La situación emocional en el edificio de la Global Enterprise Inc., está un poco tensa y lo sienten aquellos que fueron citados a esa reunión realizada con Normandía.
Ella es la Ejecutiva mujer, principal de la famosa empresa.
En cuanto el personal administrativo en pleno, está de cierta forma agitada, ella camina por los pasillos sin mirar a nadie para no incomodar el trabajo, pero tiene una notable inteligencia y es moderna al punto de un total dominio de su personalidad, enmarcada en semejante cargo de la entidad constructora.
— Señorita Normandía, ya tenemos el informe de contrataciones del mes y de los eventos en agenda para el próximo trimestre. Todo esto está firmado por su hermano y su primo en forma ascendente. Los primeros por Mister Kesman, los últimos por Mister Bobby–. Le hace saber una secretaria de la oficina correspondiente.
— Déjelo encima de mi escritorio.
— Pero, son muy privados...
— Nadie los tocará, no te olvides que allí está la central de la Secretaria Robótica...
— Sí...
— Ah, y os pido, que no me digáis "su hermano y su primo", okay?... ellos lo son y lo sabemos nosotros, pero nadie de fuera precisa saberlo si no hay motivo.
— Oh... disculpe.
— Tranquila, no es llamada de atención solamente discreción.
Así es Normandía... nadie podría decir que esta joven tiene cargos como ese.
Sin embargo, no es de aquellas ejecutivas de trajes de dos piezas, con blusas y pañoleta y tacones siempre altos.
Un abrigo de media estación se pone encima y cuando no ventea frío sale con ropa primaveral y relaja en las calles aledañas al edificio.
Esta mañana, después de ir a emergencias médicas del inmenso edificio, a ver cómo están sus dos familiares, sale por un pasillo común y baja varios pisos en el ascensor interno, pues ocupa muy poco el panorámico, habiendo ordenado eso, alegando que ese ascensor, debe dejarse para los visitantes, por el alto costo de operación y consumo; de tanto discutir, había ganado el apoyo del directorio y de Kesman, ordenando al personal, utilizar normalmente los internos.
Desciende por gradas hasta una lateral que da a los estacionamientos traseros y a una calle intermedia entre las avenidas principales del área y por donde sale el personal en general, así se mezcla entre los automóviles estacionados y sale a la calle, caminando como un transeúnte modesto y tranquilo de la vida.
Una vez revisado todo el entorno, retira de su bolsa un largavista, lo eleva para observar lo alto del edificio. Ve los ascensores externos que, suben y bajan, y parece que están siendo usados según esa regla.
Su interés mayor es la terraza del helipuerto... cuida cualquier detalle que pueda acarrear conflictos.
Una vez, salvó a la empresa de sufrir un sabotaje al edificio, que les hicieron, colocando una carga de explosivos prendida a una de las paredes de vidrio. Eso ha debido ser puesto por algún helicóptero o dron, ya que, para subir una carga de casi 30 kilos, solo puede ser una nave. Los drones son vistos cuando llevan cargas y no los hay aún en el mercado, así, con esas capacidades. Ella toma cuenta de todos esos cuidados.
Otra de las situaciones es la salida y entrada del personal, algunas veces los recepcionistas, e inclusive personal de mayor rango, saben demorarse mucho cuando salen por diferentes motivos.
Grupos pequeños o de dos personas saben salir y demorar en retornar a sus fuentes de trabajo y no puede confiar en su totalidad a los jefes de sección, pues la asistencia debe ser bien marcada, por cualquier peligro de intromisión o espionaje empresarial... etcétera.
— Hola muñeca.
—Ay– sorprendida y molesta por ello.
— ¿Qué te pasa, linda, andas de espía?
De pronto la voz masculina, ruda y sensual, la hace un asustar, pero al ver quien lo dice, se encanta y cambia a un rostro sonriente.
— Vaya, dónde no estás tu.
— Normandía... me gustas pues sois misteriosa– le dice el hombre que le aparece y la hace sonreír.
— ¡Nash!
Normandía ha cambiado de pronto. Quien la ve no la creería.
Ella es más terrenal que celestial... tanto en el pensamiento con en el estilo de vida, de ser y actuar.
— Trabajo casi 18 horas.
