Los amigos son casi siempre una bendición... Insisto, casi siempre.

April

Estoy tan ansiosa esperando la llegada de mis amigos, quienes vienen en su auto, que recogieron de su casa una vez que llegaron al aeropuerto de Santiago.

Comienzo a morderme las uñas cuando la ansiedad me consume. Cada vez que escucho un auto salgo corriendo a la ventana, sintiéndome feliz, solo para decepcionarme cuando me doy cuenta que no son ellos.

Miro la hora en mi celular y hago una mueca, son las siete de la tarde con quince minutos, y ellos dijeron que estarían a las siete. Y, sí, sé que estoy siendo impaciente, pero los extraño mucho.

Danny está a mi lado calmando mi ansiedad, aunque sé que él también está loco por verlos.

Mis amigos y yo somos muy unidos. Primero fuimos Danny y yo desde bebés, y en el colegio, en segundo grado, conocimos a Aly y desde ahí hemos sido los mejores amigos. En la universidad Aly conoció a Cristián, él estudiaba medicina, mientras que Aly estudiaba arquitectura. Al principio fueron amigos y luego empezaron a salir, pero con Danny siempre supimos que acabarían juntos, son el uno para el otro. Desde ese momento se unió Cristián a nuestras vidas, fue como si siempre hubiese estado por lo bien que encajó.

Danny estaba encantado porque ya no era el único hombre, y yo porque Cristián es el único que me defiende de Aly y Danny cuando me quieren controlar. Es un excelente amigo y lo quiero mucho.

Cuando se casaron, Danny y yo fuimos los padrinos. Fue una boda preciosa. Recuerdo que yo agarré el ramo y pensé que me casaría con Antonio, pero no fue así, gracias al cielo.

Danny agarró la liga, todavía la tiene y siempre molesta a Aly con eso.

Sonrío al recordar las bromas de Danny, pero me detengo bruscamente cuando escucho el timbre.

Mi corazón se paraliza, ¡están aquí!

Me levanto inmediatamente y me dirijo a la puerta.

Cuando la abro Aly se lanza a mis brazos y me abraza por mucho tiempo. Luego se aleja y me revisa por todos lados, como asegurándose que me encuentro bien.

–¿Estás bien? –pregunta mi amiga con tono de urgencia–. Perdón por haberte dejado tanto tiempo sola.

–Oh, Aly, estoy bien. Siento no haber mencionado los últimos acontecimientos, pero no quería arruinar tu luna de miel –explico.

Mi amiga resopla y yo sonrío.

En mi campo de visión aparece Cristián, quien viene hacia nosotras con las maletas. Suelto a Aly y le doy espacio para que entre a la casa, pero no logra hacerlo del todo, ya que se funde en un abrazo con Danny.

Camino lo más rápido que puedo hacia Cristián, quien deja las maletas en el suelo, y abre los brazos para mí, con una gran sonrisa.

Cuando finalmente lo alcanzo, lo abrazo con fuerza y el también a mí. No sabía cuánto los extrañaba hasta que los vi.

No entiendo como pude estar tanto tiempo sin todos.

Cristián me aleja de su cuerpo, toma mi cara con sus manos, y sonríe antes de hablar: –¡Estás viva, no lo puedo creer! –Él es así, se supone que es sarcástico, pero yo no lo entiendo–. Sobreviviste sin nosotros por un período largo, combatiste las inclemencias del clima tú solita. Y no sólo eso, sino que lograste escapar de los problemas sin ayuda. Estoy orgulloso, pequeña –dice y espero que la última parte sea verdad–. ¿Disfrutaste de tu tiempo en libertad?, ¿sin tener a tus guardaespaldas encima de ti?

–Sí, disfruté mucho, pero los extrañé un montón también –digo mientras le doy un gran beso en la mejilla–. Deja ayudarte con las maletas.

–Todavía no pongo un pie en tu casa y ya estás poniendo en duda mi virilidad. Oh, cómo podré reponerme a este insulto –exclama colocando la mano sobre su corazón.

Antes me hubiese preocupado por su comentario, pero luego aprendí que Cristián casi nunca habla en serio, se supone que es gracioso, pero no consigo entenderlo. Debido a ello se propuso enseñarme a identificar el tono sarcástico, así que cuando lo usa, sé que no quiere decir lo que está diciendo.

Mi amigo toma las maletas con una sola mano. Cristián tiene un muy buen estado físico, al igual que Danny.

Al tener el otro brazo desocupado, me abraza con él mientras entramos a la casa.

