Capítulo 12

Cuando el señor Otto llegue, lo recibiré como es costumbre.

Sin embargo, mi conciencia palpita cuando se presenta el miserable causante de mis tormentos.

Viste solo unos pantalones ajustados que le llegan a media pierna porque va sin botas y una camisa sin botones con un lazo deshecho al frente.

Su pecho está descubierto y aunque sea el atardecer y esté oscuro, no puedo evitar mirar.

Lo ha hecho a propósito.

Don Otto nota mi incomodidad frente a la casi desnudez de su hijo, pues los hombres suelen vestir con respeto cuando hay una mujer presente.

Pero no él, no Sebastián. Él sabe que me provoca, especialmente después de hoy. Todavía siento el roce de sus manos, acariciando mis muslos desnudos.

- ¿No tienes algo más decoroso que ponerte\, hijo?

- Hoy tengo calor\, padre. Incluso había pensado en bañarme en el lago\, pero supongo que a esta hora será cuando se bañen las esclavas.

Tiene razón. En la hacienda todavía hay esclavos, pero don Otto es partidario de la abolición. Así que les paga un salario, aunque no tan alto como el de los serviciales libres, porque su mano de obra es esencial para la producción del café.

Y al anochecer es cuando se bañan las mujeres, ya que los hombres lo hacen más tarde, cuando vuelven todos del campo.

- Sé lo que quieres y no es solo bañarte con las esclavas.

Frederico, el sirviente personal de él, trae toallas en las manos y se detiene cerca del señor.

- ¿Me consideras un depravado\, padre... qué pensará de mí mi madrastra?

Esa mirada indecente recorre mi cuerpo de arriba abajo.

Como ya me he bañado y no pienso salir de casa, llevo menos ropa. He elegido aquel vestido grueso mío, que a pesar de ser holgado marca mis curvas, y Sebastián parece ver a través de él, haciéndome sonrojar solo de sentir su mirada sobre mí.

- Te conozco\, y quiero que ella también te conozca.

Él ríe de forma discreta.

- Ella ya conoce -dice en voz baja pero lo suficientemente fuerte para que lo oigamos. Le daría una patada en la entrepierna si pudiera\, por ese comentario.

- ¿Qué quieres decir con eso\, Sebastián?

El padre se vuelve hacia el hijo y también me dirige una mirada interrogativa.

No tenemos unos votos de fidelidad auténticos, pero el matrimonio es un sacramento sagrado. Y la traición es un sacrilegio.

¿Creen que soy capaz de tal acto?

Antes solía tomar amantes, pero ahora es diferente. Adelaida es de familia, y están casados legalmente.

La mirada del padre se torna furiosa, y la sonrisa de Sebastián también desaparece.

Es un momento de extrema tensión.

- Fue solo una broma\, padre.

Suelto el aire que había retenido en mis pulmones. Tengo un acuerdo con don Otto, y envolverme con su hijo no está incluido. Pero no puedo permitir que se ponga en duda mi honor de esta manera. Es cierto que el joven Montanese descoloca el juicio de cualquier mujer. Pero mantendré mi compostura a todo costo.

- Espero que así sea\, hijo. Ya no estamos en disputa. He dado mi palabra a la madre de Adelaida. Y no quiero bajo ninguna circunstancia verla deshonrada dentro de mi propia casa.

El padre lo dice con tono firme, dejando claro que sabe lo que pasa por la mente del hijo.

- Queda tranquilo\, no tengo intenciones inapropiadas hacia tu esposa.

Hablan como si no estuviera presente. No me gusta esta situación. Quiero que, a pesar de mi poca experiencia y la perversión de Sebastián, él confíe en mí.

Me acerco a ellos y miro a los ojos de don Otto.

- ¿Por qué no me pregunta eso directamente a mí\, señor? ¿Cree realmente que soy tan tonta para ceder ante los encantos de su hijo irresistible? Sé mi lugar y tengo honor en la palabra del compromiso frente al capellán que selló esta unión. Y sí\, su hijo irresistible me tocó. Pero no fue más que un roce y nunca pasará de eso. No si depende de mí.

Veo a Sebastián rascarse la frente. No imaginó que me atrevería a mencionar eso al padre. Pero en ese momento era lo correcto, ya que mi matrimonio es un arreglo, pero necesita mantener las apariencias.

Don Otto frunce el ceño y Sebastián levanta ligeramente las suyas.