— Sí... sé que no pierdes tu tiempo, que no paras con tu trabajo, que no descansas, que ni siquiera vas a un templo, ni sales domingos ni feriados a buscar la paz del campo o la leveza del aire en la montaña ni los lagos dónde viaja tu hermano a relajar.
— Nash, que lo sabes todo y mis pasos más...Pero, te equivocas... también soy muy humana y me agrada un buen trago o una noche a luz de velas y sombras y música romántica...
— Y, eso quiero...
— Qué insinuás Nash...
— Un beso... mal pensada.
— Hablas como si ya...
— Solamente porque no quieres.
Se le aproxima y la toma de su cintura muy bien hecha. La lleva hacia atrás hasta apoyarla en la pared, están fuera de un centro de comidas rápidas. Ella lo empuja sin ser grosera.
— Déjame... cómo te atreves aquí y ahora. Puede haber alguien de mi empresa y no soy yo quien debo dar mal ejemplo.
— Qué ricos tus labios.
— Ya basta.
— No, no basta... ven, aquí en el garage está mi auto...
La lleva de la mano casi jalándola... Van por la acera entre la gente y pasan a un garaje, abre la puerta de un cuarto y la cierra ya con ella... allí la besa alocadamente sin detenerse mientras intenta bajarle el pantalón y eleva su blusa con la otra mano que al mismo tiempo acaricia lo que puede y quiere.
Entonces ella ya no resiste más y suelta toda presión que mantenía…
Nash se ha quitado la camisa y su cuerpo transpira, copiosamente, resbalando los senos de Normandía en sus marcados músculos y fibras.
Él le quitó el pantalón y su ropa interior y bajó el suyo, dejando afuera lo que ella mira con total deseo insostenible por más tiempo... entonces Nash, la alza y la monta encima de su miembro, mientras que se apoya en la pared para más comodidad... ahí la penetra...
Normandía, gime al tiempo que él la ayuda para cabalgar.
El encuentro de sus cuerpos es sin duda una ocasión esperada y aguantada por varios días o semanas.
Ella lo muerde cuando siente el bombeo de su organo viril dentro de su ser.
Nash queda completamente satisfecho. Al fín la consiguió.
Ella ha quedado sin aliento. Se apoya en su hombro, le mordió. Aún le muerde pero ya más suavemente. Luego le dice casi al punto del llanto:
— Por qué me has hecho esto Nash... — su rostro aún está enojado, la sonrisa sensual quedó casi grotesca – te dije que deseaba algo más romántico, y me has seducido como a una cualquiera.
— Disculpa mi linda...no quería hacerte esto ahora y aquí...pero no pude contenerme. Qué te puedo decir...
— No me digas nada más– Normandía está muy enojada.
— Por favor, no te...
Ella lo suelta – despeinada.
— Estas transpirando...
— Y cómo quieres que esté... no me has cogido en un apart hotel de lujo ni cuando menos.
— Vaya, esos lugares son tan poco sugestivos...
— Para tí será... déjame sola... sal de aquí... voy a vestirme esta ropa que me asquea ahora...
Nash sale del cuarto pequeño. Un hombre de servicios de carga lo ha visto. No puede hacer más. Debe afrontar. El hombre finge que sube unas cajas a un carro grande. Ella quedó dentro y no querrá dejarse ver. Le hace unas señas al tipo y a lo que se aproxima, le pasa un billete de cincuenta dolares. El hombre sale del estacionmiento bajo techo.
Nash se pasa la mano y huele el aroma de Normandía.
— Mmm– se inclina un poco de donde está sentado y toca la puerta. Normandia espía. Él, sentado en las gradas que llevan a ese depósito en que hicieron el amor, mira risueñamente a ella.
Normandía sale.
— Tengo ganas de mandarte a la policía por haberme hecho esto.
— Relaja linda...ya tendremos un lugar más a tu gusto.
— ¡Estás loco!
Normandía corre por entre los autos de ese estacionamiento.
— Ven aquí... no corras...
— Déjame.
Normandía está llorando. Cae desolada encima de los cartones que armaba ese tipo que recibió una paga para dejarlos solo a los dos.
Nash viene hasta ella y le acaricia y acomoda sus cabellos mojados.
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