Capítulo 20

Redacté una carta a mi madre relatando los últimos sucesos y me llenó de gozo recibir su respuesta también.

Cada vez que esto sucede, siento que se renuevan mis energías.

Desde ese instante, dediqué mi empeño en poner orden en la casa para la llegada del conde. Supe que era un hombre de gustos finos, exigente, de temperamento difícil y complicado de complacer.

Un desafío más para mí.

Mientras afinaba los detalles con esmero, el señor Otto iniciaba una serie de reuniones peculiares con sus abogados y su asistente, el señor Victório. Un caballero de mediana edad, amigo personal, consejero y el depositario de todos los secretos del señor Otto. Confieso que la curiosidad me carcomía con tales encuentros, pero mi concentración en la nueva tarea que me encomendaron me privó del tiempo y del derecho necesario para especular y apaciguar tal anhelo.

Los días que precedieron su llegada transcurrieron tan rápidamente, que de repente me encontré en la sala con el señor Otto, esperando a nuestro ilustre visitante.

Preparé un exquisito café al estilo de la hacienda Moinho Doce, con algunas recetas de delicadas golosinas que aprendí de mi madre y de nuestra dedicada cocinera.

La mesa quedó impecable. Me complací con mi propia habilidad.

Sebastián, como siempre, desapareció. Dicen que se fue temprano a caballo, llevando el rifle. Probablemente a la cabaña de caza. Solo espero que no haya disparado al conde en los caminos. Viniendo de él, todo es posible.

Mi ansiedad me provocaba sudores, tanto que abanicarme era insuficiente en aquellos momentos de extrema inquietud.

Justo cuando empezábamos a perder la esperanza de que llegara por la mañana, apareció la comitiva del noble.

Dos carruajes magníficos y algunos soldados de la guardia.

El señor Otto salió a recibirlo y yo me mantuve detrás, con mi dama de compañía.

El joven, que parecía demasiado joven para su carga de responsabilidad, bajó apoyado en un sirviente y en el peldaño que hacía de escalón.

Nos inclinamos en reverencia.

- Vuestra excelencia\, es un placer recibirlo en mi morada.

Se apoyó en su bastón de madera, usado más por estética que por necesidad, lo que le daba aún más elegancia, una costumbre entre los caballeros de bien, y nos indicó con un gesto que lo miráramos.

- El placer es mío\, señor Montanese. He de confesar que la estancia en el campo me ha gustado mucho\, las intrigas y la arrogancia de la corte a veces resultan agobiantes. Y hablando de arrogancia… ¿dónde está… su hijo mayor?

El señor Otto carraspeó.

- Bueno\, vuestra excelencia\, no se encuentra presente en estos momentos\, pero está ansioso por verlo.

Él soltó una risa nasal.

- Estoy seguro de ello.

Beni me había contado que habían servido juntos en el ejército y que habían tenido ciertos roces, tanto que la orden de mantener a Sebastián lejos de la corte vino de él. De ahí el malestar mutuo por el reencuentro.

Me mantuve con la cabeza agachada, ya que aún no se me había invitado a participar en la conversación.

El elegante hombre, alto y con la capa negra que arrastraba detrás, subió las escaleras y se detuvo cerca de mí.

Sentí un escalofrío al oír su voz. Firme, potente y con una autoridad innegable.

- Ella debe ser su adorable y joven esposa\, supongo...

- Sí\, vuestra excelencia. Esta es Adelaida\, mi señora.

- Mire hacia mí\, señora Adelaida\, permítame contemplar su gracia.

Levanté la vista con timidez, manteniendo todavía una inclinación. Las mujeres en efecto debemos conocer nuestro lugar frente a un noble de tal envergadura.

Y que venía a juzgarnos de arriba abajo, por dentro y por fuera.

Con la punta de su bastón tocó mi rostro obligándome a mirarlo.

Un ligero sonrisa se esbozó en sus finos labios. Qué hombre tan atractivo. Imponente en toda la extensión de la palabra.

Uno de aquellos que llenan con competencia cada espacio a su alrededor.

- Qué celestial visión tengo ante mí. ¿Dónde encontró tal exquisita dulzura?

- Es mi prima lejana\, mi señor. Del norte.

- ¿Un enlace entre parientes?

- Así es\, señor.

Él rió con más fuerza y miró una vez más a mi señor.

- Ha sabido aprovechar bien sus derechos\, señor Otto.

