Capítulo 7

Ciri

La luz del sol de esa mañana llegaba de manera tímida.

Las mañanas en el sur suelen ser bastante frías.

Abro los ojos con dificultad y ya veo a Ciri, mi querida amiga, sentada esperándome.

Ella sonríe ampliamente al ver que me despierto.

- Buenos días\, sra. Adele.

- Buenos días\, Ciri. ¿Cómo has pasado la noche?

Estoy acostumbrada a dormir con ella en mi cuarto y pasar esa primera noche sola no me gustó mucho.

- Bien. La cama es muy suave\, a pesar de los ruidos que hacen las otras chicas de la casa antes de dormir.

Sonrío ante su descontento.

- ¿Cuántas duermen contigo?

- Tres. Y estuvieron hablando hasta tarde\, comentando sobre tu llegada\, ignorando por completo mi presencia con ellas.

Me siento en la cómoda cama y estiro los brazos aún somnolienta.

- ¿Qué decían? ¿De mí...?

Ella ensancha los ojos, creo que no quiere tocar el tema. Insisto con la mirada. A pesar de su juventud, Ciri es muy madura para su edad. Y muy leal.

- Bueno\, no les gustó tu llegada. Dicen que se acabó la diversión con el patrón.

Sonrío con un resoplido. Ya lo comprendo todo.

Sin la presencia de una esposa en casa, el señor Otto debía divertirse con las sirvientas. Y conmigo ahí, saben que la fiesta realmente se acabó. Recordé a las dos mujeres que vi con él en la habitación en Valedouro.

¡Este marido es bien apetecible!

Aunque se trate de un matrimonio por contrato, del que ni Ciri conoce los términos, entonces, necesito mantener las apariencias.

- Sí\, se acabó de verdad.

Me levanto y Ciri viene a ayudarme a quitarme el camisón, que tiene lazos en la parte trasera.

Me encojo toda, ocultando mis pechos.

Hace frío y aun con las ventanas cerradas siento el viento helado tocar mi piel.

Me estremezco toda. Y para mi asombro, la imagen de mi hijastro acude rápidamente a mi mente. Como si sintiera esa mirada aplastante analizándome ahora mismo. Sacudo la cabeza para espantar ese pensamiento.

Voy hacia el biombo y Ciri me trae la palangana para la higiene íntima. Realizo mi aseo y ella me pasa las prendas íntimas.

Una dama debe ser alguien de mucha confianza. Pues es la única que conoce nuestro cuerpo, tanto como nosotras mismas. O aún más.

Me visto y ella ya trae el corsé. Es de día, y necesito usarlo. Pero Ciri sabe que no me gusta muy apretado, así que lo deja cómodo.

A diferencia de otras chicas que conozco, que casi se asfixian para marcar la cintura y elevar los pechos, para de cierta manera atraer una mirada masculina más... atenta.

Me siento, y ella arregla mi cabello. Como estamos en el campo, no veo necesidad de recogidos elaborados y pido solo una trenza con hebillas doradas sujetando los mechones. Mi perfume favorito y un toque de color en los labios. No soy aficionada al maquillaje, y solo lo usaba en bailes, o cuando quería llamar la atención de un chico, algo que raramente sucedía.

Siempre albergué la esperanza de encontrar el amor. Y si era a primera vista, sería perfecto.

Y ahora aquí estoy: casada con un tío segundo, mayor y con dos hijos adultos que por nuestro primer contacto, simplemente me odiaron.

Además... ¿quién iba a gustarle ver a su padre ya avanzado en años, casado con una muchacha joven como para ser su nieta?

Soy una amenaza en varios sentidos. Y según conversé con el señor Otto, lo que él quiere es eso mismo, causar celos en ellos y provocar una reacción positiva hacia el interés por los negocios y posiblemente asumir el lugar que les corresponde en la herencia.

No necesitaré hacer mucho. Él solo quiere mi compañía y que finja ser la esposa más apasionada. Pero en nuestro acuerdo, mi madre y yo dejamos claro que si había represión y de alguna manera me sentía humillada, él me sacaría rápidamente de esa situación. No estoy ni un poco dispuesta a ser blanco de hostilidades entre esos tres.

