El automóvil que conduce Sigmund se aleja de nuevo hacia al helipuerto para tomar el helicóptero de la empresa y subir hacia al Valle en que vive.
Desde allí, casi al llegar la noche, Kesman es transportado al aeropuerto, y más tarde, sale de Estados Unidos de Norte América en dirección a Grecia.
Vuela toda la noche.
Kesman mira el mar océano Atlántico en plenilunio magnífico.
Le parece extraño como vuelan esas naves.
Disfruta el vuelo.
Chisi desaparece de su mente. Se fue. Por lo menos en esas horas, ella salió de su mente.
Aterriza al amanecer según el horario de Grecia.
Conoce el Mediterráneo, va hasta las orillas del mar Jónico y del mar Egeo.
Navega en veleros livianos, en un yate, en canoas a remo, vuela en alas deltas y otras naves individuales.
Camina playas, sube escalones hacia las columnas, va aquí y allí, la gente pasa por su lado, de día, de noche.
Pasa delante de discotecas en la que jóvenes como él, bailan y beben, parejas se aman en las playas, hogueras arden al encuentro de grupos juveniles de locales y turistas del mundo entero y Kesman pasa de ida a dormir.
Al día siguiente de cada día, Kesman solitario, siempre solo, mira el horizonte de tarde, de mañana y de noche… Sube a los peñascos, observa el bellísimo y milenario lugar en que una civilización dejó muchos mensajes y obras universales de pensamiento, arte y cultura.
Luego duerme… el tiempo acaba, debe volver a Nueva York, nada ha pasado, solamente Londres, hace cinco años, y listo, no hay más, que piense ni recuerde.
Faltan pocos días o quizá semanas para que ese recuerdo desaparezca de su mente.
Aparentemente no habrá otra oportunidad de intentar rescatarle la pérdida de su memoria.
El lunes por la mañana, en la sala de la dirección ejecutiva de la empresa, su primo ocupa aún su lugar, todos reunidos y Bobby les habla:
—Estimados señores: Estamos en un momento especialmente difícil para nuestra empresa… mi primo, nuestro estimado gerente general, está seriamente afectado por un problema mental serio que le aqueja.
No debería informaros de estos aspectos íntimos de mi familia, pero no puedo dejar de hacerlo por el bien de vosotros… nosotros en general, ya que es preocupante…
Os ruego que hoy, a su llegada, sea en este momento o más adelante, podáis vosotros tomar cartas en el asunto que os concierne, y hablar personalmente, si es muy difícil la cuestión que pueda haber, quiero decir, en cuestión de vuestros beneficios gananciales como miembros del Directorio Ejecutivo y de las acciones que tengáis en la empresa…
Estamos en ese hilo de la verdad, Kesman no podrá en poco tiempo más, recordar nada de lo que pudo haber acordado con ustedes desde hace cinco años hasta hoy…
—¿Es ese tiempo mi estimado Bobby? Entendí que desde cinco años hacia atrás? –interroga uno.
—No, mis señores, él ya no recuerda de cinco años para atrás. Ahora dejará de recordar desde cinco años hasta ayer mismo, o quizá hasta hoy…
— ¿Quieres decir que sufrirá de amnesia total progresiva?
—Si algo así...es lamentable… es una amnesia progresiva y retro progresiva, que ha ido en aumento, y su memoria está llegando a un fin.
—Mi Dios — expresa una señora.
—¿Y ahora?— alcanza a decir otra ejecutiva, muy alarmada.
—Ahora, hay que concertar, en estos mismos días, lo que cada uno debe considerar mejor, para cada uno y para cada cual... Si siguen junto a nosotros o se retiran con sus beneficios pagados, la empresa no está fallida, está más bien, en sus mejores momentos, pero, esa es la situación.
Yo mismo estoy sin saber qué hacer. Debo ocupar cada minuto a partir de ahora, para decidir qué haré y qué hablaré con mi primo Kesman y qué decidiré y qué firmaré… Y él también deberá tomar una decisión fundamental.
— ¿Cuál es?
—Retirarse de la empresa.
—Santo cielo…
—¿Será que aceptará?
—Deberá hacerlo.
—No hay más…
—Más qué…
—Por el santo sepulcro.
—Es el final de la Global Enterprise Inc.
—El final de Kesman Kerr
—Tan joven acabar así…
—Si señora…
—Él debe decidir.
— Y nosotros también.
Un silencio de fin de mundo se balancea en la toma de deciciones de esa cantidad de 25 socios, cada uno con más de 100 millones al valor del oro por cada millón.
La metropoli de los rascacielos que se elevó desde el tiempo de la explosión del petroleo y el oro a nivel global, parece observarles desde fuera, por esos ventanales de la Global Tower, esperando qué decisión tomarán.
Muchas empresas en el planeta dependen de las decisiones de esos socios de la Global Enterprise Inc.
Apenas pueden hablar, hablan incoherencias, inconexiones.
No acaban las frases, se miran entre ellos, comentan levemente, anotan en sus agendas, revisan sus maletines, unos se levantan, van y miran el paisaje de la metrópoli desde el enorme balcón terraza de vidrio en el cual hay un espacio más cómodo para sentarse y relajar, mientras hablan entre varios, y luego siguen a otro grupo, vuelven en unos minutos a la mesa ejecutiva, de 22 individuos.
Son poderosos ejecutivos, bancarios y empresarios de una red de producción que se relacionan con lo que utiliza la Global, para los multimillonarios proyectos en escala, que puede ir desde vidrios especiales para nave aéreas de alta velocidad aeroespacial, inclusive fuera de la órbita terrestre, como de blindados especiales, que supuestamente están ya produciendo para países de la talla de Rusia y China, para sus estaciones orbitales.
Algunos son ejecutivos y presidentes de otras empresas relacionadas con todo el material que se usan en asientos para cohetería y naves de investigación universal.
Muchas de esas naves no han sido lanzadas ni las conocen el noventa por ciento de la población mundial.
Hay varios que tienen sus acciones de dominio sobre la industria del acero y platino, del grafeno y el diamante, muy empleados en la fabricación de elementos para cortes de metales empleados en las naves y plataformas espaciales.
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