Capítulo 4

Una semana después, allí estoy yo. Con mis maletas listas.

Miro alrededor y veo nuestra casa revivir. Los muebles en su lugar y los empleados también, y mi madre, ataviada en aquel vestido borgoña que le quita 20 años de encima.

El hermoso busto discretamente expuesto y su cabello perfectamente arreglado, sus pendientes predilectos y un toque de color en sus labios.

El luto, por fin, ha quedado atrás.

El mío es verde y con un pequeño escote en el busto. Es holgado y vaporoso, recogido detrás al modo de la moda actual.

Me siento complacida, aunque inquieta.

Partiré de mi ciudad natal, dejaré a mi madre, mis amigos, mi vida.

Que a pesar de haber sido penosa el último año, la echaré de menos.

Porque es bajando cuando se aprecian las pequeñas bondades de la vida.

Tras mi conversación con mi tío, el señor Otto, salí de esa posada sintiéndome más ligera.

Por un lado, porque por otro, mi corazón se comprimía.

Su propuesta era extraña, mas al final, tras algunas discusiones, me convenció de aceptarla.

Sería por una buena causa, después de todo.

Eso creo.

Para una chica que nunca ha mentido en su vida, la farsa que él me proponía era vergonzosa, aunque ventajosa para nosotras. Y yo seré desfachatada, porque una mujer debe tener muchas caras. En un mundo como el nuestro, un poco de picardía no mata a nadie, más aún en esas circunstancias.

Él nos restituiría todo lo que el banco nos quitó, y daría sustento a mi madre.

Al ser considerado uno de los reyes del café en el SUR, ella sería su representante en el NORTE, y así le pagaría trabajando lo que había dado como “préstamo”. Solo así ella aceptó su ayuda, y que él me llevara con él.

Eso y la otra condición documentada que acordamos.

Doña Marta dudó mucho. Intentó convencerme de desistir, pero como sabe que soy terca como mi padre, accedió al final. No le gustaba el señor Otto. Pero con documentos firmados por él mismo en mano, tenía la seguridad de que su palabra no se retractaría. Era eso o él me llevaría de todos modos, estaba en sus derechos como pariente masculino más cercano.

Y con las ventajas que ofrecía. Estaríamos locas al no aceptar.

Estábamos de vuelta en la sociedad.

Pero ahora todo sería diferente. Ella sabía exactamente en quién confiar y a quién contar en esa ciudad de interesados.

Veo a nuestro fiel cochero colocar mi equipaje en la lujosa carroza que está parada frente a nuestra casa.

Las cotillas de turno, claro, están atentas para ver a la desarrapada marcharse con el barón del café.

Mi madre se acerca y me abraza por décima vez ese día.

- ¿Estás segura de esto\, Adelaide? Todavía podemos retractarnos.

- No puedo rendirme\, madre. Di mi palabra y el señor Otto también. A pesar de que aún lo considero un... depravado. Es un hombre de palabra. Y papá lo llamó. ¿Recuerdas?

- Lo sé... me llevó tiempo comprender\, pero lo hice. Solo no me place en lo absoluto verte... casada... con un viejo fastidioso como él.

Reímos en voz baja.

- Ah\, madre\, él no es tan anciano... y tenemos un acuerdo.

- Que si no cumple\, yo misma le cortaré los... ya le advertí.

- Habla más bajo...

- Disculpa\, pero verte marchar con este hombre... me da escalofríos\, hija.

- ¿Qué hizo para que usted le tenga tanto rechazo?

Le pregunto curiosa porque en la última semana los vi enfrentarse de manera respetuosa a cada momento.

- Algún día lo sabrás. Pero por ahora\, quiero que tengas cuidado. Por lo que he entendido\, te lleva a un nido de víboras\, y ellas querrán picarte\, hija\, ¡ten cuidado!

- Lo tendré. Lo prometo.

Ella me besa afectuosamente en la frente y acaricia mi cabello.

- Eres tan valiente\, Adelaide... te admiro\, hija.

¡Eiahaa!- grita el cochero del señor Otto para que la carroza de las maletas avance y la que nos llevará se acerque y pueda subir, pues él está en otra con su asistente y abogado.

Ciri viene conmigo. Es mi dama de compañía y mi amiga. Jamás la dejaría atrás.

Abrazo a Doña Marta una vez más y subo. Me acomodo en el asiento acolchado. Aún en nuestra mejor condición, nunca me senté en uno tan suave.

Ciri está entusiasmada y sonríe despidiéndose de nuestra cocinera y de mi madre.

Y allá voy. A esa increíble aventura en el sur del país, al lado del señor Otto.

Mi esposo por contrato.

En un año estaré de vuelta, y seguramente la muchacha que parte hoy no será la misma que regresará.

***

A pesar del confort de la carroza, el viaje es largo, pues iremos hasta la ciudad más cercana por carretera y luego tomaremos el tren que nos llevará hasta las tierras productivas del barón del café. Como él quiere ser llamado.

No es un barón de verdad, pero dice que está negociando un título, para él y para sus hijos.

El señor Otto, es viudo desde hace muchos años, y este matrimonio es una forma de mostrar a sus hijos quién manda realmente.