Sin embargo, sé que seremos el comentario del momento por mucho tiempo.

Debo estar preparada para ello. Pues la forma grosera en que fui recibida por ellos dejó claro que no serán amables conmigo, como ya suponía. Y si ellos no me recibieron con los brazos abiertos, imagina la sociedad cercana a la familia.

Creo que seré masacrada.

¡Pero soy fuerte, sobreviviré! Por mi madre, sobreviviré. Solo con saber que ella está bien y acogida en nuestra casa, con un trabajo para ocupar su mente y recuperando la autoestima arrebatada por la miseria, ya me consuela y me da la resiliencia que necesito para seguir adelante.

A pesar de que vivimos en una época en que, una chica de 19 años, ya está pasando la edad de casarse, mis padres nunca me impusieron esa carga.

Y ahora en esta situación en la que me encuentro, ella solo accedió porque yo insistí y porque realmente no teníamos otra salida. A pesar de no estar enamorada del primo de mi esposo, él era nuestra única opción.

El pariente vivo más cercano. Respaldo en la ley del levirato. Antigua, pero aún vigente entre las costumbres del país.

Y el contrato, a pesar de ser de un año de matrimonio a su lado, beneficiaría nuestro lado más que el suyo. Al menos financieramente, porque moralmente, difícilmente encontraría otro buen partido.

Pero no me importa.

Vivir con comodidad es mejor que sobrevivir en la miseria y la deshonra. Y nuestra sociedad sabe bien cómo menospreciar a una mujer sin dinero, sin dote y sin prestigio.

La recompensa vale el sacrificio.

No me importa ser una mujer divorciada, siempre que mi madre recupere el respeto que merece.

Y ver la sonrisa en sus labios cuando nuestras cosas fueron devueltas y el saquito de monedas entregado por el señor Otto para gastos posteriores hasta que aparezcan las ganancias de la sociedad, ya valió mucho la pena.

Me miro en el gran espejo del tocador y analizo mis rasgos. Todavía tengo ojeras por el cansancio del viaje, pero dentro de mí burbujea la curiosidad por las diversas situaciones que tendré que enfrentar ese día. Y si es para empezar, que sea ahora.

Salgo de la habitación con pasos seguros. El señor Otto necesita compañía y yo iré a buscarlo. Para desempeñar bien mi papel.

Es un juego peligroso, si nos descubren, su plan se desmoronará y yo quedaré deshonrada, pero acepté, a sabiendas de los riesgos.

Llego al salón esa mañana y mi señor está sentado leyendo un folleto, un periódico distribuido entre los ricos comerciantes que pagan un alto precio por ello, ya que solo circula en ciudades.

Pero como estamos a una hora de la siguiente, vale la pena el costo de mantenerse informado sobre la corte y la nobleza local.

Estamos cerca de Río de Janeiro y São Paulo, las ciudades más pobladas por esta clase actualmente, además de Bahía y Río Grande do Sul, por supuesto.

Él me sonríe. La cara cansada, supongo que por el viaje, pero aún así no oculta su encanto sureño.

- Buenos días\, querida esposa. Estaba esperando tu dulce compañía para el desayuno.

Asiento con la cabeza, y cuando me giro para ser seguida por él, que se ha levantado con prontitud, ya me encuentro cara a cara con Sebastián.

Y su cara no es la mejor.

Se masajea la frente y mantiene los ojos cerrados, con la cabeza reclinada hacia atrás, y su cabello suelto cae sobre el respaldo del sofá.

- ¿Nos acompañas\, hijo?

Él abre ligeramente los ojos y me mira de reojo, un miembro prescindible en ese momento.

- No\, gracias padre\, ya desayuné.

El señor Otto me ofrece el brazo y seguimos hacia una hermosa mesa de desayuno preparada con esmero para mi primer desayuno en mi nueva casa.

Cuando pasamos delante de él. El padre se detiene y toca su bota con la punta del pie. Sebastián se sobresalta.

