando te necesité estando enferma, por lo que ya no quería irme ¿Estuve bien? —preguntó.

No pude evitar preguntarme si en verdad había algo que yo no sabía de mi esposa.

Autora: Osaku

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