Capítulo dieciocho - Sé mía

Al llegar a casa Alexander se abalanzó sobre Elena, ella se mostró cariñosa con él, aunque una vez que mi hijo se durmió ella fue directo a darse una ducha. Logré escucharla llorar mientras lo hacía. Aunque no era mi problema, me afectaba saber que estaba así, por lo que pospuse nuestro encuentro con Irina y esperé a que saliera del baño para asegurarle que la ayudaría con la cirugía del pequeño Antón. Ella pareció sorprendida al verme parado frente a la chimenea.

—Necesitamos conversar sobre lo que ocurrió hoy —le dije y ella pareció mostrar su incomodidad, aun así, se sentó en la cama dispuesta a escucharme—. Nino es empleado de uno de mis nuevos socios. Eso quiere decir que necesito que me digas todo lo que él sabe de ti o deberé asesinarlo. Y no es algo que quiera hacer, ya que me puede traer más problemas.

—No por favor —dijo apresurada y me molesté un poco. ¿Tanto lo quería? Ella ahora era mi esposa, no podía estar pensando en otros hombres, ya las mujeres eran más enamoradizas. Si ella quería a alguien de ese modo podía traerme problemas.

—No me interrumpas —le advertí molesto—. Sobre el niño, Antón, te daré el dinero si lo quieres, pero tengo algunas condiciones.

—No lo quiero —dijo ella con el rostro descompuesto.

—¿A qué te refieres? Sin ese tratamiento el niño morirá ¿A caso tienes esa cantidad? —pregunté más irritado que antes. ¿Conocía a alguien que estuviera dispuesto a darle ese monto?

—No voy a ayudarlo —ella parecía molesta.

—Creí que te importaba. ¿Sabiendo que puedo darte lo que necesitas para salvar su vida, no aceptarás? —pregunté confundido.

—No entiendes cómo es la vida de un huérfano. Esos niños se pasan años esperando que alguien decida adoptarlos. Esas personas egoístas y con dinero van a los orfanatos a elegirlos como si fueran mascotas. Incluso hablan de cómo eres, te ves y otras humillaciones delante de ti. Se atreven a decir que te adoptarán, pero cuando van a hacer los trámites piden las historias clínicas, ninguno de ellos quiere adoptar a un niño enfermo. ¿Sabes qué pasará con Antón? Llegará a los dieciocho años sintiéndose un rechazado. Y cuando no consiga trabajo y se dé cuenta de que lo único que le queda es vivir como sirviente de hombres como tú, tomará malas decisiones y se corromperá. Sufrirá hasta el día que deba poner su vida como ofrenda a alguien con más poder que él. En cambio, si muere ahora habrá tenido una vida pacífica, rodeado de quienes lo trataron como a un amigo, a un par y a alguien apreciado —ella se puso a llorar.

No sé cómo, pero sus palabras me conmovieron al punto de sentir que debía ayudarla.

—Lo quieres demasiado —mis palabras hicieron que me mirara asustada.

—No lo lastimarás, prefiero morir a ver que lo uses para tus malditos planes —me advirtió poniéndose una pequeña navaja en el cuello. ¿Desde cuándo la cargaba consigo?

Forcejeamos y finalmente se la quité. La obligué a caer en la cama y su toalla se cayó. Le coloqué los brazos sobre la cabeza para que no pudiera seguir moviéndose y me subí encima. Ella trató de morderme, era una fiera cuando quería.

—Estamos hablando, no empieces a suponer cosas —le advertí de manera brusca—. Estás dispuesta a acabar con tu vida, ¿pero no quieres escucharme?

—¿Qué más quieres? —preguntó molesta.

—Quiero que seas más sumisa, tengo muchos problemas para tener que lidiar contigo. Solo quiero que hagas lo que te pida cuando lo pida sin importar lo que sea. A cambio dejaré que adoptes al pequeño. Te otorgaré una casa donde tú desees y el dinero suficiente para que ambos tengan una buena vida una vez que termines tu contrato conmigo. Hasta entonces él no puede saber de la adopción y solo estará aquí como un invitado —le dije y cambió su actitud completamente.

—¿Por qué harías tanto por nosotros? —me preguntó confundida.

Nuestros cuerpos estaban demasiado cerca, y se veía muy sensual. Por un instante deseé hacerlo con ella, me recordaba a Elena. Aun así, estábamos negociando ahora y no podía pensar en algo como eso.

—Hago lo que quiero cuando quiero. Si con eso consigo que me sirvas sin tener que soportar tus cuestionamientos no será problema. ¿Ahora qué dices? ¿Estás dispuesta a ser tiranizada por mí a cambio de tu vida y la de él? —pregunté casi seguro de que no aceptaría. Era una leona y no dejaría que la domestique.

—Acepto, aunque debes decirme donde estarán las limitaciones de mi voluntad o no podré hacerlo bien—dijo sin mirarme.

—Harás lo que te diga cuando te diga. ¿Tan difícil es entenderlo? —pregunté molesto, aunque no supe por qué. Si ella dejaba que la dominara sería todo más fácil para mí.

—Solo no puedes tocar a las personas que son importantes para mí —aclaró ella y una molestia comenzó a generarse en mi estómago.

—¿Quiénes son? —pregunté mientras me ponía de pie y le pasaba la toalla.

—No te lo diré. Solo los pondré en una lista a medida que vayan apareciendo —dijo astutamente.

—Está bien, ahora cuéntame de Nino. ¿Qué tanto sabe de ti? —pregunté mientras me sentaba en el sofá. Ella se puso un pijama y se sentó en la cama, lejos mío—. Espera un momento, pongamos esto en práctica, si eres mi cierva, ven y siéntate sobre mis piernas.

Para mi sorpresa ella hizo lo que le pedí. Subió sobre mí y me abrazó.

—¿Así está bien amo? —preguntó de una manera demasiado sensual.

—No juegues conmigo —dije mientras trataba de calmarme.

—Solo hago lo que me pide —aclaró feliz.

—Está bien, te pondré a prueba una semana. Harás lo que sea que te pida, y te pediré las cosas más horribles, te humillaré hasta que desees acabar con este contrato. Si lo superas traeremos a Antón —le indiqué. Ella aún no me conocía y si iba a aceptar esta clase de acuerdo debería entender que todo, significaba todo.

—Comeré tu mierda, no te preocupes por eso, mientras no lastimes a quienes me importan haré lo que sea —dijo y me molesté.

Le pedí que se levantara y escribiera todo lo que sabía Nino de ella. Lo leería más tarde, ya que ahora tenía que atender a Irina.

Autora: Osaku

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