Capítulo diecinueve - ¿Quién es esta Elena?

—¿Se encuentra bien, señor Kosovo? —Irina no solía desubicarse. Tal vez se había dado cuenta de que yo estaba distraído. No sé cuál es la razón, pero me imaginé a Elena con Arthur, supongo que fue culpa de esta mujer que no deja de trastornarme la mente, que ni a la hora de hacerlo con otra no podía dejar de tener en la mente cosas que ella había metido con anterioridad.

—No te preocupes preciosa. ¿Cómo van las cosas con tu padre? —le pregunté mientras terminaba de vestirme. Cómo Alexander estaba en casa, tuvimos que hacerlo en la biblioteca.

—Bien, muchas gracias por la ayuda —dijo y me miró Avergonzada.

—¿Qué ocurre? —le pregunté, ya que se notaba que quería decirme algo.

—Me sorprende que me pidiera estar con usted, porque su esposa se ha recuperado —ella no sabía la verdad, por lo que mentí.

—Ella aún no puede tener intimidad, secuelas de su enfermedad —indiqué.

—Espero que pronto se mejore, aunque me gusta cuando me llama —Irina era muy devota a mí, así como lo había sido Elena cuando nos conocimos.

La joven y cálida mujer se marchó y volví al dormitorio, mi nueva esposa dormía plácidamente. Por un instante pensé en Elena, ella me habría esperado hasta último momento y habría besado mis labios antes de irse a dormir. Sin embargo, esta mujer no me amaba. Aun así, estaba dispuesta a enfrentar mis pruebas para proteger a un niño. Si bien al principio, por enojo, quise hacérselo difícil, después de meditarlo me di cuenta de que no debía ser tan cruel, ya que lo único que tenía de malo era que no sabía ser devota a mí. Algo que mis propios hombres aprendían con el tiempo.

A la mañana le llevé el desayuno a la cama, ella se sorprendió; aun así, solo me deseó buenos días y comenzó a comer. Se veía muy linda, toda despeinada, me gustaba de esta forma, por lo que no le comenté que su cabello estaba alborotado.

—Hoy tendrás la primera prueba, no es imposible porque la propia Elena la hizo cuando nos casamos. Para ello voy a contarte una cosa distinta cada día, algo que te hará comprender por qué debes estar lista para el futuro. Yo no solo soy el multimillonario socio mayorista de Corporaciones Kosovo, también soy líder de una organización clandestina donde personas exitosas piden ayuda, protección o simplemente quieren ser parte de ese mundo. Su nombre es “los superiores”, tu amigo Nino es la mano derecha de uno de los nuevos miembros, un hombre con potencial que tendrá su ceremonia de iniciación en cinco meses. En esta el iniciado decide con cuál mujer desea intimar esa noche y puede elegir a la esposa de cualquiera de los integrantes. Por lo que esa podrías ser tú —dije tranquila y pausadamente.

—¿Las esposas de estos hombres se prostituyen? —ella parecía ofendida.

—Es una forma de que los hombres pierdan su ego y las mujeres muestren su devoción —aclaré.

—Es obligar a prostituirse por sumisión y poder, claro, nosotras debemos hacer el trabajo sucio —entendía su enojo, aun así, era algo que yo no podía cambiar. Desde el comienzo de la organización ese había sido un recurso para obligar a los nuevos y a los ya miembros a crear un laso, si Elena supiera que al principio este debía dormir con todas las esposas, pondría el grito en el cielo.

—Puede no gustarte, pero juraste devoción por lo que hoy te pondré a prueba. Elegiré a cuatro hombres y tú decidirás con cuál de ellos pasarás la noche, deben tener relaciones o al día siguiente los asesinaré —indiqué y me levanté de la cama.

Al llegar a la oficina Dmitri me recibió con muchos documentos para revisar y firmar. Parecía el trabajo de una semana. Mientras hacía eso le pedí que citara a Nino y a Arthur, necesitaba hablar con ellos. En mi descanso entré en mi correo y encontré el informe que había solicitado sobre esta Elena, algo no coincidía con su fecha de nacimiento y su edad. Según los registros, ella debería tener veintiún años y no veintiséis. ¿En qué momento ella había conseguido cambiar sus datos? La firma de la madre superiora estaba ahí. Por lo que la llegada de Nino a la oficina me iba a servir.

—Buenos días, señor Kosovo —dijo el muchacho.

—Nino, te cité porque quiero saber desde cuando conoces a Elena —dije sin rodeos.

—Cuando mi hermano y yo entramos al orfanato. Ellos jugaban juntos y nos hicimos amigos–me comentó el muchacho que seguía de pie, parecía incómodo.

—¿Cuánto tiempo ella estuvo ahí? —pregunté de brazos cruzados.

—Creo que lo mejor sería que hable con ella, no quiero meterla en apuros —aclaró el tipejo este y me molesté. Él no era nadie para proteger a Elena, en todo caso yo sería quien lo hiciera. Al notar que mi paciencia se agotaba, él suspiró y comenzó a hablar de nuevo—. Ella tenía cinco años, estuvo ahí hasta los once años y luego supe que alguien la adoptó. Mi hermano me contó que ella regresó cerca de los quince años, pero por motivos que desconozco estuvo casi seis meses encerrada sin querer hablar con nadie. Yo ya había comenzado a trabajar para el antiguo señor Li, por lo que iba a ver a mi hermano solo una vez al mes. También pasaba por la puerta de su cuarto y me quedaba hablando con ella. Según la madre superiora, Elena estaba enferma y debía descansar. Cuando mejoró se marchó y no volví a verle hasta mi cumpleaños, cada año vuelvo y le llevo obsequio a los niños. Ella hace lo mismo, aunque es la primera vez que lleva a alguien, supongo que por ser su esposo quería compartir esto con usted.

—Dijiste que tiene la misma edad que tu hermano. Pero según sé, él tiene veinte años —indiqué al ojear los informes que tenía en mi mano.

—Sí, Elena tiene veintiún años, los cumple el veintiocho de agosto —dijo el muchacho y miré las dos partidas de nacimiento de Elena. Una de ellas estaba mal. ¿Qué era lo que pasaba? ¿Y por qué ocultaría su verdadera edad?

Autora: Osaku

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