Capítulo quince - Un doloroso secreto

Llegamos al orfanato y los niños vinieron corriendo a saludarme. Ya le había comentado a la madre superiora que ahora estaba casada y mi esposo era un hombre con mucho dinero. No quería que se preocupara cuando me viera llegar en ese coche tan lujoso; ya que ella había temido mucho que me dedicara a la prostitución al no poder conseguir empleo. Después de huir de casa pasé casi un año ahí con ellos escondida para que mi padre y mi hermano no me encontraran. Y un par de veces unos cuantos empresarios de la zona me ofrecieron trabajar en los bares. Muchas chicas se prostituían cuando terminaban su turno de mesera.

Yo solo había ido una vez a uno de esos lugares y después de una noche de la que casi no recordaba nada me juré a mí misma que ya no haría eso, aunque tuviera que morir de hambre. La madre superiora había sido muy buena conmigo y había ocultado mi secreto por más de nueve meses. Finalmente, tuve que irme para no causarle problemas, pero todos los años le mandaba dinero para que el pequeño tuviera lo que necesitaba. Así es, yo había quedado embarazada, probablemente ese niño era hijo de mi propio padre, ya que él abusaba de mí seguido. Y aunque no quería dejarlo en el orfanato, no tenía nada para ofrecerle. Supongo que esa era otra razón por la que me encariñé con el pequeño Alexander, por momentos me recordaba al pequeño Antón.

—Necesitamos hablar —dijo la monja al verme llegar. Dejé a los niños con el témpano de hielo de Mijaíl, este empezó a darle los regalos que les habíamos traído.

Una vez que entramos a su oficina, la madre superiora me explicó que el niño había sido internado, no sabía cuál era la causa, pero estaba muy enfermo. Ellos no tenían los recursos como para que hiciera el tratamiento ahí y había tenido que ser hospitalizado. ¿Tendría que ver con que había sido producto del incesto? Me sentía avergonzada e impotente. No era justo para Antón tener que pasar por todo esto.

—¿Él no sabe que tienes un hijo? —me preguntó y le dije que era una relación complicada—. No le digas la verdad, solo dile que quieres verlo porque le tomaste cariño. Debes evitar que esto salga a la luz. Los hombres como él no van a querer a una mujer con hijo.

—¿Usted me pide que mienta? —le pregunté sorprendida. Ella siempre me había dicho la importancia de ser sincera.

—Lo importante ahora es que puedas ayudar a Antón, a costa de lo que sea. No sabes lo listo que es. Él es un gran niño y se merece la oportunidad de vivir una buena vida. Varias personas han querido adoptarlo. Deberías pensarlo —dijo y le pedí que se detuviera—. Sé que no quieres ser como tu madre, pero tal vez ella tenía sus razones para dejarte.

—Él está bien aquí, este es un gran lugar. No como esas casas adoptivas. De todas maneras, haré lo que pueda —dije y fui con los niños. No quería hablar de eso en este momento. Yo no podría ser su madre jamás, ya que, si me preguntaba por su padre, temía dañarlo, pero no quería que lo adoptaran hasta que tuviera la suficiente edad para defenderse si lo maltrataban.

Ellos estaban comiendo Ptichie Molokó con Mijaíl, incluso algunos tenían parte de ese soufflé con chocolate en sus mejillas.

—Vladímir, debes comer despacio —le dije a uno de los pequeños y le limpié el rostro.

—Eres genial, Elena. Tu amigo dijo que volverán el mes que viene, pero traerán poliot —dijo el pequeño y sonreí. Mijaíl me miró de manera extraña.

—A veces olvido que llevas el mismo nombre que ella —era una extraña coincidencia, no obstante, su esposa y yo teníamos el mismo nombre de pila.

—Claro que sí, él es mi esposo ahora. Así que mientras estemos juntos vendremos todos los meses a verles —dije tratando de mostrarme feliz. Estaba demasiado preocupada por Antón

Además, esperaba poder encontrarme con Nino; sin embargo, este no había venido, me preocupaba que él y su hermano estuvieran en problemas, ya que no habían sido adoptados cuando cumplieron la mayoría de edad. Nino siempre cuidaba de su hermano menor, al igual que de mí.

—¿Por qué estás triste? —me preguntó Mijaíl y lo miré extrañada—. Viniste feliz, pero después de hablar con la monja no puedes recuperarte.

—Uno de los niños tuvo que ser internado, me gustaría ir a verle; sin embargo, no quiero abusar de tu generosidad —dije, aunque la verdad era que esperaba que me dejara ir al hospital.

—Cuando terminemos aquí te acompañaré para que lo veas y podamos ayudarlo. Iván ya está haciendo que un arquitecto amigo tome las medidas que necesitan para hacer las reformas al lugar —me dijo como si eso no fuera nada.

—Gracias por todo lo que estás haciendo. Siento que es demasiado —dije algo preocupada.

Antes de que me diera cuenta alguien estaba abrazándome por la espalda. Al darme vuelta vi a Nino. No lo podía creer, me hacía muy feliz saber que estaba bien. Después de todo había ido para verle por su cumpleaños.

—Estás enorme —le dije feliz.

—Tú eres toda una mujer ¿Ahora te vistes así? —me preguntó para molestarme. Gracias a eso recordé a Mijaíl y me aparté de él.

—Lo siento, no te lo presenté, él es mi esposo —antes de que pudiera decir su nombre, Nino se puso pálido.

—Señor Kosovo, lamento no haberlo reconocido —Nino estaba actuando más extraño de lo normal.

—¿Se conocen? —pregunté confundida.

—Sí, Nino es empleado de uno de mis socios. ¿Por qué te tiene tanta confianza? ¿A caso ustedes eran novios? —preguntó Mijaíl con ironía y como si se quisiera devorar a Nino con los ojos.

—Claro que no, él es un gran amigo mío —dije molesta.

—No te preocupes Elena, yo me sobrepasé —dijo Nino y bajó la cabeza—. Disculpe señor Kosovo, no se repetirá.

No entendía por qué todo el mundo le tenía tanto miedo a Mijaíl, después de todo Nino había sido siempre muy valiente. Había algo que yo desconocía y tenía que averiguar si quería que las personas que me importaban estuvieran a salvo.

Autora: Osaku

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