Allí, apoyado a veces, otras con las manos en los bolsillos, mira el panorama total de la metrópoli, más famosa del planeta, siendo su mirada profunda pero ya aparentemente sin sentimiento.
— Basta – expresa su primo Bobby Blender – Él no es un espectáculo, dejen de mirarlo con pena, vuelvan por favor a sus lugares. Quédate Sigmund. Yo haré guardia para cuando te diga que nos dejes solos. ¿Está bien?
— Pero...
— Sé que sois su padrino de bautismo, que lo criasteis casi como si fuese tu hijo. Pero, ya él no es más Kesman.
— Por favor...– Sigmund baja la cabeza. Varias lágrimas ruedan por sus mejillas.
Bobby está muy triste también. Mira a su primo, camina breves pasos, se detiene. Da una vuelta, se aprieta los labios, quiere llorar, allá al fondo Kesman está apoyado sobre el vidrio mural y también gira y se despide levemente moviendo la mano izquierda.
— Qué harás?
— Lo dejaré ir. Quiere irse.
— Estais locos Bobby.
— No. Lo seguiré.
— Podrá perderse.
— No os preocupéis, pero no quiero que le digáis ni siquiera a Normandía.
— Qué cosa.
— Coloqué un chip sin que se note, hacen ya varios días. Dentro de ese prendedor, que tanto le agrada y sé que no lo perderá ni se lo quitará, y lo seguiré día y noche.
He puesto un sistema de funcionamiento ultra moderno para rastrearlo así vaya a otra dimensión. Estará seguro mi primo. Vete, que solamente me vea a mí. Deberé fingir que le despido o algo así.
— Está bien, os lo encargo y tú también cuídate mucho. Vayas donde vayas, dime cómo están.
— Ve, ahora, si pregunta el directorio, diles que estaremos viajando. Voy a invitarle a subir al helicóptero y lo conduciré donde quiera ir.
Si desea estar solo, pues, lo dejaré. Pero quedaos tranquilo, cualquier cosa os mandaré coordenadas y noticias.
No hagas intención de despedirme ni insistir en que nos busquen, espera mis noticias... vuelve a tu oficina, y finge tranquilidad.
— Ve, ve con él. Suerte, hijo.
Sigmund ingresa llorando y baja hacia el piso de su oficina limpiándose las lágrimas.
Le miran. Disimula su tristeza e ingresa a su sala.
Mientras tanto, Bobby camina hacia el helicóptero. Sube. Se acomoda en el asiento del piloto y enciende el motor.
La hélice gira toma velocidad.
Kesman gira y ve la nave. Parece que pensara y lentamente, mientras el cora corazón de Bobby late más rápido, esperando que no se vaya de allí, espera sin decir nada ni hacerle la mínima seña, y Kesman pasa próximo a la nave.
Se detiene y parece dudar y no querer apegarse. Bobby mira al frente, como si su primo no esté allí... y espera.
Unos segundos más y Bobby aprieta los puños sobre el volante de la nave.
Kesman mira a todos lados. La portezuela está abierta y ve solamente a Bobby de perfil.
Entonces, da un paso, otro, uno más y se detiene... luego comienza a ir lentamente. El viento parece querer hacerlo retroceder.
Llega a la nave y mira dentro como si no conociera nada de esas naves.
Bobby aguarda los últimos instantes para que no se desanime y Kesman sube como si jamás haya entrado en algo así.
Se acomoda tímidamente en el asiento de atrás.
Bobby está a punto de estallar controlando su ansiedad.
Kesman, está quieto sin mirar a Bobby, parece aguardar que accione.
Es cuando, casi temblando, su primo, extiende el brazo izquierdo y jala la puerta y la cierra y tranca con el seguro.
La nave se eleva y su vuelo, llama la atención de muchos empleados que la ven pasar y Sigmund corre a la ventana y ve cuando la nave se aleja y se pierde.
En la sala del directorio también ven pasar el helicóptero.
Normandía, que está sentada frente a la mesa, en el lugar de Kesman, mira de lejos y hace de cuenta que no ha visto nada. Los ejecutivos la miran.
Ella estará encargada del directorio.
— ¿Dónde van? – interroga un alto ejecutivo.
— Una reunión de CEOs–, responde Normandía, tomando varios papeles para disponer algunos archivadores rápidos para cada ejecutivo.
La nave sobrevuela la metropoli.
Ni Bobby, peor Kesman, hablan.
Ya van veinte minutos de vuelo. La urbe se aleja, se ve el río Hudson perderse en la lejanía que va tapándose por las nubes.
De pronto, Kesman apunta hacia la izquierda, Bobby hace caso...
La nave ingresa en varios cúmulos, todo fuera se pone blanco, Bobby intenta estar lo más tranquilo posible
Están a casi el tope de la altura de vuelo de una nave como aquella que, aunque el aparato es de los más modernos y de alta capacidad de altura, no debería acceder de aquella tomada hasta allí.
El panel muestra la altura de 4.700 pies. Y la nave, un Bell -1 Huey puede elevarse hasta 5.800 pies.
La preciosa nave blanca, con tramos pintados de rojo, con la sigla de la empresa, pasa por entre las nubes en raudo vuelo.
Kesman sonríe levemente.
Bobby lo mira por el retrovisor.
Por el Santo Cielo, dónde quiere ir este mi primo olvidadizo》
Piensa Bobby, ya preocupándose, pues llevan una hora de vuelo.
Entonces, en plena altitud, blanco todo por cualquier lado que se mire. La nave parece detenerse... Bobby intenta hacerla reaccionar creyendo que se está descontrolando.
Ahora la sensación es de bajada... la hélice continúa girando.
Entonces, la sensación de topar el suelo es de pronto.
5000 pies de altitud marca el panel.
Bobby queda inmovilizado por el susto.
— ¡Imposible! — Balbucea Bobby y mira hacia atrás a Kesman que lo observa con quien espera de él cualquier acción normal.
《¿La aeronave está detenida en el aire o qué?》 se pregunta Bobby.
Pero no sucede nada más en unos treinta segundos.
Bobby se mantiene quieto. Lo extraño es difícil de contraponer de forma inmediata.
Es cuando se detienen las aspas de girar.
La aeronave se ha detenido en medio de ese espacio.
Kesman, le toca el hombro y Bobby gira un poco para verlo. Su primo mueve la cabeza indicando que abra la portezuela de la nave.
Bobby, suelta el cinturón de seguridad.
De alguna manera nerviosa, Bobby abre y Kesman, baja. Pisa normalmente un supuesto suelo.
— Kesman, qué es lo que pasa... qué es esto primo.
Kesman, está afuera. Parado, en el aire.
Bobby no sabe si salir o quedarse por las dudas.
Kesman camina algunos pasos.
Bobby considera que si desaparece Kesman entre las nubes aquellas, será peor saber lo que puede suceder después.
Ve la tranquilidad de su primo, y baja asustado... se aleja de la nave y se aproxima a Kesman... lo toma del hombro. Y Kesman continua quieto.
Bobby mira la nave atrás y todo sigue igual.
— Kesman por favor, dime qué está pasando.
Pero, Kesman continua de la misma manera.
—Dónde estamos primo... contesta... por favor.
— Ya Bobby. Si gustas puedes volver. Debo quedarme un poco aquí.
— Estais loco Kesman. cómo creeis. Sea lo que sea, estemos donde estemos, debo quedarme contigo. No te abandonaré.
— Okay primo y amigo.
— Díme sí, algo...
— Nada os puedo decir.
— ¿Estás bien?
— Dadme tiempo.
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