Nash, acaricia y acomoda el cabello de Normandía. Se sienta a su lado y la levanta del dorso para apoyarla en sus brazos.
Le besa tiernamente , luego apoya su rostro en el de ella, secando sus lágrimas con la otra mano.
Al fin, ayuda a controlar el estado emocional de ella.
—Normandí... me gusta decirte así...me permites que te llame de esa manera?
— Está bien– Solloza.
— Este fin de semana...
— Nada...
Normandía se levanta.
— Me voy... – desarmada pero recia.
— Te acompaño...–avergonzado.
Normandía se separa de él y camina rápidamente al portón. Nash va tras ella y la toma del brazo.
— No permitiré que salgas así... perdóname. Fui un torpe y un bruto – asustado... traga saliva –Debo salir en mi carro, te daré una vuelta y luego bajas cerca del edificio para ingresar por donde quieras.
— Prefiero ir a mi casa – decidida y muy seria.
— Está bien... —respirando más aliviado.— Espérame por favor.
Corre hacia su automóvil y embarca. Le da contacto y va de un rápido arranque de su Dodge plomo, hacia próximo a ella, chirriando las llantas, lo que hace levantar viento. Baja y le abre la puerta, luego se aproxima, ya que ella no se mueve. La toma de la mano y la conduce hasta que sube.
En total silencio maneja y sale del centro, dirigiéndose a un barrio de residencias elegantes.
Él intentó hablar, pero ella se puso las gafas oscuras y solo miraba al frente.
Al salir del auto, Nash intenta de todo para ganar una sonrisa por más leve que sea y un adiós de despedida... así hay muchos casos en las metrópolis... Quizá sus amistad y relación sea muy efímera... poco sabemos de ambos. Ni ellos mismos quizá sepan de ellos... ahora peor.
Al salir del auto, ella le espeta:
— Muy rápido tu arranque.
Y cierra la puerta más fuerte que lo normal. Camina rápidamente hacia el portón de su casa.
Nahs espera que ella ingrese a su casa y sale.
Por supuesto que en la empresa han notado la ausencia de Normandía.
La misma Secretaria Robótica habló:
《Señorita Normandía, ya está listo su café y gallestas del te de las cuatro》
Sigmund que estaba allí próximo y hubo entrando a la oficina de ella, escuchó y ordenó a la "Secrerob": Ordene a servicios mantener atención de llegada de nuestra directora de recuerdos, para no estar avisando a la nada》
《 Okay Mister "Sig" Lo cumpliré, ruego sus disculpas, Mister Sig》
— ¡Vaya! Qué onda de esta máquina, todavía a decirme "Sig"... confianzuda — Sigmund muy molesto, no habló fuerte, para que no alcance la computadora el nivel de voz para respuesta.
— Situación difícil pero se arreglará—Sigmund se pasea por la oficina, está inquieto.
—Mister Sigmund: – Entra doña Cornelia muy preocupada, frunce el seño entre los lentes colgando demasiado de la nariz, se lo acomoda al decirle en voz baja: – Yo no entiendo cómo usted, con su habilidad y capacidad para dirigirnos, ha permitido que esta S.R. (Srta. Robótica), reciba y responda todos los recados, además de lo más importante, las citas a reuniones o consideraciones con las empresas afiliadas y accionistas internacionales. Ya fue lo de Oslo, ahora otras cuestiones con eso del casi accidente y más...
Lo de las ocho rubias, para disposición sexual de Mister Kesman y Mister Bobby... Eso es una locura y usted Mister Sigmund, es uno de los que permitió a esa "robacargos‐robótica!.
— Qué le pasa señorita Cornelia...— reniega Sigmundo, hablando aún más bajo que su interlocutora; –por favor contenga sus ánimos exaltados, tráigame un café de allí, directo de la salita de servicios de esta oficina... sírvamelo con espuma y poca azúcar por favor! ¡Soy su superior!
— Lo haré – responde Cornelia bien molesta pero siempre a baja voz…: –y mejor que, esa robótica que presenta el café insípido...
