Kesman y su primo Bobby están detenidos en el tiempo, parados a pocos metros del helicóptero, pero no es una pradera, ni un desierto, ni el altiplano de una cordillera, es entre las nubes, en las mismas nubes.
Bobby estudió pilotaje en Ontario, Canadá, se especializó en vuelos de emergencia en altitud básica, media y alta, en Oslo, Noruega, participó en cursos y prácticas sobre montañas nevadas, y bajo tempestad de nieve; ventiscas y tempestades de viento y arena en Marruecos y la ciudad Blanca de Tel Aviv, y ante las lluvias torrenciales en Corea, y en la Amazonia de Sudamérica.
Además de vuelos de emergencia y velocidad práctica, por entremedio de los rascacielos de Nueva York, Chicago, Dubai, Tokio y Río de Janeiro, además de un ensayo de rescate en la torre Eiffel de París.
Volar altísimo a más de 4000 pies, es aún más que todo ese conocimiento, es su deleite principal, y nadie puede por más que quiera, discutirle o mentirle sobre vuelos entre las nubes. Entrar en cúmulos inmensos cargados de agua, fueron las prácticas más fuertes.
Por eso allí, sabe dónde está. No pueden mentirle, están, a más de 4500 o quizá 5000 metros, sobre la capa terrestre.
Pero qué es esto. A esa altura tenemos oxígeno sí. Pero, hay un piso. Es como pisar un césped. Blanquísimo y las nubes entre las piernas y los brazos. Ninguna presión, ni siquiera viento. Tranquilidad.
— ¿Qué es esto Kesman?
— Eso que estáis pensando.
— Una plataforma en el cielo... ¿?
— Sí.
— He de esperar que esto sea un sueño o si no lo es, salga bien de ello...
Balbucea Bobby, y mira a Kesman que comienza a avanzar paso a paso muy medidamente.
Él lo sigue casi a su lado. No puede mostrar miedo. ¡Cómo un gran piloto como es, y además matemático y físico, alumno principal que fue, vaya a tener miedo ahora!
De pronto ya, se abren las nubes ante ellos y aparece una planicie verdísima y espacial.
Una catarata de unas montañas entre esas nubes y justamente en ese instante, allí, en un riachuelo formado por la caída de agua, se les aproxima en otra dimensión visual.
Unas figuras humanas de todos los tipos de seres humanos, que toman baño, vestidas de blanco.
Entre medio de ellas, en las aguas cristalinas, una cabellera rubia, larga hasta media espalda, se levanta de las aguas, con una corona de margaritas amarillas y rosas blancas: es una preciosa rubia de unos diecisiete años.
Kesman abre la boca y sonríe feliz.
— ¿Es ella, la veis?
— Estamos locos viendo visiones…. Pero sí la veo...
— Mirad como es preciosa.
— ¿Es ella?
— Sí, es Chisi.
— Pero...— Balbucea nuevamente Bobby – Cómo puede ser, esto... que estoy viendo... explícame Kesman.
— Chisi...al fin.
— Tu locura, tu alma, tu amada adolescente.
— Vamos hacía allí... ven, acompáñame, bajemos.
— Esa era tu locura, esa era tu pérdida de memoria…
— Sigueme, no tengais miedo.
Bajan, como bajan las nubes, como si fuera una masa blanca que se ha tornado el piso y es un suelo que parece andar y correr con ellos hasta dejarlos sobre la superficie, de un otro mundo quizá.
— Pero qué pasará si nos acercamos demasiado.
— Quiero verla de más cerca.
— ¿Ella nos verá?
— No lo sé, creo que no todavía. Hay cosas que todavía no entiendo...no preguntéis tanto.
— Bueno, se cumpla al fin tu sueño.
— No es un sueño es real.
Se detienen detrás de unos peñascos.
La joven corre arrastrando agua y su cuerpo emerge hasta la cintura. El vestido blanco liviano se pega a su piel.
— Está bien, aquí nomás. No puedo interferir.
— Qué queréis decir.
— Esto es angelical.
