La llave

David

No sé por qué me molesta que April esté con ese tipo, pero lo estoy. No entiendo que le ve a ese patán.

Cuando estamos saliendo de su casa, oímos sus risas.

Demonios, ahora se están burlando de nosotros.

Miro a Victoria y ésta se encoge de hombros, como si no le importara, pero a mí no me engaña, estaba más que impresionada con ese hombre.

Patético, realmente patético.

Nunca entenderé a las mujeres.

Mis pensamientos vuelven a la pequeña criminal y hago una mueca. Lo peor de todo fue verla con esa camisa, con la camisa de ese imbécil. Me imagino que no sabe lo que produce en un hombre la visión de una mujer desnuda con solo una camisa blanca cubriéndola.

La camisa dejaba ver su silueta y el contorno de sus pechos.

Diablos, se veía encantadora, exquisita y tan tentadora, que justo ahora la puedo imaginar usando una de mis camisas, sonriéndome, incitándome.

La mujer en cuestión es hermosa, tiene un cuerpo precioso, menudo y muy apetecible. Su cabello es liso y de color castaño con toques rojizos, y tiene tendencia a encresparse en las puntas. Su piel es muy blanca, casi pálida y tiene unos maravillosos ojos color verdes esmeralda, que parecen que pueden leer tus pensamientos y tus secretos más ocultos.

Sonrío al recordar su pequeña nariz y su tentadora boca.

¿Cómo será besarla? ¿Qué sentiría si lo hiciera?

Contrólate, Bernales.

La mujer es odiosa, incontrolable, hace lo que le viene en gana, y lo peor es que cada vez que estoy cerca de ella siento que voy explotar de rabia.

Creo que solo ella puede hacer que me moleste tan rápido.

Es todo lo que odio en una mujer.

–Deja de pensar en ella –ordena González. Siempre que me habla es para darme una orden. Podría mandarla al demonio, pero no puedo. A pesar de que la conozco hace poco tiempo, se ganó mi cariño y respeto. Es como la hermana que nunca tuve–. Si sigues así vas a poner en riesgo la operación.

–Mira quién fue hablar –devuelvo–. La mujer que no se dejó impresionar por ese imbécil. –Utilizo mi tono irónico, que sé que odia.

–Eso no es verdad, y aunque lo fuera, yo no estaría comprometiendo la operación –contraataca con un tono desafiante.

La miro con mi gesto huraño, pero no le digo nada. Victoria tiene toda la razón, no puedo arruinar esta operación. Tengo que atrapar a Carrasco, se lo debo a mi hermano, le hice una promesa y no le voy a fallar. Aunque sea lo último que haga en mi vida, lo haré, y lo entregaré a las autoridades para que se pudra en la cárcel.

Y si la justicia falla, juro por mi familia que lo mataré con mis propias manos.

Tengo que cumplir la promesa que hice.

–Creo que a pesar de lo que nos dijeron están teniendo sexo –agrega Victoria, haciendo una mueca divertida.

Pienso en lo que vi, y asiento. –Sí. Amigos mi trasero.

–No sé por qué mentir respecto a ello. Quiero decir, es obvio que estaban teniendo sexo antes de que llegáramos. –Muerde sus labios–. Es una chica afortunada.

–Si tú lo dices –mascullo molesto–. Pero creo que podría elegir mejor.

–Mejor que ese hombre… Estás ciego, Bernales. Tiene un cuerpo magnifico, y leí su expediente, es un hombre brillante. Lo que no entiendo es por qué se dejó besar por Carrasco, teniendo a ese hombre a su alcance.

Pienso en eso, y aprieto mi mandíbula. –Quizá no son exclusivos.

–Quizá –devuelve Victoria–. O quizá Carrasco la sorprendió.

Me rio sin humor. –Ese beso duró un tiempo considerable. No creo que le haya molestado.

–Como sea, espero que nos ayude a atrapar a nuestro amiguito.

–Lo hará –digo con seguridad.

Ella es la llave para entrar al mundillo de Carrasco, y nada más.

Es hora de concentrarse en el trabajo e ignorar a esa mujer lo más posible. La mantendré alejada de mí, no dejaré que nadie me haga romper mi promesa y mucho menos ella.

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