El interrogatorio

Sé que dicen que solo las personas tontas se aburren, pues bueno, soy demasiado tonta, nunca creí experimentar este nivel de aburrimiento.

El tipo ese de la PDI me trajo al cuartel y me dejó sola en esta pequeña habitación. Y no conforme con eso me quitó mi celular, a pesar de explicarle lo de Danny, que por cierto, a estas alturas debe estar odiándome. Y como no acostumbro a usar reloj, no tengo ni idea de cuánto tiempo llevo en este lugar. Mi apuesta; por lo menos tres días.

Sí, suena exagerado, pero en este lugar el tiempo se detiene, lo juro.

Aburrida comienzo a contar los nudos en la madera, cuando voy en el 217, aparece el detective Bernales.

Santo Dios, había olvidado lo atractivo que es. Y creo que ahora, con esa sonrisa de haber ganado una partida de ajedrez o la lotería, mejora el conjunto.

En su mano sostiene una carpeta muy gorda, con muchos documentos en ella. La tira con una fuerza innecesaria a la mesa donde tengo apoyados mis codos.

–Señorita Pettersen,  me gustaría saber cómo va a explicar todo esto –dice con una sonrisa que ya comienza a irritarme, a pesar de lo guapo que se ve con ella.

Me pasa los documentos que contiene la carpeta y comienzo a leer sin mucha atención hasta que me doy cuenta que los documentos hablan de mí, de mis años de rebeldía en los que acabé en la cárcel una vez… dos… ya, lo admito, varias veces. Más de diez en realidad. Demonios, pensé que estas cosas se borraban con el pasar del tiempo, ya saben como los informes de deudas comerciales.

En mi defensa, debo decir que todas esas veces que fui detenida fue por defender los derechos de los animales y la naturaleza, ya saben a lo que me refiero, a los veinte años me dio esa crisis de ambientalista.

¡Por lo menos no fue por matar o robar a alguien!

Aunque una vez me detuvieron por irrumpir en la propiedad privada de un matadero, ingresé y liberé a los animales. Se me olvidó que esos lugares casi siempre tienen cámaras de seguridad y guardias, si tan solo lo hubiese recordado, al menos eso no estaría en mi expediente.

–Como puede ver la tengo en mis manos. Ahora, va a colaborar conmigo y me va a decir todo lo que sabe del señor Carrasco, por lo que pude ver son muy cercanos.

Qué le puedo decir, si apenas conozco al tipo. No creo que este policía confíe en mi palabra. Habiendo tantos abogados en este mundo, y yo no conozco a ninguno. Cuando salga de aquí voy a tener guardado siempre el número de un abogado en la memoria de mi celular, eso, si es que alguna vez salgo.

–Conozco mis derechos, detective, tengo derecho a una llamada telefónica y la exijo. –El muy tarado se ríe en mi cara y sale.

A los minutos vuelve con mi celular, me lo entrega y se va, aunque creo seriamente que hay cámaras grabando todo.

Marco al celular se Danny, al tercer tono me contesta un poco enojado.

–Sabes, te conozco hace mucho tiempo, debería acostumbrarme a este tipo de cosas, pero no, cada vez me sorprendes más. Llevo esperándote tres horas en el terminal –dice claramente disgustado.

–Danny, lo siento mucho, ya te explicaré todo. Necesito que vengas a la PDI y preguntes por mí. Si puedes llama a un abogado. Toma un taxi afuera del terminal. Por favor apúrate, te lo ruego.

Espero su respuesta con impaciencia. Pasan unos segundos y no escucho nada hasta que suelta una risotada.

–Como dije, siempre me sorprendes –dice antes de cortar.

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–Como puede ver, señorita Pettersen, las cosas en este momento no pintan nada bien para usted. –No me gusta la manera en que me dice señorita, me hace sentir como si tuviera tres años y tengo veintiocho. Sí, puede que tal vez a nivel de maduración tenga esa edad, pero él no me conoce de nada, por lo que no tiene por qué saberlo–. Lo que le conviene ahora es decirme la verdad, y parar con esa tontería de que no lo conoce.

–Pero si no conozco al tipo, le he contado la historia mil veces. Creo, sinceramente, que no debería retenerme tanto tiempo excusado en mis faltas, cuando éstas ocurrieron hace mucho tiempo. De hecho me parece una medida algo desesperada de su parte.