- Con permiso\, tengo dolor de cabeza y me voy a retirar a mis aposentos\, esposo. ¿Me lo permite?

- Por supuesto. Más tarde hablaremos de este... asunto.

Antes de irme, fijo los ojos en Sebastián, para dejar claro que él no me desmoralizará como sé que ha hecho con toda mujer por la que el padre se ha interesado. Lo que pasó entre nosotros, nunca más ocurrirá. Ni aunque tenga que cerrar los ojos para no tener que ver la figura atractiva y seductora de mi hijastro. O haga que don Otto lo encierre en el molino.

Llego a mis aposentos, nerviosa. Es una situación delicada. Pero necesito aprender a contener mis impulsos. Seguro que he soñado con Sebastián de manera sensual casi todas las noches. Y lo que sucedió hoy también atormenta mi virtud mental. Pero todavía tengo muchos meses por delante conviviendo con estos dos.

Don Otto es respetuoso y me trata como a una hija. Y no me toca a menos que yo tome la iniciativa, parece decidido a cumplir lo que prometió a mi madre. Y yo he logrado mantener la postura, al menos hasta hoy, porque el abrazo que compartí casi con Sebastián todavía quema dentro de mí y ha despertado un deseo dormido por el sexo opuesto, que hasta ahora jamás había experimentado.

No sé qué pasa dentro de mí, pero hierve.

Necesito poner al día mis rezos. Y mi juicio en orden. Y resistirme a esa tentación ambulante.

Si pudiera, haría que don Otto lo enviara lejos, pero según entiendo, no puede poner un pie en la ciudad sin supervisión. Y creo que es solo por eso que aún lo mantiene aquí.

Nunca he sido muy religiosa, aunque habitualmente iba a la iglesia con mis padres. Una cristiana de domingo. Como debe ser un buen burgués. Pero últimamente, desde que perdimos el prestigio en Valedouro, dejamos de ir regularmente. Mi padre no quería exponernos innecesariamente a miradas condenatorias. Sin embargo, siempre mantuve mi fe, y creo en los mandamientos sagrados aunque en este momento esté violando varios de ellos. Vivimos una época extremadamente cristiana. Donde el clero está en acuerdo con el Imperio. Estoy mintiendo, engañando y ahora secretamente deseo a un hombre que no es mío. De hecho, que no es de nadie y de todas a la vez: Un libertino.

Y si soy descubierta y denunciada ante la iglesia, el emperador no se opondrá a mi castigo público o al de cualquier otra mujer que se atreva a salirse de la línea, deshonrando a un hombre.

Somos el eslabón débil de la sociedad.

Desechables y reemplazables.

Por eso, jamás permitiré que este joven me deje desmoralizada, y también esto es lo que teme don Otto.

Esa noche lo vi salir a caballo. Solo en la oscuridad. Vi porque estaba en mi balcón, intentando aclarar mi mente.

Tampoco hablé más del asunto con don Otto. Él también sabe que erró al dudar de mí en ese momento, pues creo que ya me conoce lo suficiente como para saber que no sé mentir. Y tenía la intención de contarle lo que pasó, no de esa manera, pero se lo iba a contar.

Ahora hay una situación extraña entre nosotros.

***

Por la mañana salgo al desayuno y el distinguido señor me estaba esperando en la mesa.

Me aparta la silla y me regala una amplia sonrisa. Quiere mostrarme que todo está bien y que él confía en mí.

- ¿Dormiste bien\, esposa?

- Sí\, ¿y tú\, señor?

- Muy bien. A pesar de haber echado de menos tu presencia en la cena.

- Estaba indispuesta. Discúlpame.

- Entiendo. -Él pone los codos en la mesa y me mira fijamente. Sebastián no está\, solo Benedict\, indiferente como siempre. Eso también comienza a molestarme. Don Otto se esfuerza tanto por mantener los negocios a flote y los hijos\, parece que poco les importa él o cualquier cosa más allá de sí mismos y sus placeres personales.

- ¿No vas a salir hoy?

- ¡Vamos!

- ¿Vamos?

- Sí\, te prometí a tu dama - miro a Ciri con una sonrisa discreta\, y noto que ella está analizando al hermano menor\, espero que no se haya dejado llevar por sus encantos también - que te compraría vestidos nuevos\, así que hoy iremos a la modista de la ciudad y quiero que encargues los vestidos más bonitos y caros.

Quiero verte hermosa.