Se inclinó nuevamente, concordando con el comentario. Comentarios tremendamente machistas, pero habituales en el cotidiano de los hombres de nuestra época.

El señor Otto condujo al hombre hacia adentro de la casa. Un sirviente trajo agua para que el noble se lavara las manos y él se sentó a disfrutar de nuestra hospitalidad. Mientras, los otros ayudaban a llevar el equipaje a los aposentos que había preparado con tanto esmero para su corta estancia. Después de lo que vi en sus ojos, un fuego extraño consumiéndose por dentro, espero realmente que sea una visita corta.

Una esposa bella y joven puede ser tanto una bendición como una maldición para un hombre en estos tiempos.

Algunos nobles de la corona, venidos de tierras lejanas a nuestro Brasil, aún mantienen los antiguos usos escandinavos de tomar para sí a las mujeres que les agradan, incluso si eso significa que asesinar a los maridos sea un mero detalle.

El Imperio domina al pueblo. Completamente.

Espero que este, de origen danés, no cultive tal costumbre.

Durante el café, el noble no dejó de mirarme, aun conversando con el anfitrión, su decoro y encanto parecían más fuertes que la discreción de la apreciación.

Pedí permiso para verificar si todo estaba a gusto de los sirvientes personales del exigente señor y solo entonces respiré aliviada cuando el señor Otto me liberó de aquella ansiedad.

Para quedarme realmente tranquila, vi que todo estaba en orden.

De regreso de sus aposentos, me encontré con Sebastián. Sucio y desaliñado. Parecía haber luchado con una bestia.

Nos detuvimos uno frente al otro.

- He matado un ciervo con mis propias manos\, por si se lo pregunta.

- ¿Y se atrevió a pasar por la sala así? ¿Con ese desprecio hacia el invitado de su padre?

- Si conociera a Sinclair como yo\, quisiera echarlo afuera usted misma\, señora. Le aconsejo que cierre bien las puertas de sus aposentos por la noche\, o tendrá una desagradable sorpresa en su cama mientras duerme.

- Agradezco sus consejos\, pero sé cómo cuidarme\, señor.

- Claro que sí... – se burló entrando en su habitación.

- ¡Presumido! – Murmuré en voz baja. Pero él abrió la puerta y me lanzó esa sonrisa que tanto me irrita.

- Lo oí\, madrastra.

Ruhumm... mascullé con frustración.

- ¿Por qué no se limpia y va a saludar al conde? Será más provechoso que acusarlo de libertades que ni siquiera ha pensado en tomarse conmigo.

- ¿Quiere venir a ayudarme\, señora?

- Déjeme en paz. – Exclamé\, comenzando a ruborizarme.

- ¡Imposible! Paz es lo último que tengo cuando pienso en usted.

Su mirada cambió y yo también me desarmé. Nuestra atracción era mutual. Y vi cómo analizaba detenidamente mi figura.

Le supliqué con la mirada que dejara de observarme de esa manera y Sebastián lo entendió.

Entró a su habitación y yo seguí mi camino de vuelta a la sala con el conde y su comitiva. Había traído a algunos miembros de la corte consigo. Por suerte teníamos muchos aposentos en la casa.

Los soldados se alojarían en las dependencias cerca de la entrada de la hacienda.

Volver a esa sala me llenó de más inquietud. Primero, por la mirada atenta del noble y, segundo, por el irrespetuoso comportamiento de Sebastián en su presencia.

Arrastró el ciervo hasta el frente de la casa y lo lanzó frente a los soldados.

Al pasar por la sala, saludó al conde con la espalda mientras atravesaba el lugar.

- He cazado un ciervo para su sustento mientras esté aquí\, Sinclair. Espero que sea suficiente para su noble apetito\, vuestra excelencia.

- Te agradezco la cortesía y buenos días para ti también\, Sebastián.

Sebastián se giró y se inclinó en una reverencia burlona, sin siquiera mirarlo.

El señor Otto casi desapareció de la vergüenza por el comportamiento de su hijo.

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Comments

Graciela Peralta

Graciela Peralta

que pasará ahora con el Conde

2024-04-17

0

Drogueria Palanteexpress

Drogueria Palanteexpress

ya quiero acción,besos y q la cama chille carajo estos dos se están es quemando solos jajajajajajaj y ahora con la llegada de ese conde descarado creo q se va armar la de Troya con la celadera

2024-04-07

6

Patricia Diaz

Patricia Diaz

Hacia mucho que no leía una novela tan linda, felicitaciones autora ..

2024-02-10

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