Capítulo XX

Y al parecer lo único que querían era que yo quedara embarazada, después de aquella noche, Teo, me dejaba encerrada e incomunicada, y después de dos meses que no me llegara, me mandó a hacer una prueba y estaba en embarazo.

En todo el transcurso de mi gestación me la pasé en la casa, aguantando maltratos de Teo, viendo cómo llevaba a diferentes mujeres en la noche y se revolcaba con ellas.

Al tratar de hacerle algún reclamo los golpes eran lo único que me respondían, aun estando en embarazo, el maldito no le importaba.

— Que me mira.

— Nada. — como podía amar a este bebé, si fue el resultado de una violación, cada vez que veía a Teo, me imaginaba que el bebé tendría su mismo rostro y lo odiaba, pero después de un reto le hablaba y acariciaba mi vientre, él no tiene la culpa de nada, él también es una víctima de toda esta mierda.

No sabía que iba a suceder cuando él naciera y ese era mi mayor temor, el solo hecho de que el padre de Teo lo quiera no me daba buena espina.

— Ahhh. — comencé a gritar, respira. — Ahhh.

— Porque grita que fastidio.

— Creo que llegó la hora.

Teo se acercó a mí y me llevo a mi habitación, cada contracción era más fuerte, y yo no soportaba el dolor.

— Espera en la cama, voy a llamar al doctor.

No quería gritar, eso lo podría molestar, pero las contracciones eran más y más fuertes y ya había roto la fuente.

No sé cuánto tiempo había pasado, y estaba comenzando a perder el conocimiento, mis piernas ya no las sentía. Mi cuerpo pesaba más de lo normal, deje de luchar y comencé a entregarme a la oscuridad.

— Señorita, tienes que despertar. — volteo y veo a un hermoso hombre.

— Eres un ángel.

— No, pero soy el doctor, te necesito despierta, estás en labor de parto.

— Que hago.

— Voy a acomodar tus piernas y cuando te diga vas a pujar.

Asentí y segundos después, me dio la orden de pujar, sentía como se rompía todo en mi interior.

— Ya.

— Falta poco una vez más y ya está.

Hago caso y sí, siento como sale, aun en mi estado puedo escuchar a mi hijo llorar, el doctor lo envuelve en una manta, y cuando lo va a dejar a mi lado Teo se adelanta y lo toma. El miedo comienza a invadirme, ya que apenas él lo coge, una voz conocida habla.

— Necesito a ese engendro, sácale la sangre a la bruja y después puedes hacer lo que quieras con ella.

Teo le entrega a mi bebé a su padre, trato de ponerme de pie, pero mi cuerpo no me responde.

— Ya sabe qué hacer doctor. — con horror abro bien los ojos.

— Señor, ella está muy mal.

— Haga lo que le dije o usted va a perder a toda su familia. — el doctor pasa saliva y me mira pidiendo disculpas, de su maletín saca una jeringa y me inyecta. Poco a poco voy perdiendo el conocimiento.

— Lo lamento. — solo le puedo sonreír.

Porque no puede ser más fuerte, estaba tan desesperada que me entregué a Teo solo para no sentirme sola. No, eso no fue, yo realmente lo amaba.

Mis ojos pesan y mi cuerpo también, cuando por fin logro abrirlos me doy cuenta de que ya no estoy en aquella habitación del sótano, sé dónde estoy.

— Por fin despierta.

— Que me pasa.

— Mi padre necesitaba tu sangre así que la obtuve, llevo tres días drenándote, no te la saqué toda porque quería que despertaras para que vieras lo que te iba a hacer.

— ¿Por qué?.

— Ustedes malditos monstruos mataron a mi madre y a mi hermano pequeño.

— No… puede… ser.

— Mi padre me lo dijo, él nunca me mentiría, así que como ellos murieron tú lo harás.

Me coge del brazo y comienza a llevarme hasta el frente de mi yate, no me lleva, me arrastra. Al estar ya en la baranda, Teo saca un cuchillo de su cinturón y lo hunde en mi abdomen, varias veces. Y con su última puñalada me empuja hacia el océano.

“Puedes salir de esto, tienes el poder”

— Quien está ahí.

“Tu poder es más grande de lo que te imaginas, solo debes pedirle al océano la ayuda que necesitas”.

— Soy… una. Simple sirena.

“No eres solamente una sirena, después sabrás la historia, por ahora sálvate”.

Cómo iba a lograr eso, me estaré volviendo loca por escuchar esa voz.

“No te queda mucho tiempo, el veneno del cuchillo sigue actuando y te vas a marchitar”.

— Que tengo que hacer.

“Concéntrate, y pide ayuda al mismo océano y a sus habitantes, no se te olvide que los dioses están de tu lado”.

La voz se desvanece, con las pocas fuerzas que tengo puedo hacer aparecer mi cola.

— Por… favor… necesito de su ayuda, dioses del Olimpo se los pido.

Una parte de mi cuerpo comienza a brillar, está resplandeciendo tanto que cierro los ojos, mi cuerpo se detiene, ya no sigue cayendo en las profundidades.

— Lulú, gracias por avisarme.

— Su majestad, desde hace un año no la veía y siempre estuve al pendiente, sabía que algo iba mal y por eso la llamé.

— Ayúdame a llevarla.

— Que está pasando, está brillando.

— Lo sabrás pronto, ahora ella necesita descansar y recuperarse.

No estaba inconsciente, podía escuchar a Cristal y a Lulú hablando, mientras me llaman siento una paz interior única.

No sé después de cuánto tiempo vuelvo a mi cuerpo, mis ojos se adaptan al lugar en donde me encuentro.

— Hola.

— Dios santo estás bien.

— Sí, lo estoy.

— Que fue lo que paso. — imágenes de Teo, su padre y de mi bebé llegan a mi mente como un flashback.

— Necesito recuperar a mi hijo.

— ¿Tu hijo?. — verdad, ella no sabe nada de los últimos meses.

— Larga historia, poco tiempo, ¿Dónde estoy?.

— Estás en mi reino, bueno en lo que queda de él. — estoy en mi país.

— ¿Qué soy?. — vuelvo a hacer la pregunta que me atormenta.

— Es hora de que sepas la verdad, hace muchos años y durante mucho tiempo tu padre y yo intentamos tener un hijo, pero cada vez era más complicado, nunca pude. Así que una mañana salí nadando y llegue hasta un templo, con lágrimas en los ojos rogaba que me dieran una oportunidad de tener un hijo. — una risa sale de sus labios. — Fui escuchada, pero a cambio tenía que estar con un dios, él me iba a dar la bendición de tener un hijo y este iba a ser el heredero al trono del reino acuático. — sabía de las leyendas, se supone que los dioses, tenían hijos para cuidar de la tierra, el mar, el cielo y el infierno.

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