Capítulo 18

Su recuperación fue bastante rápida. Y en pocos días, el apuesto joven ya se paseaba por la casa. Aunque quisiera fingir, no notarlo es imposible.

Cada día más atractivo, con esa mirada que penetra el alma cuando te observa. Es por ello que todas las sirvientas de la casa ya habían caído rendidas a sus encantos y probablemente yacido con él.

Por lo que supe de los comentarios de Ciri acerca de él, Sebastián es codiciado por buena parte de las jóvenes bellas de los alrededores y también de la corte.

Su deslumbrante belleza engaña a las incautas sobre su personalidad complicada y perezosa, y es por eso que no puedo dejarme llevar.

Un libertino. Eso es lo que en verdad me disgusta de él. Saber cuántas han desfilado por sus sábanas. Y yo, insensata, deseando ser una más. Aunque sé que es imposible, dada mi posición como señora de la casa. Y mi dignidad nunca me permitiría acceder a ese rol.

El señor Otto continúa colmándome de atenciones, y ya veo que esto ha llamado incluso la atención de los hermanos; los sorprendí cuchicheando sobre ello el otro día.

Y presiento que traman algo.

Solo espero que no sea expulsarme de allí. Puesto que necesito cumplir un año de convivencia con mi esposo para asegurar el acuerdo que él firmó con mi madre: "la exclusividad en el comercio del norte y una cantidad sustancial de libras esterlinas, para que pueda reconstruir mi vida tras nuestra separación oficial".

En nuestra época, solo se permitía el divorcio con separación de bienes, y aunque separados de cuerpos, aún se mantenía el vínculo contractual, en que para casarme de nuevo, necesitaría la autorización de un juez y de la corona, o no tendría soporte legal.

Ya que, ante la iglesia, la separación y un nuevo matrimonio eran considerados adulterio.

Podría incluso ser excomulgada.

Pero ese es el menor de mis problemas en este momento.

Mirándolo desde este ángulo, saldría perdiendo, por otro lado, estaría rica y con buen dinero para quizás encontrar el verdadero amor en otros brazos.

Esos eran mis planes.

El señor Otto me invitó a conocer sus tierras y durante algunos días viajé con él a este fin.

Estaban bien cuidadas y eran productivas, pero les faltaba alguien de confianza para que pudiera mantenerse tranquilo cuando no estuviera cerca.

Por eso las visitaba a diario. Había muchos oportunistas y agricultores envidiosos que, si percibían cierto desapego de su parte, no dudarían en esforzarse para apoderarse de tales bienes.

Para evitar esta desgracia y molestias con la corona, pues si sucedían invasiones, los mayores terratenientes siempre salían perdiendo. Para tener ventaja en una situación así, el hombre necesita ser un noble respetado o tener muchas libras esterlinas para gastar en sobornos...

Qué tiempos estos...

Él contrató a varios pistoleros y capataces armados para vigilar los límites entre una finca y otra y siempre mantenía un arsenal surtido en caso de conflictos armados.

Me sentía incómoda viajando con tantos hombres armados, pero era un mal necesario, pues además de todo esto aún había peligros provenientes de asaltantes y desordenados que atacaban a comerciantes y viajeros en los caminos.

La guardia imperial de las ciudades hacía rondas, pero muy superficialmente. Y algunos de los guardias mantenían acuerdos con los bandidos para dividir las ganancias de los robos.

De esta manera, la mejor forma de protección era realmente tener una guardia personal.

Al final de estas semanas de visitas a sus tierras, me sentía muy cercana a él. Pero entre nosotros no había nada más que un cariño mutuo.

Su experiencia me brinda seguridad y mi juventud le devuelve autoestima.

El señor Otto me encargó de organizar una recepción para algunos de sus amigos cercanos, ya que teníamos poco contacto con gente de fuera.

Sería la celebración de su cumpleaños y él quería hacerlo a lo grande y con mucho esplendor.

Echaba de menos las fiestas, ya que no se alejaba por mucho tiempo de las tierras y no frecuentaba libremente la corte.

Aquella idea me alegró mucho; hacía tiempo que no organizaba una recepción.

Algo que en nuestra condición de familia respetable en Valedouro, mi madre hacía con frecuencia.

Me dediqué al máximo a recibir a los amigos de él. Quería complacerlo. Pues incluso después de su accidente, Sebastián seguía indiferente al convivio amistoso con el padre.

