La revelación

David

–Si sigues así vas a necesitar mucho maquillaje para cubrir los moretones de tu piel –le digo.

April, durante todo el entrenamiento, no ha hecho otra cosa que caer directo al suelo y lastimarse.

Nunca pensé que sería difícil para mí verla en el suelo lastimada y herida por mi culpa. Pero prefiero que pase por esto, a que alguien pueda lastimarla de verdad.

En la mañana aprendió a bloquear un ataque, pero aún le falta mucho. Cuando la ataco sorpresivamente siempre termina en el suelo.

–No voy a necesitar nada, no me salen moretones con mucha facilidad –replica. Dios, espero que eso sea verdad, no podría mirarla mañana si está herida por mi culpa–. Tomemos un descanso, por favor. Estoy sudada y mi ropa está hecha un desastre.  Solo dame diez minutos.

–Está bien, que sean cinco minutos.

La oigo suspirar.

Claramente está agotada. Aunque no estoy de acuerdo con ella, no está hecha un desastre, el sudor la hace más bella aún, si es que eso es posible. La ropa se le ajusta al cuerpo como si fuera una segunda piel, y considerando que lleva un short y una camiseta, no deja mucho a la imaginación, y me está volviendo loco.

Y como el imbécil que soy me he dedicado a gritarle todo este tiempo para que no note lo excitado que estoy con su cercanía, eso sería vergonzoso.

He sido tan desagradable que estoy seguro que si se tratara de otra mujer, ya estaría llorando, pero April no, siguió practicando sin siquiera quejarse.

Está poniendo mucho de su parte, realmente quiere ayudar y si yo no fuera tan imbécil le agradecería ahora mismo.

Mis ojos se dirigen a su cuerpo nuevamente, y para mi mala suerte, April justo elige este precioso momento para estirar los músculos de sus brazos y piernas, y puedo decir que la vista en este momento es una puta maravilla.

¿Cómo una mujer puede provocarme tanto con solo moverse o respirar profundamente?

No puedo recordar la última vez que deseé tanto a una mujer, quizá en la adolescencia cuando las hormonas estaban dominando mi cuerpo, pero no creo que fuera con la intensidad que siento en este momento.

Miro sus largas y bien definidas piernas, su cintura estrecha, su cuello largo y exquisito, sus caderas… Mierda, podría pasarme toda la vida mirando su trasero y sus pechos.

Subo la mirada a su bello rostro y me encuentro con sus ojos pendientes en mí.

Mierda.

Ahora sabe que la deseo. Cualquier persona se daría cuenta de cómo la devoro con la mirada.

Me giro hacia la ventana y espero a que diga algo, pero nada pasa.

Luego de unos segundos escucho sus pasos acercándose a mí.

–Necesito hablar contigo.  Es importante –dice–. Necesito saber por qué estoy haciendo todo esto. Podría preguntarle a Cristián o a Aly, pero siento que debo conversar contigo, no quiero traicionar tu confianza. Me gustaría que con el tiempo no me odies tanto, e incluso pudiéramos ser amigos en un futuro. Sé que suena imposible ahora, sé que no soy de tu agrado, puedo notarlo por la manera en cómo me hablas y me miras. A veces siento que te provoco dolor –termina en un susurro.

Quedo atónito. ¿Cómo es posible que haya llegado a esa conclusión?

April no sabe leer mis gestos, ni el hambre y la añoranza en mis ojos. Por un lado me siento aliviado de que no se haya dado cuenta, pero por otro lado me siento un poco decepcionado.

–¿Y, bien?, ¿podemos conversar sobre tus motivos? –pregunta mirándome con esos ojos llenos de intensidad y determinación. Sé que tengo que decírselo, contarle por qué este caso es tan importante para mí. Y también sé que puedo confiar en ella, más de lo que nunca podría confiar en otra persona.

La tomo suavemente por el brazo y la guio hacia un sofá ubicado al lado norte de la terraza, al frente del ventanal que da hacia el patio de la casa.