- Deberías moderarte con la bebida\, hijo\, esas salidas nocturnas ya están dando de qué hablar\, además de dejarte con cara de moribundo y ese dolor de cabeza... todavía te matará\, ¿sabías?

El señor Otto habla en tono jocoso, pero el joven lo toma como una provocación. Se levanta y se pone frente a su padre. Es más alto, y su figura amenazadora casi nos cubre.

El padre ni se inmuta y yo me encojo, pensando que recibiríamos al menos un empujón.

- No tengo que darte explicaciones sobre lo que hago en mis noches\, padre.

- Entonces\, ¿por qué no te vas de una vez y dejas de traer chismes sobre nuestra conducta a los vecinos? Ya me están cuestionando sobre el futuro de las sociedades\, si acaso llegas a ser el futuro administrador de las tierras.

- ¿Y quién dijo que quiero ser el administrador de estas tierras?

- Pero deberías quererlo... al fin y al cabo...

Pasamos frente a él y él habla de espaldas.

- Si no te sirvió para el ejército\, al menos deberías servir para el campo. Ya que ni siquiera lograste casarte con una dama decente...

Ay... esa dolió. Incluso yo saldría corriendo con eso... no sé qué pasa entre esos dos, solo llevo un día aquí y mis oídos ya duelen de tanto como se han despreciado.

Nos sentamos a la mesa para el desayuno, y el señor Otto está ligeramente disgustado. Porque el hijo salió pisando fuerte, golpeando el suelo de madera con el tacón de la bota de cuero con fuerza.

Incluso sonriendo, sé que se siente mal al verme presenciar esa situación.

- Disculpa\, señorita. Él no aceptó bien la idea de tener una madrastra. Ya te había advertido\, pero él pensó que era un farol. No imaginé que te recibiría tan mal. Sebastián es un joven bien educado y solo está actuando así porque piensa que me avergonzará frente a ti.

- No te preocupes\, señor Otto\, imaginé que sería así. Manejo bien las ofensas y la mala educación.

Él sonríe complacido.

- Eres muy madura para tu edad. Tus padres te criaron muy bien. Quisiera haber hecho lo mismo por aquí. Mis hijos\, a pesar de ser adultos\, son dos niños mimados e irresponsables. Beni todavía está durmiendo\, y cuando despierte irá directamente a ese invernadero donde se quedaría días si pudiera. Y Sebastián\, como ya habrás notado\, es un libertino. Te aconsejo que no te pasees por la casa durante la noche\, es del tipo que... se divierte con las sirvientas en los lugares más insólitos. No quiero que te confunda con una más de las chicas con las que está acostumbrado a acostarse.

Me sonrojo con esta revelación. Realmente no estoy dispuesta a verlo en ese tipo de situación.

Pero mi preocupación se enciende pensando en Ciri, si le gusta jugar con las sirvientas, debo cuidar bien de la mía. Ciri, a pesar de ser joven, es muy hermosa y tiene un cuerpo de mujer, espero que ese pervertido no se insinúe con ella.

El señor Otto me presenta con orgullo su mejor café, ese que estamos tomando. De hecho, tiene un sabor muy agradable.

Mi tío esposo es una buena compañía. Solo eso para consolarme en lo que parece ser la misión de mi vida.

Después del desayuno me informa que necesitará salir.

- Siéntete cómoda\, la casa es tuya. Explora\, conoce\, pasea o simplemente ve a tu habitación a descansar.

Nos despedimos y lo veo salir a caballo acompañado de dos capataces armados y algunos sirvientes.

Oí hablar sobre el peligro que ronda los caminos. Asaltantes y alborotadores. Y que las mujeres nunca deben andar solas.

Pretendía pasear un poco por los campos, pero con eso seré mucho más cautelosa.

Espero que Ciri termine de arreglar mi habitación y vamos juntas a conocer la propiedad.

Es inmensa y de una belleza impresionante.

Caminamos juntas comentando sobre lo que vemos frente a nosotras. Ciri es realmente una buena amiga, menos mal que opté por traerla. Porque no sé qué sería de mí allí, sola en ese lugar extraño, sin nadie de mi parte.

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