Tras la danza logro desatarme y siento la urgencia de reposar. Encuentro un asiento vacío y me acomodo aún moderando mi aliento.
Y la mirada del señor Otto continúa escudriñándome.
Su pericia aporta concluyentes inferencias: un frenesí embriagador brota al contacto entre Sebastian y yo.
Resulta indiscutible.
Confío en que únicamente él haya advertido tal hecho.
Procuré mantenerme natural, pero la fija persecución de su mirada, aun cuando danzaba con otras damas, parecía seguirme, ya sea de frente o acechando a mis espaldas. La percibo incrustada en mi ser.
¿Habrá sentido lo mismo, o es solamente el descaro de ponerme en un aprieto?
Intentó aproximarse de nuevo y en cierto instante me encerró cerca de la mesa de bebidas.
- ¿Disfruta de la fiesta\, madrastra?
- Sí\, es sumamente entretenida. Tal y como deseaba su padre.
Las risas resuenan y la vigorosa música de la polca marca su presencia.
- ¿Y qué más siente\, aparte de diversión?
Su cuestionamiento insidioso acierta a descolocarme. Pues su mirar destila seducción y conlleva segundas intenciones. Ostenta esa facilidad para desnudar sus intenciones con apenas una mirada.
- Nada que deba compartir con usted.
- En nuestro baile\, ¿algo la incomodó? ¿O quizás fui yo...?
- ¿Por qué tantas preguntas\, señor? ¿Cómo podría usted incomodarme?
Se sitúa frente a mí bloqueando mi camino.
- Sé que sintió lo mismo que yo. Y aunque trate de negarlo\, algo germina entre nosotros\, y no es cariño maternal\, se lo aseguro.
- ¿Y qué sería?
- Deseo.
- ¡Insolente! Su padre sabrá de su atrevimiento conmigo.
Sebastian toma de mi codo, discretamente, pues si alguien notara que me ha tocado la piel al margen de los guantes, sería un escándalo. Acerca su boca levemente a mi oído.
- Sabe que nuestros cuerpos se anhelan. Aunque entienda nuestro lazo. Es usted la esposa de mi padre\, y eso es lo único que me impide llevarla a mis aposentos para satisfacer mis ansias ahora mismo.
Arranco mi brazo y lo miro con ira.
- Déjeme en paz.
- Me resulta imposible\, es más fuerte que yo.
- ¿Está usted loco o ebrio? Déjeme.
Parto apresuradamente, pero ahora conozco sus explícitas intenciones hacia mí y aquello me ha encendido internamente. Una calidez que ni abanicando logro extinguir. La sensación de ardor me sobreviene. Tan ajena y a la vez tan amenazante hacia mi decoro.
Procedemos a partir el pastel y la fiesta prosigue.
Pero el malestar solo se intensifica.
Llamo a Ciri para acompañarme al aseo. Con esta vestimenta tan elaborada, el corsé y la crinolina se tornan insoportables incluso para respirar o caminar.
Ella me sigue y, al resguardarme, descubro mi evidente humedad en mis partes íntimas, y no es únicamente por el bochorno.
Tiembla mi ser y jadeante me encuentro.
¿Será que la cercanía de aquel insensato provocó en mí tal reacción?
Hago lo posible por disimular ante Ciri, pero como es mi dama de compañía y debe asistirme, detecta la situación, aunque me observa con discreción. ¿Lo comprenderá? Por supuesto. Las criadas y damas están al tanto de secretos que horrorizarían a sus señoras.
- Solo me hallo nerviosa\, tantos invitados por complacer...
¿A quién intento engañar?
Doy tal patética excusa y mi dama me sonríe con complicidad. Como si conociera mis temores y anhelos, ya no tan secretos para ella. Pues Ciri siempre se halla cerca, testigo de mis luchas por mantener el control emocional cerca de él.
- No se aflija señora. Él sí que es arrebatador\, si yo hubiera bailado con él como lo ha hecho usted... ni me imagino cómo estaría ahora...
Me acerco a Ciri, necesitando persuadirla de abandonar sus conjeturas acerca de mí y el señor Sebastian.