A diferencia de Beni, a quien vi acercarse y ceder un poco más.

Todo lo que el señor Otto quería era que el hijo mayor se interesara por los negocios de la familia, pero cuanto más lo desea, menos Sebastián accede.

En cuanto a Beni, su pasión por la botánica ya comienza a ser aceptada por el padre, aunque todavía abrigaba la esperanza de verlo como señor de tierras.

El delicado chico solo se interesa por las plantas.

Pero si lo pensamos bien, fueron precisamente sus conocimientos en plantas y raíces los que salvaron la vida del hermano, y eso el padre lo agradecerá siempre.

Y así, al final de otro mes de un contrato matrimonial en el que cada día me siento más cerca de la libertad, terminé los preparativos para la recepción.

El señor Otto no quería que escatimara en nada, las mejores bebidas, la comida más fina con exquisiteces que provocaban agua en la boca y mucho lujo en la decoración.

Serían solo algunas personas. Unos treinta invitados, pero él quería mostrar toda la hospitalidad y abundancia que Moinho Doce ofrecía.

Solo espero que los hijos no estorben este pequeño momento de placer planeado por el padre.

***

El gran día finalmente llegó y nos preparamos con anticipación. El señor Otto quería que estuviéramos en las puertas de la casa grande recibiendo a los invitados; fue la única exigencia que hizo.

Entonces bajamos las escaleras en espiral y Beni ya nos estaba esperando.

- ¿Dónde está tu hermano? - pregunta frunciendo el ceño.

Beni hizo esa cara de "¿quién sabe?". El señor Otto ya suspira fuerte, imaginando que Sebastián no bajaría.

Ay... qué ganas de agarrar a ese irrespetuoso y darle unas cuantas palizas.

Todo estaba perfecto. Al menos a mis ojos. Hice lo mejor que pude. Y voy a intentar que esta sea la mejor cena que esta familia haya hospedado. Incluso con la falta de consideración del hijo, que debería ser el orgullo del padre.

Engancho mi brazo con el suyo, y busco darle todo el apoyo que necesita y olvidarme de que Sebastián existe, al menos por un tiempo.

Cuál no fue nuestra sorpresa cuando poco antes de la hora marcada para la llegada de los invitados, recibimos un mensajero, portando una carta de la corona, y nos enteramos por esta, que Su Majestad Imperial enviaría un representante para conocer al candidato a futuro barón.

Pues se harían nombramientos y él estaba considerado para recibir el título directamente de manos del emperador.

¡Qué honor!

Vi el semblante de mi esposo iluminarse. Ya había perdido las esperanzas de conseguir este honor.

Un título de nobleza abre innumerables puertas de comercio y privilegios en la sociedad actual.

Escribiría sobre ello a mi madre en cuanto esta recepción terminase.

El noble escogido para visitarnos fue un conde, el conde Sinclair de Voltariê. De alta confianza del imperio. Ya que últimamente los títulos concedidos estaban siendo mucho más analizados.

Una cosa es nacer noble, y otra muy distinta es recibir un título.

Llegaría en algunos días. Necesitamos preparar su estadía. Nunca imaginé que llegaría a recibir a un noble tan respetado bajo mi supervisión. Especialmente por mi edad. Sería un gran desafío, pero uno al que me dispongo a someterme.

Fue tanta la alegría que hasta olvidamos la falta de consideración de Sebastián al no cumplir las órdenes del padre.

¡Si Otto es tan paciente!

Si fuera yo, con seguridad ya le habría dado en verdad unas buenas palizas al hijo.

Sinceramente, por más que me ponga a razonar, jamás entenderé qué pasa por esa cabeza dura y resistente.

En fin. Olvidaré un poco al irritante hijastro que me atormenta los sueños y me centraré en ser la buena anfitriona esta noche.

Y eso fue lo que hice.

La noche estaba perfecta. Nuestros invitados comenzaron a llegar en sus lujosas carrozas. Mujeres bien vestidas acompañadas por sus maridos elegantes con criados dedicados y damas bellísimas, además de algunas hijas, que se interesaron en venir, al saber de la existencia de dos herederos jóvenes y prometedores, que darían buenos pretendientes de matrimonio.

Hermosos quizás, prometedores no tanto... Piensan analizando sus rostros al ver los ojos atentos en busca del hijo mayor y primer heredero, que no parecía que asistiría a las festividades.