Por cierto, ellos son el motivo de este matrimonio concertado, y pronto descubriréis por qué.

He sabido que son dos, y ninguno de ellos se interesa por los negocios familiares. Sin otros herederos, el padre se vio sin salida y decidió casarse nuevamente para darles una lección.

No entiendo exactamente cómo funciona su familia, pero si él piensa que una madrastra joven y hermosa va a cambiar la mentalidad de sus hijos, debe saber lo que hace.

Pero me aseguró que nada malo me sucederá.

Solo necesito seguir el acuerdo y permanecer con él durante un año.

Fácil. Pensé al firmar el acuerdo nupcial junto con mi madre.

***

Dos días en el camino, y ya me siento mareada de tanto balanceo. Incluso con las paradas en posadas para bañarme y comer, el cansancio del cuerpo comienza a manifestarse.

Y entonces finalmente, llegamos a la gran ferrovía. Y al embarcar, mi corazón se llenó de emoción. Nunca viajé en tren, y aquel fascinante medio de transporte rápidamente ganó mi admiración y mi buena impresión.

La velocidad y comodidad diferían mucho de las carretas de nuestras carrozas.

El señor Otto se sentó a mi lado y me sonrió complacido.

Aunque se mostró amable, aún no puedo sacarme de la cabeza la imagen de él en la habitación con dos mujeres.

Pero él es un hombre y viudo, y los hombres tienen sus necesidades. ¿Pero dos? Es ciertamente muy apetecible, como diría mi madre.

- Ya estamos cerca\, señorita Adelaide. ¿Se siente cansada?

- Un poco.

- Cuando lleguemos\, prometo que la dejaré descansar todos los días que quiera\, antes de comenzar a implementar nuestro plan.

Miro de reojo al señor Otto. Aunque es mi pariente lejano, no tenemos lazos de sangre, según él. Pero con la cercanía de los últimos días, me he cuestionado mucho sobre lo que planea en eso que llama plan, en el que seré un simple detalle, según dice.

- ¿Cómo son ellos?

- ¿Mis hijos?

- Sí\, señor.

- Bueno\, el más joven es Beni\, de Benedict\, elección de la madre\, es un muchacho estudioso\, sensible\, hasta de más diría. Quiere ser botánico\, y alejado de las plantaciones de café\, su negocio son las flores\, orquídeas\, amapolas\, miritis... - el padre revuelve los ojos.- No sé qué hacer... y el otro.

Suspira y mira sus manos. - Es mi mayor orgullo y gran decepción. Se alistó en el ejército, pero abandonó la carrera y al regresar a casa se adentró en caminos oscuros de los cuales no logra salir. Nunca habla del tema claramente, pero tiene que ver con la chica que le gustaba y que lo dejó por su mejor amigo. Se casó con él poco antes de mi boda, fue entonces cuando volvió al ejército, pero la insubordinación y rebeldía de un corazón amargado no le permitieron seguir adelante. Hoy vive de manera desenfrenada, como si no hubiera un mañana, ¿entiende?

Asiento afirmativamente.

- ¿Y cómo piensa que mi presencia en la casa les hará reconsiderar sus actitudes erróneas?

- Ellos saben que cuando yo muera\, todo quedará para ellos\, y como van\, en poco tiempo despilfarrarían todo en\, flores o mujeres... y con usted entre nosotros\, espero que se sientan amenazados de algún modo. Cuando vean que he dejado de preocuparme por su descuido hacia mis deseos\, creo en Dios que al menos uno de los dos entre en razón y asuma las riendas del negocio como debe ser.

Sonrío sin mostrar los dientes. Actitud más que desesperada de un padre para hacer entrar en razón a sus hijos.

- ¿Y... si no funciona? Si se agrava y usted además pierde la confianza de sus hijos?

- Al menos podré morir tranquilo sabiendo que hice todo lo que podía y debía.

- Todavía es joven\, no va a morir todavía.

Fue su turno para sentirse apurado, y vi allí los rasgos de un hombre cansado.

- Puedo partir antes de lo que imagina\, muchacha.

Callada entonces, no le respondí.

- Hablaremos de esto más adelante\, ¿de acuerdo?

- De acuerdo.

Se perdió en la vista, observando el horizonte, con el sol tímido escondiéndose detrás de las montañas. Otro día que se va, y otro que se anuncia en pocas horas. Y yo voy a sumergirme quizá en la experiencia más grande de mi vida, al lado de aquel hombre extraño, lleno de secretos, pero que parece tener un corazón enorme.

Toca mi mano de forma afectuosa. Habíamos acordado no tener contacto físico en este contrato, pero aquel no fue un toque malicioso.

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Comments

Graciela Peralta

Graciela Peralta

que hará realmente el pariente con ella

2024-04-17

1

Silvia Arredondo

Silvia Arredondo

Me gusta mucho muy entretenida cada vez me apaciona

2024-04-13

0

Sisy Toledo

Sisy Toledo

Muy sabio el señor Otto....👍👏👏👏🤨🤨🤨🤨🤨🤨

2024-03-24

1

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