Ambos sonreímos al ver que Danny tiene prisionera a Aly en sus brazos, pero en cuanto ve a Cristián la suelta para ir a saludar a su amigo.

Mientras ellos se saludan cierro la puerta y veo la hora en el reloj de la sala, ya son las siete y media, y debo salir en menos de veinte minutos para no llegar tarde a mi reunión con los detectives.

Voy a tener que ser rápida en explicarles la situación a mis amigos, y escapar de aquí.

Puede que pueda contra Danny cuando está solo, pero es imposible que pueda contra los dos. No hay fuerza en la tierra que me ayude a ganarles cuando están unidos.

Claro, unidos contra mí.

***********

–Sobre mi cadáver –dice Aly, quien es la primera en hablar en cuanto termino de contar toda la historia–. ¿Me escuchaste?, no voy a dejar que hagas eso.

–Y yo te ayudaré a impedirlo –le dice Danny. Me esperaba eso, siempre están de acuerdo cuando se trata de prohibirme cosas–. No voy a dejar que te pase nada. April, ya está bueno, ¿sí? ¿Hasta cuándo te vas a poner en riesgos tú sola? Por favor, mete un poco de sentido común en esa cabeza tuya.

–Estoy de acuerdo –agrega Aly–. Primero fue lo del salto en Bungee, luego lo del paracaidismo, después la caída libre… Dios, y ni siquiera te gustan las alturas. Menos mal que te dan miedo las motocicletas, porque sino ya estarías compitiendo en un concurso de motocross.

–Las motocicletas son peligrosas –digo seriamente–. Nunca me pondría en un peligro de esa naturaleza, tú sabes que ando sobre seguro.

–April, basta –espeta Danny–. Tú no andas sobre seguro, es más, ni siquiera andas. Te hemos apoyado en todas tus locuras, incluso algunas que eran ilegales, como esa vez que te ayudamos a irrumpir en un matadero. Pero ya está bueno, tienes que darnos un descanso.

–De todas tus locuras esta es la peor –insiste Aly, muy molesta–. No sabes en qué negocios anda Carrasco. Es muy peligroso, te pueden hacer mucho daño… Te pueden matar. Así que no, olvídalo. Mi respuesta es no.

–La mía también –señala Danny.

Me quedo mirando a Cristián, quién no ha dicho nada, está concentrado, como si estuviera tratando de recordar algo.

–Espera un momento, ¿cómo dijiste que se llamaba el detective?

–David Bernales –contesto. No puedo creer esto, después de toda esta discusión, ¿lo único que se le ocurre es preguntar eso? Cada vez que creo que comienzo a entender cómo funciona su cerebro me llevo una nueva decepción–. ¿Por qué?

–No, nada, es que creo conocerlo, pero no puede ser. El David que yo conozco no es detective, tiene una empresa de seguridad.

–¡Cristián! –reclamo–. ¿No vas  a decir nada?

–Ah, sí. Por favor dejen de tratarla como a una niña –dice mirando a Danny y luego a Aly, quién lo mira furiosa–. Es su vida, además se sabe cuidar. Y no es como si la estuviéramos mandando a un matadero. Se trata de una operación de la Policía de Investigaciones, es algo serio, la van a cuidar.

–Cállate, Cristián. Si quieres que te vuelva a dirigir la palabra, cállate –le sisea Aly, enojadísima.

–Ya está –dice Cristián–. Ya te ayudé. Si sigo en eso voy a poner en riesgo mi matrimonio, y estoy muy feliz en estos momentos.

–Gracias de todas maneras –digo–. Pues, como ustedes ya saben, yo no recibo órdenes de nadie. Les conté porque son mis amigos y los quiero mucho, pero hasta ahí llego. Si me disculpan –agrego dirigiéndome a la puerta.

–Alto ahí –grita Danny–. Escúchanos por alguna vez en tu vida, te lo pido.

–Lo siento–. Tomo la llave de la mesita que está junto a la puerta–. Nos vemos, no se muevan –me apresuro en añadir cuando se acercan a mí–. Los voy a dejar encerrados bajo llave, hay comida en la cocina. Los quiero.  Cuídense –agrego y cierro la puerta, e inmediatamente pongo llave.

Mientras estoy en eso escucho que Danny y Aly me llaman muy angustiados. Procuro olvidar la angustia en su voz y me obligo a salir a la calle. Mi reloj me dice que ya voy atrasada veinte minutos.

Mierda.

Llego rápidamente a la calle Vegas de Saldías, doblo a la izquierda, y ahí está el cuartel.

Respiro hondo y entro.

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