Capítulo XVII

— Este no es lugar para una dulzura como tú.

— Le recomiendo que se aleje de mí, si no quiere terminar mal. — después de mi grado decidí encontrar un trabajo, no puedo seguir viviendo de las perlas que me envía cada semana Cristal.

— Eres bastante ruda con tus palabras, serás así con las manos. — trabajar en un bar no es fácil, así que me ha tocado lidiar con hombres como este. — El ratón se te comió la lengua.

Sé que tengo que tener un poco de paciencia, no estoy trabajando ahora y él no es uno de los borrachos con los que estoy acostumbrada a tratar.

— Por favor aléjese.

El tipo no puede entender las razones, y comienza a pasar su mano por mi brazo.

— Tienes una piel suave.

— Por última vez, déjeme en paz. — me agarra fuerte el brazo y comienza a tirar de el para que lo siga.

Bastante enojada y con mi mano libre le pegó un puño el cual provoca que le sangre la nariz. Aun así, el maldito no me suelta y su agarre se hace más fuerte.

— Eres una maldita muy dura, pero esto no es nada.

Enojada aún más, vuelvo a lanzar otro puño, pero este no llega a su objetivo, al provocar aquella distracción, flexionó la pierna y le doy un rodillazo en sus partes nobles.

— Maldita bruja. — grita.

El hombre se retuerce de dolor en el piso, es tal el alboroto que los de seguridad llegan a ver qué está pasando, y antes de que me llamen o me vean una mano me agarra de la muñeca llevándome al pasillo más oscuro de la discoteca.

— Te has vuelto muy rudo cariño. — cómo diablos me encontró. — Y sigues llamando la atención.

— Si no tienes cuidado vas a resultar igual o peor que el hombre que está en el piso, y en cuanto a llamar la atención, que puedo decir, los problemas me siguen.

Me giro para ver a mi interlocutor y ahí está él en persona, uno de mis tres amores platónicos.

— Hola. — me dice él.

— Hola.

Nos miramos a los ojos sin decir una sola palabra, nuestros rostros se van acercando, mi cuerpo tiembla al sentir su aliento en mi rostro. Sin poder aguantar mucho más y cierro la brecha que nos separa.

Junto a nuestros labios, un poco sorprendido Teo no responde al principio. “Maldita sea malinterprete lo que él quería hacer”. Cuando estoy a punto de separarme, él coloca una de sus manos en mi cadera y la otra en mi nuca, profundizando en beso.

Nos quedamos hay por lo que parece una eternidad, pero a pesar de que quisiera seguir besándolo el aire me está faltando.

— Esto no es un sueño. — nuestras frentes se juntan.

— No lo es cariño, en y puedo demostrarlo.

Nuestros besos se hacen cada vez más profundos y apasionados, al punto de que sus manos se meten en mi entrepierna haciéndome soltar un fuerte gemido.

— Silencio pequeña, no queremos que nos descubran.

— Teo por favor…

— Que quieres cariño.

— Acá no… — las palabras me salen entrecortadas.

— Tienes razón pequeña, por ahora vamos a cenar, tengo mucha hambre.

Me suelta un poco y mis piernas no quieren reaccionar, me tiemblan demasiado, comienzo a respirar profundamente para calmar mi corazón y el deseo que acabo de encender este hombre.

Después de calmarnos, Teo me da un beso rápido y vuelve a tomarme de la mano llevándome hacia la salida del establecimiento. Ya con la mente más clara puedo hacer la pregunta que me formule, apenas supe quien era.

— ¿Cómo me encontraste?.

— No te encontré, solo fue casualidad.

— Solo eso. — me entristeció la respuesta, pensé que me diría que me estuvo buscando, estuve desaparecida por dos años.

— Cuando desapareciste, busque por toda la ciudad, le pregunté a tus amigos y no sabían nada, tus padres tampoco.

— ¿Cómo llegaste a este lugar entonces?.

— Negocios, tenía que cerrar unos negocios para la empresa de mi padre y decidí divertirme, nunca me imaginé que te encontraría.

— Tanto tiempo teniendo cuidado y ahora aparece él. — lo digo para mí misma, pero sé que él alcanza a escuchar.

— ¿Por qué?.

— Porque que.

— Escapar, esconderte, eliminar tus redes sociales.

No puedo decirle lo que está pasando, tengo que tener mucho cuidado, ahora que sé que en esta pequeña isla también han empezado la caza de sirenas.

— Tenía que hacerlo, estaba bastante abrumada, por muchos años aguante muchos comentarios feos y demás, no lo soporte y me fui. — espero que sí un día se llega a enterar de la verdad me perdone.

— Cásate conmigo. — escupo la comida.

— ¿Qué?.

— Lo que escuchaste, cásate conmigo, ha pasado mucho tiempo y no quiero perderte de nuevo. — esto debe de ser un maldito chiste.

— No.

Me levanto y salgo corriendo directo a mi refugio, como me pide eso así de la nada, y porque huyó de eso, no sé en quién confiar.

Al llegar a mi yate, me encierro en la habitación, mis piernas están en mi pecho y las agarro con fuerza con mis manos, no quiero estar más tiempo sola y a lo mejor pueda hablarle de lo que me está pasando, y entre los dos podamos buscar una solución.

Esa noche me quedo dormida en mi cama, pero con muchas preguntas en mi cabeza, a la mañana siguiente me despierta un golpe constante a las afueras.

— Quién.

— Soy yo cariño.

Me levanto de un salto y me arreglo lo mejor que puedo y salgo a recibirlo.

— Hola.

— Perdóname por lo de anoche, pero la verdad es que tengo miedo de perderte.

— Lamento mucho haberte dejado así de esa manera, la verdad no me esperaba una confesión así.

— Yo también tuve la culpa, tregua. — levanta las manos mostrándome una pequeña bolsa de una panadería cerca y de dos cafés.

— Sube. — sin esperar más él sube. — Coincidencia otra vez o me seguiste.

— Te seguí, estabas bastante alterada y no quería que te hicieras daño.

Le sonreí y él me devolvió la sonrisa, el resto del día hablamos de todo un poco, no volvió a tocar el tema del matrimonio y tampoco tocamos el tema de los muchachos.

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