Con su ausencia, tuvieron que conformarse con conocer al más joven, y mucho menos interesado en la herencia. Si supieran quiénes son estos dos, nunca habrían puesto un pie en Moinho Doce, con cualquier expectativa de un buen matrimonio.

Preparamos una hermosa mesa de cena, y música de calidad, tocada en el arpa y el piano en alternancia. Mesas alternativas para que los hombres hablaran de negocios, y la mesa con el pastel de cumpleaños que encargué para la ocasión.

Veo que él está feliz y eso también me alegra.

Sebastián finalmente decide aparecer.

Bien arreglado y con una sonrisa discreta.

Ahora sí la atención se volvió hacia él. A pesar de eso, el señor Otto se alegró.

Después de cenar, veo a los hombres finalmente reunirse para aquel momento suyo, y hago compañía a las damas que tan respetuosamente me saludaron, a pesar de mi joven edad y experiencia, siento que les gusté.

Ya casi a las 10 p.m. Algunas parejas de baile comenzaron a formarse, y yo deseaba estar entre ellas.

Veo a Sebastián invitar a una joven a bailar. La sala está preparada para este momento y la chica sonríe como si aquello fuera una gran victoria.

A pesar de disfrutar de la música, mi esposo ya cansado de tantas conversaciones y un poco afectado por la bebida, no parece interesado.

Me siento a su lado ahora y observamos los animados bailes. Con aplausos y giros.

Después de algunos cambios de parejas, Sebastián se acerca a nosotros, y su mirada me encuentra. Aunque habla con el señor Otto. Sé que realmente quiere dirigirse a mí.

Toma una copa de vino y ahora se pone a nuestro lado.

- Feliz cumpleaños padre\, espero que esté feliz y que mi presencia en su... fiesta le haya traído alguna alegría.

- Desde luego\, Sebastián. Gracias por haberte tomado la molestia.

- No me lo perdería – muestra a las bellas damas que lo miran – por nada. –Ahora fija su mirada en mí.

Se pone frente a mí y extiende la mano.

- ¿Me concedería bailar con su esposa\, padre? Veo que ella está ansiosa por esto.

- No con usted – respondo de inmediato. - Prefiero con mi señor esposo.

- Puede ir\, querida Adele\, sé que quiere divertirse un poco y su esposo no está en condiciones en este momento.

Lo veo reír de lado. El señor Otto parece más cansado de lo habitual. Él me anima con la mirada y entonces miro hacia la mano extendida de Sebastián. Podría darle una bofetada, pero por cortesía devuelvo el gesto y lo dejo guiarme al centro de la sala.

Nos saludamos como dicta el protocolo del baile y con nuestras miradas fijas comenzamos a bailar.

El baile es un momento muy íntimo, incluso sin contacto o toques más atrevidos, sólo la mirada y el contacto de las manos ya encienden los sentidos.

Porque la mirada fija uno en el otro dice mil cosas al mismo tiempo.

Hay tensión entre nosotros. Rabia, deseo, ni siquiera puedo explicarlo bien.

Pero cuando giramos alrededor uno del otro y siento su rostro acercarse... casi pido por el suelo.

El olor de él entra por mis fosas nasales y tengo que contenerme y sujetarme para no caer. Su mano sujetando la mía, incluso a través del guante, me calentó, y una corriente de emociones recorrió mi cuerpo, yendo y viniendo, como un rayo.

¿Qué poder es este que su presencia tiene sobre mí?

Miro alrededor temiendo ser descubierta. Pero al encontrar la mirada atenta del señor Otto, me mantengo firme. No quiero delatarme.

Sebastián es despreciable, pero mi cuerpo indudablemente lo desea.

Un aura de lujuria y deseo nos envuelve. Me siento incómoda en mi intimidad. Un calor y algo como un toque, justo en medio de mis piernas.

El toque de él, para ser más precisa.

Y mira que nuestros cuerpos ni siquiera se han tocado de verdad... imagina lo que pasaría si su mano tocara mi cintura más de una vez como dictan los pasos de nuestro baile imperial.

Estoy loca, lo sé.

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Comments

Neysi Palma

Neysi Palma

yo digo que el señor otto muere u le pide que se case con ella

2024-05-08

1

Graciela Peralta

Graciela Peralta

que pasará ahora con el marido y el hijo

2024-04-17

2

Yesenia Carolina Bonilla

Yesenia Carolina Bonilla

hay Dios esta emocionante está historia

2024-04-26

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