Muy iracunda, Cornelia va hacia un cuarto dentro de la oficina privada y entra...
Quedando en total silencio, Sigmundo parece muy contrariado y de pronto se levanta y se sienta y finalmente va al cuarto... entra directamente y cierra la puerta. Se escucha que rueda la llave por dentro.
— ¡Usted es atrevida señorita Cornelia! Hablarle así a su superior... ¡si quisiera yo, haría que le paguen menos! ¡Gana usted muy bien!
— No haga la intención– Cornelia muy engallotada, habla bajo nuevamente!
— ¡No hables fuerte! Cornelia... Nos va a escuchar la robótica...
— Que escuche de una vez y si quieres que lo divulgue... esos quieres? – Se ha desarmado doña Cornelia.
— Cómo se te ocurre, terrón de azúcar— la abraza con deseo de pasarla la lengua por los pechos ajustados.
— Eres como todos los hombres...no me vas a engañar...
— Pero cómo andas celosa de una máquina? Un robot no tiene dónde besar... ¡Así calentito!
— Ay... pícaro...sé que hay una de carne y hueso entre las de la Directiva de accionistas que anda muy tras de tí...
— Nooo...no existe nadie... quién supone usted mi dulcecito, que esté queriendo meterse entre nosotros...
— La mujer del pícaro y mujeriego y de todo, de mister... mejor me callo...
— Ve que se inventa...no sabe ni lo que dice...venga...béseme...
— Mm – Se besan. Un beso apretado, como que ella está molesta. Por eso, rápidamente ella se suelta...–el café, debo servir el café... En otra no entre sin quitar a esa robótica... Seguro que ya grabó.
— Déjalo, yo apagaré y borro todo siempre. No te olvides que el sistema lo hice poner yo.
— Claro, y ahí metiste a ese robot, que me quitó el trabajo más íntimo con ustedes del Directorio.
— Para...– Sigmund se interrumpe él mismo por una cierta estupidez que pensó.
— Salgo... Salgo...– repite
Cornelia sale y hace de cuenta que deja las tazas listas en una mesa de apoyo junto al escritorio de Normandía. Sigmundo demora un poco más y después sale con un termo de agua caliente y se lo lleva a su oficina.
Sigmund, camina muy hecho el don Juan y pasa por varias secretarias no muy jóvenes que hace de cuenta que lo saludan y una vez que pasó hacen caras y gestos con las manos.
— Así...ya nadie lo va a querer...— exclama una...
— Él trastabillea pero continua muy altivo...es cuando pasa ante Cornelia que se vuelca a entregar la respuesta de la calidad de la plataforma del Helipuerto antes del supuesto despegue.
— Esto es para entregarlo a Miss Normandía... tras que llegue...yo estoy saliendo ya a mi casa...si puede...me llama más tarde para decirme que lo entregó en manos propias.
— Está bien, Missis Cornelia...gracias.
— Mírenlos, cómo saben actuar de bien...como si no supieramos nosotras ese su estilo de él.
— ¿Estás celosa eh? ¿Peggy?
— ¡Tonta!
— Ja,ja,ja.
A pocos minutos, luego de pasar en el ascenso por otras oficinas, Mister Sigmund, ingresa a la Asistencia Médica de e Emergencias y Enfermería.
— Al fin Sigmund...— reclama ansiosa, la madre de Bobby Blender.
— ¿Sí? ¿Anne? ¿Pasó algo?
— Bobby ya está recuperando, hace unos momentos abrió los ojos, balbuceó algo y otra vez cayó en esa especie de desmayo.
— Ya son varias horas. No debería haber esto, sino hay lógica médica ni sintomatología de efectos o cualesquier otra cosa.
— Sí... mi pobre niño grande, estoy preocupada.
— ¿Y Kesman?
— Él mueve los labios como con sed, le ponemos agua con dulce y parece agradarle...pero luego no mueve más los labios.
...***...
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