XVIII

Ese día nos quedamos juntos, besándonos y tocándonos, pero nunca llegamos a la intimidad. Los meses siguientes él me visitaba seguido y formalizamos nuestra relación.

— Sigues en el trabajo. — mis compañeros siempre me reprochan porque soy la última en salir y la primera en llegar temprano.

— Hay que dejar limpio el lugar, porque sea un bar de reputación dudosa, no significa que tenga que estar sucio.

— Siempre haces lo mismo, no se te olvide que están atacando a estas horas, así que por favor sal con cuidado.

Le sonrió a mi compañero, siempre se preocupa por mí, es muy lindo de su parte. Y también lo sé, no hace mucho secuestraron a una muchacha y a los cinco días la encontraron muerta.

Al salir aprieto mi abrigo fuerte, el bar no está muy lejos de donde vivo, quince minutos a pie y llego. Teo había quedado de recogerme, pero me envió un mensaje de que no podía, su padre lo había llamado para no sé qué cosa.

Y yo que le tenía preparada una sorpresa por nuestro aniversario, bueno será para la próxima ocasión.

— Deténgase, señorita, si no quiere perder la vida. — me paro en seco al escuchar esa voz, siempre he estado al pendiente de todo lo que me rodea y hoy por estar pensando en Teo no lo hice, qué estúpida fui. — Que hace una bella mujer tan tarde en la calle y sola que es lo más triste.

— Por lo que veo lo que usted no hace. — deja de contestar, no sabes con qué te va a salir.

— Me gustas las mujeres como tú, atrevidas ante una situación de peligro.

— Haga lo que quiera.

— Yo que usted me alejaría de ella. — a mis espaldas escucho la voz de Teo, y por la forma que habla está bastante enojado.

— Usted quién se cree.

— Soy el novio, así que le pido el favor y por las buenas que se aleje de ella.

Aquel hombre se aleja de mí, pero de inmediato se lanza a pegarle a Teo, ambos se enfrascan en una pelea en la que ambos están en igual de condiciones, hasta que Teo le da un golpe dejando al hombre aturdido en el piso.

— En serio amor debes de bañarte con algo, porque cada vez que nos vemos es en alguna situación difícil.

— También te amo, pensé que no vendrías.

— No le iba a perder nuestro aniversario, así que vamos a descansar un rato y más tarde vamos a almorzar.

El cansancio me gana y apenas llegamos, quedo dormida en la cama y en los brazos de Teo.

Mientras nos organizamos para salir noto que Teo está bastante nervioso.

— ¿Pasa algo malo?.

— Porque lo dices.

— Normalmente, cuando te quedas amaneces de buen humor y muy charlatán y hoy no.

— No es nada, lista.

Me encojo de hombros al ver que no voy a obtener respuestas de él.

Mientras nuestra cita pasa con bastante normalidad, hasta que llegamos ya entrada la noche de nuevo a mi yate.

— Todo estuvo muy delicioso. — digo mientras voy entrando y veo que él no le sigue, al girarme veo que está arrodillado y con una cajita en su mano, la cual deja ver un hermoso anillo.

— Sé que hace meses te lo propuse de una manera en la que no debía, hoy vuelvo a pedírtelo, pero correctamente. ¿Celeste te casarías conmigo?.

Me quedo como una estúpida mirándolo, incrédula de lo que acaba de decir, mis piernas me tiemblan y en mi estómago se forman mariposas.

— Sí.

Logro pronunciar después de un buen rato, acercándome un poco más, él coloca el anillo en mi dedo. Luego se pone de pie y me abraza.

Cómo él tenía fan una semana después de que me lo sugiriera, nos casamos, fue una ceremonia por lo civil, en la que solo estuvimos nosotros dos y su padre, que por alguna razón me hacía sentir incómoda.

Un sentimiento que me inquietaba, como la primera vez que nos vimos. Las miradas que me dedicaba, eran de deseo, pero no de un deseo carnal ni amoroso, era un deseo más oscuro y más profundo, como si quisiera obtener algo de mí y no sé qué era.

— Felicitaciones hijo, pero me tengo que retirar el rebajo, no para.

— Gracias por acompañarme, y nos estaremos comunicando.

— Señora, hijo.

El señor se despide de nosotros y antes de darse la vuelta para marcharse me muestra una sonrisa siniestra.

— Ahora eres completamente mía, y esta noche te tendré también.

Mientras llegábamos al hotel, donde pasaríamos nuestra noche de bodas, no dejamos de besarnos en todo el camino, podía ver como el conductor de Teo nos miraba por el retrovisor.

— Te amo. — mi vestido era corto y Teo ya había metido sus manos debajo de él.

— Yo también.

Sus besos me dejaban sin aliento, sintiéndome atrevida, me siento a horcajadas en sus piernas, no aguanto más la espera de estar con este hombre.

Sé que a penas tengo 19 y él tiene 33, pero para el amor no hay edad. Su boca se va deslizando por mi cuello y clavícula.

— Mmmm.

— Qué hermoso sonido.

La vida es una sola, me levanto un poco y con cuidado me quito la manguita que tenía puesta, esto por supuesto enciende más la llama de Teo que no espera mucho e introduce dos de sus dedos en mi zona íntima.

— Ah.

No puedo evitar gemir, y para su disfrute aumenta la velocidad haciéndome retorcer sobre su regazo. Al llegar al clímax caigo en su pecho, y eso que la noche acaba de empezar, sin quedarme atrás, muy lento, me voy deslizando de sus piernas y puedo sentir el bulto de su entrepierna.

Cómo lo estoy rozando no puede evitar soltar un gemido. Ya en el suelo del auto mis manos llegan a su pantalón, y lo desabrochó con facilidad dándole vía libre a su miembro.

Me sorprende el tamaño, no soy una experta, pero puedo hacerlo llegar. Mi lengua poco a poco se va acercando a su miembro y antes de tocarlo el habla.

— Sé… segura.

Asiento y me pongo manos a la obra, lo primero que hago es lamerlo, luego y poco a poco lo voy chupando, como es tan grande solo lo meto hasta donde pueda.

Puedo sentir como Teo se comienza a contorsionar en el asiento, así que aceleró los movimientos.

— Voy… voy a … Llegar. Mi amor.

Su respiración está acelerada y la voz le sale ronca y entrecortada, unos segundos después llega en mi boca, no escupo sino que me lo paso completo.

— Mi amor, eres terrible, pero ahora tengo las ganas de estar dentro de ti.

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