–Mi familia es muy unida –empiezo–, nos ayudamos en todo lo que podemos. Mis padres tuvieron tres hijos. Primero me tuvieron a mí, luego de cinco años nació Francisco, y luego cuando yo tenía veintidós años nació Felipe, el bebé de la familia. –Me tomo un segundo para mirarla. Está sonriendo. Diablos, su sonrisa me da una paz que ningún fármaco ha logrado ni logrará–. Ahora Felipe tiene once años, vive con mis padres, es muy inteligente y un excelente deportista. En definitiva, es un chico estupendo. Mi hermano Francisco a la edad de Felipe era igual que él. Siempre me decía que me admiraba, que algún día quería ser como su hermano mayor, pero la verdad es que yo quería ser como él. Tan feliz, tan sano, tan lleno de vida. Cuando cumplió diecisiete años entró a la universidad, y empezó hacerse nuevos amigos, y poco a poco comenzó a cambiar. No nos dimos cuenta al principio, pero después de unos meses notamos que siempre estaba de mal humor, ya no sonreía. Dejó los deportes y ya no veía a sus amigos de toda la vida. Incluso terminó con su novia que tenía desde los catorce años. Luego comenzaron los problemas más serios. –Me tenso al recordar ese tiempo. April siente mi tensión y acaricia mi mano que tengo en un puño. Una tensión distinta se apodera de mí al instante, tan intensa. La reconozco por supuesto; deseo. Respiro para serenarme y poder seguir con mi relato–. Dejó de asistir a la facultad y se lo pasaba fuera de casa. A veces pasaban semanas sin que mis padres lo vieran. Yo en ese entonces estaba estudiando un doctorado en Estados Unidos, en la universidad de Florida, y no sabía mucho sobre lo que estaba pasando en casa. Cuando volví a Chile pude ver con mis propios ojos el deterioro de mi hermano. Fue un cambio muy brusco para mí porque me perdí el proceso. Conversé con él, y me confesó que consumía drogas. –Me quedo en silencio por unos segundos, y April sonríe para que continúe. Qué poder tiene su sonrisa en mí–. Logramos convencerlo de que tenía que seguir un tratamiento y pudimos internarlo. Estuvo seis meses en un centro. Luego salió y volvió a ser el hermano que yo conocí y tanto quiero. Pero lamentablemente eso sólo duro tres años.  Cuando Francisco cumplió los veintisiete años, volvió a consumir y esta vez no nos dejó ayudarle. Nos decía una y otra vez que era peligroso, que lo dejáramos tranquilo. Yo en ese tiempo ya me había instalado con mi empresa de seguridad, le expliqué que si alguien lo tenía amenazado yo lo podría proteger, pero él me dijo que quería resolver este problema solo, como yo le había enseñado cuando éramos niños. Quería que estuviera orgulloso de él. –Me detengo, el recordar me afecta tanto como si hubiese sido ayer, como si no hubiese pasado más de un año desde que lo perdimos. April vuelve a tomar mi mano. Puedo sentir su fuerza, se siente muy bien–. Un día en la noche mi madre me llamó llorando, y me dijo que alguien le había disparado a Francisco. Me volví loco y corrí a la Clínica. Cuando llegué el aún estaba consciente, me miró y me dijo, “Hermano lo intenté, quise resolver los problemas como tú, pero todo salió mal, yo solo quería que estuvieras orgulloso de mí. Lo siento mucho, eran demasiados para mí y no pude enfrentarlos”. Me acerqué a él y le dije que no se preocupara por eso, que cuando saliera de la Clínica los enfrentaríamos juntos, como un equipo, pero a él ya no le quedaban fuerzas. Entró en coma al poco rato de haber hablado conmigo, y luego de tres días murió.

Nos miramos a los ojos, sin decir una palabra. Es extraño, pero en este momento siento que encontré una compañera en la que confiar, es una sensación extraña, ya que sé que no puedo confiar en nadie. Me formaron para eso.

–Lo siento mucho, no pensé que sería algo tan personal –susurra sin dejar de mirarme y acariciar mi mano, que no ha soltado.

–No te preocupes por eso. Tenía que decirte mis motivos–. La miro tratando de hacerle entender–. Le hice una promesa a mi hermano. Voy atrapar al tipo que lo mató, necesito cumplir esa última promesa. Después de su muerte averigüé y di con la organización a la que estaba vinculado mi hermano. El líder es Jorge Carrasco, es por eso que trabajo para la PDI temporalmente, necesito hacer esto de una manera correcta, se lo debo a mis padres y a mis hermanos. Si fuera por mí ya lo hubiese matado por mis propios medios, pero tengo una familia que está detrás de mí y no puedo decepcionarlos, sobre todo a Felipe, él siempre nos ha admirado a Francisco y a mí. Necesita un buen ejemplo. No lo voy a defraudar.

Miro su rostro y me sorprendo al descubrir que en sus ojos no hay lastima, sino una clara determinación, casi como si lo que le dije hubiese respondido a una pregunta personal que ella se hacía.

–Quiero que sepas que te voy a ayudar, voy a poner todo de mi parte. Voy a trabajar cada minuto para que pongamos a ese imbécil bajo las rejas. Voy a trabajar cada día más duro que el anterior y no voy a descansar hasta que logremos nuestro objetivo. Porque ahora también es mi objetivo.

Me quedo mirando esa cara con tanto arrojo, y sé que está hablando en serio.

–Gracias –digo levantándome del sillón para continuar con el entrenamiento.

Cuando April comienza a bloquear mis golpes, con una nueva determinación, tengo una revelación. Con la misma fuerza que quiero poner a Carrasco en una prisión por el resto de su vida, también quiero estar con April.

Lástima que esos deseos no son compatibles. Es uno o el otro. Nunca podría tener ambos, y esa es mi mayor desgracia.

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