Desfilando tu belleza y gracia por estos pasillos todos los días.

- ¿Y por qué\, señor?

- Porque eres la señora de esta casa\, porque puedo proporcionarte esto y... ¿para qué tanto dinero si no puedo verlo gastado en quien realmente lo merece?

Beni nos mira de reojo, creo que ya detecta algo extraño.

- Si mi señor lo desea...

Terminamos nuestro desayuno y la carreta que nos llevaría a la ciudad nos esperaba ya.

***

Ciri está encantada.

La capital de Río de Janeiro es realmente muy bonita. Cuando llegamos, no pudimos disfrutar tanto de su belleza debido al cansancio del viaje, pero hoy, a nuestro paso por las modistas, pudimos apreciar las bellezas que un lugar de tanto prestigio ofrece.

Las hermosas plazas, las personas bien vestidas en sus elegantes carruajes y la belleza cultural e histórica que se muestra desde ya.

La fina élite burguesa de nuestro país. La mezcla de pueblos y culturas con el triste abandono de los pueblos considerados inferiores.

Blancos y europeos son la crema, pardos negros e indígenas son la estirpe inferior y utilizable.

Don Otto me presenta a algunos nobles y comerciantes de su círculo y en todos puedo ver el brillo de admiración al mirarme, por mi juvenil belleza y gracia. La envidia se percibe en muchas miradas y el deseo de posesión en otras.

¿Quién no querría una esposa tan hermosa y joven?

Almorzamos en un famoso restaurante de la ciudad y luego dimos un paseo a pie frente al palacio Imperial. La casa del emperador del Brasil, al que, por no ser nobles, no tenemos libre acceso. Por eso don Otto desea tanto un título nobiliario.

Está negociando uno. El de barón del café. O barón de Montanese.

En 1880 es muy común la compra de títulos, pero claro, se necesita la autorización del emperador para esto, y es lo único que falta. Porque cuando todavía era soltero, esta posibilidad estaba más lejana. Pero ahora casado, las puertas se abren a mi tío-primo-esposo.

Nuestra familia será importante y ¿yo seré baronesa?

No eran mis planes cuando acepté aquel acuerdo, pero veo mi vida tomando un nuevo rumbo desde que llegué a Moinho Doce.

Lo único triste que vi en nuestro paseo fue la forma en que algunos señores insisten en tratar a sus esclavos; es degradante la forma en que un ser humano puede ver a otro.

En fin, el objetivo era comprar, así que sí, hicimos muchas compras. No ahorró esfuerzos ni libras en cubrirme de lujo y de regalos carísimos, incluso insistiendo en que no quería, don Otto parece que tiene un objetivo. No sé de qué hablaron él y Sebastián después de que me fui, pero ese cambio brusco se debe al contenido de esa conversación, supongo.

Y al volver a casa, cargados de tantas cosas, vi que sí, tenía un objetivo, pues la mirada desconfiada de Beni nos acompañó en cada movimiento mientras los criados llevaban mis compras a mis aposentos, y vi cuando fue a buscar al hermano para contarle lo que estaba pasando.

Especialmente cuando vio el rico collar de piedras que exhibía en mi delicado cuello.

Desde entonces, don Otto no paró de comprarme regalos. Siempre que salía, volvía con algo. Un día me trajo un purasangre inglés cuando vio mi interés en los caballos de raza.

Los hermanos ya sienten que algo está sucediendo, ya que, incluso con todo su amor por su madre, ella nunca fue colmada con tantos mimos.

Entro en el juego, porque al preguntarle sobre lo que todo eso significaba, él simplemente me sonrió y dijo:

- Disfruta de tu nueva vida\, querida\, y haz que mis hijos mueran de envidia.

Sí, ese era su objetivo. Provocar la ira de los hijos al derrochar tantas libras con la nueva joven y, en su opinión, interesada madrastra. No me gusta la idea errónea que están formando sobre mí, pero si este es el plan... adelante.

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Comments

Yesenia Carolina Bonilla

Yesenia Carolina Bonilla

me parece mal que Otto la utilize así pero que más puede hacer ella

2024-04-26

0

Graciela Peralta

Graciela Peralta

que pasará ahora con los hdrp que son los hermanos

2024-04-17

0

Rosalinda Quintanilla

Rosalinda Quintanilla

está tratando de motivar a los hijos, haciéndoles creer que podría dejarle todo a ella?

2024-02-05

9

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