Capítulo siete - Una madre para Alexander

—¿Creíste que no me había dado cuenta de lo que hiciste? —pregunté furioso.

—Si levantas el tono de voz, Alexander despertará —dijo ella sin ningún temor.

—¿Ahora te preocupas por él? —no podía contener mi ira.

—Le dije que aún me estaba recuperando. Lo acompañé a su cuarto y me quedé con él hasta que se le pasó el dolor de estómago y se quedó dormido —trató de explicarme.

—Mataré a esa estúpida mucama que dejó que Alexander entrara en mi estudio —dije furioso. Todo se había salido de control.

—Estoy lista para fingir ser tu esposa. No debes preocuparte —¿le gustaba tomarme el pelo?

—Tratabas de escapar. ¿Por qué piensas que sería capaz de darte la oportunidad de andar libremente por la casa? —pregunté mientras cargaba mi pistola. Necesitaba calmarme o haría un desastre.

—Golpéame si eso te ayuda a estar más tranquilo, pero no lastimes a la mucama que cuidaba de Alexander —dijo ella mientras ponía sus manos en mi arma—. No voy a huir, seré su madre. ¿Es por eso que buscabas una esposa? Dijiste que él no puede comprender la muerte. Seré ella hasta que crezca y ya no me necesite.

Ella sacó todas las cosas que había tomado de los cuerpos sin vida. Iván ya me había informado de eso, pero preferí no confrontarla para ver qué era lo que quería hacer.

—No me iré, además ya aprendí todo lo que me pediste. Por favor, él me necesita —dijo y la sorpresa me rodeo.

—¿Por qué debería creerte? —pregunté y me miró como si estuviera pensando que decir.

—No me juzgues, colócame un dispositivo de rastreo si lo deseas. No te diré la razón, pero te doy mi palabra —dijo y se puso de rodillas. ¿Qué le había ocurrido para que actuara así?

—Estarás a prueba, en la casa. Los padres de Elena vendrán por la mañana, haré que te maquillen para que parezcas enferma. Hablarás lo menos posible. Espero que lo hagas bien o te arrepentirás —dije y salí del cuarto. Aunque antes de hacerlo escuché un “gracias”.

Iván había llevado a la mucama al cuarto de interrogación. Ella lloraba y pedía misericordia. Le pedí que la soltaran y ella se postró ante mí suplicando perdón.

—Serás asignada a limpiar la zona de Olga y a alimentarla por tiempo indefinido —ninguna de las mucamas deseaba hacer ese trabajo—. Agradece a tu señora que ese sea el único castigo que te daré.

—Lo haré, gracias, señor Kosovo —dijo e Iván hizo que la sacaran de ahí.

—¿Por qué la dejaste con vida? —preguntó mi mano derecha.

—Elena no quiere que la asesine, dice que se responsabilizará por lo ocurrido —dije y él me miró sorprendido.

—Ella no es Elena —dijo con temor a mi reacción.

—A partir de hoy la llamarás así. Asesina a todo el que haya tenido contacto con ella antes de venir a la mansión —le indiqué y sin decir nada más, salió de ahí.

Me quedé solo y volví a preguntarme por qué ella había dicho que dejaría de huir. Lo único distinto a la vez anterior fue Alexander, ¿mi hijo había sido capaz de convencerla de quedarse? Eso no era posible, encontraría la explicación. Mientras tanto debía mandar a traer un rastreador.

Volví a la casa y entré a mi dormitorio. Ella estaba recostada en el suelo, parecía estar dormida. Su respiración era pesada, como si estuviera muy cansada. ¿Por cuánto tiempo habría estado fingiendo dormir? La tomé del suelo y la recosté en la cama, la tapé con el edredón y fui a ducharme. No había tiempo para entrenarla, así que debía dar una buena actuación delante de los padres de Elena. ¿A caso estaba tomando la decisión equivocada? Nunca me había sentido tan nervioso. Alexander era muy importante para mí, pero no era fácil llenar las expectativas de los Kosovo, si mi padre estuviera vivo no aprobaría que continuara criándolo. Sin embargo, yo tenía fe de que su condición mejoraría. Con las estimulaciones apropiadas había aprendido a hablar y tenía muy buena memoria, además de que era muy inteligente. Aunque su psicólogo, y mi amigo de la infancia, me había advertido que si se estresaba tras la pérdida de su madre podría hacer un retroceso. Pronto debería comenzar el colegio, si las personas se enteraban de que él era distinto, buscarían la manera de usarlo en mi contra. Mi hijo se merecía tener la oportunidad de triunfar en la vida y yo haría todo lo posible para que eso ocurriera.

Por la mañana desperté y vi a Elena, ella aún dormía. Me sentí tranquilo hasta que me despabilé por completo. Esa no era mi esposa, era solo una sustituta. Me levanté de la cama y me vestí. Debía dejar que la maquillaran por lo que la desperté para que se cambiara la ropa.

—Deberías colocarte algo más conservador —le advertí al ver el bodi que llevaba.

—Toda la ropa interior en el vestidor es así —me indicó mientras terminaba de despertarse, por lo que fui a buscar un albornoz.

—Entonces colócate esto, tus padres vendrán a verte y se supone que estabas moribunda y no que eres una estrella porno —dije sin saber por qué me enojaba.

—¿Alguna vez estás de buen humor? —preguntó, pero no respondí.

—Si logras convencer a los visitantes haremos formalmente un contrato —dije y me fui a despertar a Alexander, seguramente se confundiría al no ver a su madre.

Primero fui al estudio y llamé a Arthur, le pedí que viniera a casa a evaluar a Alexander, ya que había visto a su madre por la noche.

—Entonces esa fue la razón por la que me abandonaste en mi fiesta de cumpleaños? —preguntó mi amigo con recelo.

—No estoy como para tus bromas, ella estuvo con él anoche y temo que eso le hiciera mal —dije y mi amigo aceptó venir, aunque aún no se había ido a dormir.

—Me debes una grande Mijaíl —dijo bostezando y colgó.

Entré al dormitorio de Alexander, pero este no estaba. Hice que lo buscaran por la casa, pero nadie podía encontrarlo. Si ella le había hecho algo a mi hijo, me aseguraría de hacer que viviera el infierno en la tierra.

Autora: Osaku

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