Capítulo nueve - Confianza

Arthur llegó e hice que antes de ver a Alexander evaluara a esta mujer. Necesitaba saber a qué me estaba enfrentando. Si bien estaba al tanto que su madre la abandonó en ese hogar de huérfanos, no podía creer que esa sería la única razón que necesitaba para ayudarme a mentirle a mi hijo.  Los llevé a mi oficina para que pudieran hablar con comodidad mientras yo mandaba a investigar a mi esposa antes de que enfermara.

—Los dejaré a solas para que conversen —dije y me fui sin siquiera presentarlos, sería una doble prueba para ella, ya que los escucharía desde otra habitación.

—Buenos días, mi nombre es Arthur Makarov, afortunado de conocerla ¿Su nombre es? —preguntó él volviendo a hacer la broma sobre su apellido, que significaba “bendecido o afortunado”. Había usado ese truco muchas veces cuando éramos jóvenes, para tratar de conquistar mujeres.

—Soy Elena, no entiendo por qué me lo preguntas Arthur —dijo ella sorprendiéndome.

—¿A caso nos conocemos? —preguntó mi amigo tratando de desconcertarla.

—Estoy cansada, no sé a qué tratan de jugar tú y Mijaíl, pero no es gracioso.

—¿Qué cree saber de mí? —preguntó Arthur, parecía entusiasmado.

—¿Jugaremos a eso? Bien, tu nombre es Arthur Makarov, conoces a mi esposo desde que son pequeños, ayer fue tu cumpleaños, eres el psicólogo de Alexander por mi pedido, ya que Mijaíl no consideraba que algo pasaba con nuestro hijo cuando dejó de hablar —ella parecía confiada.

—Eso puede saberlo cualquiera que tenga un poco de inteligencia y sepa observar —dijo mi amigo.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Mi esposo es algo paranoico si esta habitación no tiene cámaras, al menos tiene micrófonos. Por lo que él está escuchando esto. ¿Qué pasará si digo algo que te comprometa? —preguntó ella y me molesté, yo no era paranoico.

—Eres una mujer muy inteligente ¿Qué hacías en los barrios bajos? —preguntó Arthur, aunque su voz no sonaba tan tranquila ahora.

—Anoche Alexander y yo hablamos bastante. Fue curioso descubrir la verdadera razón por la que él dejó de hablar —ella parecía satisfecha. ¿Qué estúpido plan tendría? No doblegaría a mi amigo con esas tonterías—. Es fácil que las personas confíen en ti cuando creen que eres alguien con quien preparaban un plan para derrocar a cierto líder.

Pensé que habías hablado con Alexander. ¿Él quiere derrocar a alguien? ¿No te parece pequeño? —preguntó Arthur de manera ingeniosa.

—Él no, pero los niños escuchan cosas y una de ellas puede ponerte en apuros con tu mejor amigo. Además, esta mañana mis padres me preguntaron cuando iba a abandonar a Mijaíl. ¿Relacionas lo que te digo? —ella parecía querer decir algo o que él se dé cuenta de ello…

—Dejemos este juego y hablemos de la verdadera tú y no de Elena —Arthur se puso nervioso ¿A caso me ocultaba algo?

—¿A caso temes que nos escuchen? —ella parecía estar susurrando—. Sé lo que tú y esa maldita le hicieron al niño para que no hablara de su romance.

Costó escucharla, pero lo hice. ¿Qué mierda estaba pasando? Ella no solo había revelado su identidad, sino que estaba acusando a mi mejor amigo de tener un amorío con mi esposa. ¿Por qué no se defendía?

—Si no te defiendes me estarás dando la razón —susurró apenas.

—Deja de decir tonterías. Mijaíl nunca creería ese disparate —Arthur estaba muy nervioso. No podía ser, él era mi mejor amigo.

—De que hablas. Yo no dije nada. Solo estoy pensando cómo responder a eso de que yo no soy Elena —dijo ella y fui hasta la oficina.

—Estás demente —dijo él cuando entré a la habitación. Arthur se veía preocupado e incómodo mientras que ella se acercó a mí—. Mijaíl, no sé dé lo que habla. Seguramente lo hace para probarte. Sabes que nunca le haría daño a Alexander, es como mi hijo.

—Pero no lo es aún ¿No? —preguntó ella mirando con satisfacción a Arthur.

—Arthur, déjanos a solas —dije furioso, no podía estar tranquilo.

—¿Mijaíl que vas a hacer? Debes reflexionar antes de actuar —dijo y lo miré cargado de ira.

—¿Defenderás a la mujer que dice que tuviste un amorío con mi esposa? —pregunté cargado en cólera.

—Perdiste —dijo ella y volvió a sentarse.

—¿De qué hablas? —pregunté mirándola tranquilamente en la silla.

—Me trataste como a otra persona y no como a tu esposa. Si estabas probándome eres tú el que perdió. Ahora si quieres puedes apagar el maldito micrófono y dejarnos tener una sesión privada. De todas maneras, tu amigo te contará todo al final y no respetará el secreto profesional —dijo como si nada—. ¿Necesito decir que todas las acusaciones que hice eran falsas? Se nota que este hombre no ha podido pegar un ojo en toda la noche, y, aun así, vino hasta aquí porque temes que la desquiciada que secuestraste para que finja ser tu esposa pueda lastimar a tu hijo. Quieres que evalúe mi psiquis, pero eres tan controlador que no pudiste dejarnos hablar en privado.

—¿Acaso crees que esto es un juego? —le pregunté tomándola de la ropa y levantándola en el aire.

—Vamos progresando, por lo menos ya no aprietas mi cuello —se atrevió a decir.

—Mijaíl sueltala o la lastimarás, además la puerta está abierta. Si Alexander ve que tratas así a su madre se pondrá mal —dijo Arthur y la bajé.

—Escuchas a alguien, eso es nuevo en ti —ella parecía querer terminar en el fondo del océano alimentando a los peces.

—Señorita Koroleva, por favor. No sabe de lo que Mijaíl es capaz. No lo siga provocando —dijo Arthur mientras yo trataba de no perder la razón.

—Claro que sé de lo que es capaz; me secuestró, asesinó a mi padre y a mi hermano el primer día que nos vimos, luego mató a mi instructor y finalmente amenazó con asesinar a niños inocentes si no accedía a su voluntad. Sin contar la vez que quiso abusar de mí sabiendo que otros lo hicieron en el pasado, me olvidaba de la vez que dijo que sería capaz de matarme a golpes en el centro de Moscú —dijo ella mirándome a los ojos.

—Mijaíl ¿Tú hiciste todo eso? —me preguntó Arthur mientras yo seguía tratando de controlarme.

—No es como ella lo cuenta —dije y me aparté para no lastimarla. Nunca en mi vida una mujer me había provocado de tal manera y había salido ilesa.

Autora: Osaku

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