- ¿Qué insinúa con eso\, Ciri?
Amenazo con la mirada. Pero ella se posiciona más como confidente que como sirvienta.
- No se preocupe... señora Adele... guardaré su secreto. Comprendo el atractivo que el joven señor ejerce en usted. Pero su condición de esposa del señor de la casa la restringe de perseguir ese sentimiento. No la juzgo ni la culpo.
Y es entonces cuando rompo en sollozo.
Ella seca mis lágrimas con un pañuelo.
- Tranquila señora. No queremos que los invitados atisben su pesar...
- Esto me está consumiendo\, Ciri. Ignoro cómo proceder.
- Si el señor en cuestión no fuera un libertino\, la señora podría hablarle al respecto\, pero viendo cómo se comporta con las mujeres\, jamás la alentaría a hacerlo.
- ¿Ha sido descortés con usted?
- No señora. Por ahora no. Pero soy consciente de lo que sucede en la casa con las demás sirvientas\, compitiendo por asistirlo en el baño o disponer sus vestimentas cuando está solo. No todo es culpa suya\, más ¿quién resistiría a un joven tan apuesto en plenitud y para colmo con esos ojos...?
Ella se revuelve con exageración.
- Si no tuviera intereses por otro\, incluso yo caería ante él.
Seco mi rostro furiosa. Y advierto que he mantenido a mi dama marginada, siempre sumergida en mis propios embrollos.
- ¿Le interesa alguien? Cuénteme.
Ella se sonroja. Pero sabe que goza de mi confianza.
- Es Frederico. El criado del señor Sebastian. Me encanta. Pero él solo se dedica a complacer a su señor. Ni siquiera me mira.
Sus ojos se posan en el suelo, afligidos.
- Podemos solucionar eso. Hablaré con el señor Otto.
- No\, señora. No quiero que se sienta coaccionado. Anhelo que me quiera por lo que soy. Soy un tanto torpe y me aterra que me rechace.
- Es usted encantadora\, Ciri - Elevo su rostro con mi mano - A veces los hombres solo necesitan un pequeño impulso... ¿quién dice que no sea lo que él precisa?
- No\, señora\, déjelo estar.
- Si así lo prefiere... pero sepa que me agrada la idea. Frederico es un joven decente. Y también muy sencillo. Para soportar a ese señor que tiene... es necesario serlo.
Reímos a coro.
- El señor Sebastian sí que es exigente. Lo que tiene de hermoso lo tiene de extremado en sus cuidados personales.
Hago una mueca al recordar cómo peina su cabello con los dedos, para mantenerlo siempre perfecto.
- ¡Vamos! Pronto notarán nuestra ausencia.
Salimos charlando codo con codo. Las damas acostumbran caminar un paso detrás de sus señoras, pero Ciri es prácticamente como una hermana para mí.
La fiesta concluye y despedimos satisfechos a los últimos invitados. Nos acomodamos en el salón disfrutando de una copa más de vino.
El señor Otto toma mi mano y la besa con cariño.
- Gracias\, Adelaide. Ha sido una recepción espléndida.
- Ha sido un placer.
- Concentrémonos ahora en la bienvenida del conde.
- ¿El conde?
Sebastian interroga sorprendido desde otro rincón del salón.
- Sí\, hijo. El conde Sinclair vendrá a visitarnos. En unos días.
Sebastian vacía su copa de un sorbo.
- Preferiría ocultarme en algún rincón antes de volver a verlo.
- Espero que deje a un lado sus diferencias con el conde\, Sebastian. Vendrá para decidir si nos otorga o no el título de nobleza que llevo años persiguiendo.
- No se preocupe padre\, sabré comportarme o permaneceré confinado en mi habitación.
Así que Sebastian también tiene sus rencillas con ese noble, mano derecha del emperador.
Una sonrisa sarcástica me impulsa.
Y con esa imagen me sumí en el sueño aquella noche.
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Updated 76 Episodes
Comments
Anonymous
Esta novela me tiene atrapada
2024-05-28
3
Graciela Peralta
que pasará ahora con el conde
2024-04-17
2