Lo tengo, por qué no pensé en esto hace dos horas para evitarme tanto gasto de palabras con alguien que no me escucha o no quiere ver la verdad.

–Es precisamente por eso que tengo una carta bajo la manga –señala y me muestra otro documento, el cual me paraliza al leerlo. Se trata de mi incidente en Valdivia con la esposa del alcalde. Yo y mi maldita mala suerte–. Pensé que utilizaría esta estrategia al inicio del interrogatorio, pero me equivoqué es menos lista de lo que creía señorita Pettersen. Por lo visto tengo retenida a la terrorista de Valdivia o al menos eso diría la prensa local, si supiera de su actual paradero.

¿Dónde diablos se metió Danny? Por lo visto renunció a su trabajo de sacarme de los problemas en los que me veo envuelta regularmente. Ya que hace más de dos horas que lo llamé y nada. En fin, ya es hora de comenzar a solucionar mis enredos y aprender a defenderme sola, lo cual no es precisamente mi fuerte. Lo descubrí cuando traté de resistirme a que me subiera al auto.

Intenté golpearlo en varias oportunidades, pero solo conseguí lastimarme, el tipo puede ser un patán, pero es muy fuerte. Demasiado, ya que tuvo que cargarme para llevarme al auto, y actuaba como si no pesara más que un bolso, ni siquiera dio señales de cansancio, y no vamos a decir que me quedé quieta mientras me llevaba en contra de mi voluntad. Pataleé y grité hasta que me cansé llamando la atención de las pocas personas que se encontraban ahí, pero el detective les mostró su placa a los únicos dos hombres que trataron de ayudarme, aun así seguí gritando.

Gracias a Dios nadie me conoce en esta ciudad, porque hice el ridículo en grande.

–Señor Bernales, le voy a pedir que por favor…

La puerta se abre con tal brusquedad que me callo al instante. Entra una mujer con tal seguridad, que pienso inmediatamente que es la jefa del lugar, o del servicio secreto, eso si es que existiera tal cosa.

–¿Cómo se te ocurre retener tanto tiempo a esta mujer, Bernales? Te dije que llegó su abogada y su amigo hace más de una hora y media, ¿Quién te crees que eres?

Esta mujer me cae bien.

Miro a Bernales, quien parece enojado. –¿Es tu jefa? –pregunto a sabiendas de su respuesta, solo para ponérsela más difícil.

Mira hacia la mujer con una advertencia en su mirada y luego me mira a mí.

–Esto no es de tu incumbencia –responde–. Pero para tu información, es mi compañera, la detective Victoria González, de hecho tiene 2 grados menos que yo, por lo que podríamos decir que soy su jefe. Pero parece que se le olvida con mucha facilidad –dice al tiempo que la observa de tal manera que me hubiese asustado si estuviera en su lugar, pero a ella sus miradas le causan una indiferencia tal, que me da risa.

Es un problema que tengo, me dan ganas de reírme en las peores situaciones.

–Tecnicismos –le responde Victoria, mi nueva heroína. Dios, que ganas de ser como ella, habla con tal seguridad y refleja una superioridad envidiable–. La historia de esta mujer ha sido corroborada por Danilo Cifuentes, Aly Cabrera y Cristián Godoy entre otros. Su abogada a pedido la liberación de su cliente, la cual acabo de firmar. Señorita April, puede irse, cualquier cosa la llamaremos.

–Muchas Gracias. –Es lo único que puedo decir. Esta mujer tiene el poder de intimidarme. Empiezo a sentir lástima por el detective Bernales, ¿quién lo iba a decir?

–La está esperando el señor Cifuentes afuera, le agradecería que se retirará para poder hablar con mi compañero.

–No olvide que estaremos en contacto –dice el detective Bernales cuando estoy saliendo de la sala, no sé si soy yo, pero me suena a amenaza. Por lo que inmediatamente dejo de sentir lástima por él y deseo sinceramente, que la detective González le haga la vida imposible.

Cuando salgo de esa horrible habitación me consuelo a mi misma diciéndome que no volveré a ver a estas personas… Bueno, al menos eso espero.

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