— ¿Verdad primo?
— Sí... es una larga historia que en un momento dado os contaré.
— ¿Ella nos verá?
— Claro que... sí... Eso quiero y espero.
— Estoy temblando más que tú... ¿te reconocerá?
— No sé...no sé... si gira y me ve, puede ser, que sí... mira para acá preciosa...
Entonces, Chisi que se peina el cabello con los dedos... gira un poco y da medio pedio perfil, en bello movimiento, sobre el hombro izquierdo.
— Gira... mírame... mírame... mírame... ¡Mi amor!
Es cuando Chisi levanta los ojos y mira lentamente, por encima de su hombro izquierdo...
— Mírame, y sabré que me estáis recordando y me recordateis siempre.
Ella entonces lo mira... sus ojos se cruzan en el tiempo… Como un rayo de luz azul viene y se introduce en el cerebro de Kesman.
— ¡Miró!
Una batalla celestial, de truenos y mundos se juntan, seres vuelan por los aires, en una sola conjugación de siglos y espacios.
Kesman y Bobby sienten un impacto seco... que los hace saltar sobre sus asientos.
Están nuevamente dentro del helicóptero. Pero Bobby está sentado atrás, en el lugar de Kesman y él, en el asiento del piloto.
— ¡Kesman! – grita Bobby al despertar.
El helicóptero tiembla.
— ¡Kesman despierta! ¡Por el santo cielo! La aeronave tiembla más fuerte aún... Están girando las astas y la hélice toma velocidad… Y Kesman no reacciona.
Bobby salta hacia adelante, e intenta mover a Kesman. Lo empuja hacia el asiento de la derecha. Está como desmayado... Y la nave levanta un poco de un lado y cae sobre la otra rueda, provocando que las astas se aproximen a escasos metros de la superficie.
Al fin, milagrosamente, Bobby se abre paso desde atrás, entre el cuerpo de Kesman y el respaldar, y consigue tomar la llave de la máquina y girarla hacia la derecha... la gira, y así, apaga la aeronave que aún está bamboleando de un lado, topa el otro y así hasta detenerse... mientras la hélice se detiene también.
El humo y la espuma, propinada desde los lanzadores contra incendio de naves, va evaporándose...
Aclara.
El helicóptero ahora aparece entre la humareda provocada por la fuerza brutal del encendido forzado y arranque de los motores a velocidad elevada y el chirrido de las llantas al rasparse violentamente que provocó intenso humo.
— ¡Qué pasó... qué pasó!
Están en el helipuerto de la terraza de la Global Entreprise Inc.
El personal de servicio del helipuerto privado de la empresa, había corrido a tiempo al ver el movimiento de la nave y cuando se encendió el motor y giró la hélice y la fuerza casi provoca que la nave girara al punto de volcarse y suceda un desastre.
— ¿Están ellos bien?
— Por Dios, qué pasó.
— Habrá las puertas, parece que están desmayados. Si no ya hayan salido.
— Abran, abran pronto... se pueden asfixiar... hay harto humo dentro.
— Más agua...
— La nave puede explotar…
Rápido... corran traigan las camillas.
Retiran los cuerpos de Bobby, que estaba encima de los asientos con la cabeza hacia abajo y Kesman arrojado hacia la derecha del lado derecho, de bruces.
— ¡Rápido... suministren oxígeno...!
—¡Agua a la nave, sigue el motor a punto de explosión!
Al fin, tienen a los jóvenes en las camillas y corren con ellas... entre tanto consiguen detener el siniestro.
— ¡Ave María Santísima! – exclama Normandía – Qué sucedió con mis hermanos.
Se arma un correteo en todo el edificio. Desde abajo miran el humo.
— Casi hubo un grave accidente arriba, en la torre del helipuerto.
— ¡Casi mueren los principales de la empresa!
— ¡Evacuar edificio!— Se escucha por los parlantes interiores de la empresa.
— ¡Todo está bajo control! Han llevado a los chicos a sala de emergencia, pero están bien, Normandía — Dice finalmente Sigmund.
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