El malentendido

Cuando las cosas se tranquilizan la detective González entra a la casa y comienza a hablar con Danny, explicándole todo e ignorándome por completo, como si él fuera quien decide si entro o no a la operación. Evito sonreír al ver que no puede apartar su mirada de mi amigo, y creo, que le gusta mucho todo lo que Danny deja a la vista.

Vicky se las trae.

Espero que nunca me descubra llamándola así, porque me daría una paliza.

La observo con atención y es una mujer atractiva, aunque su seriedad camufla sus encantos un poco. Es de piel trigueña, no es tan alta, quizá un metro sesenta, de ojos celestes y pelo castaño oscuro con risos bien definidos, y se mantiene en forma, aunque imagino que eso debe ser un requisito para cumplir con su trabajo.

Miro mi cuerpo y suelto un suspiro, yo no estoy en forma. Lo único que hago, desde hace muy poco tiempo, es tomar clases de karate, y lo hago principalmente porque me ayuda con el estrés.

Los ojos celestes de la señorita González bajan cada dos minutos a los asombrosos abdominales de mi amigo. Nadie, mirando a Danny, podría culparla, incluso yo, que soy prácticamente su hermana, disfruto de la vista.

Alejo mis ojos del torso de mi amigo y miro al detective Bernales, quien me mira muy serio, e incluso tengo la sensación de que está molesto conmigo.

Quizá ya estoy paranoica, nada nuevo ahí.

Como la situación ya me tiene aburrida, y estoy ansiosa por la llegada de mis amigos, aclaro mi garganta, pero nadie me mira, a excepción de Bernales, quien lo hace, pero con su típico ceño fruncido.

–Creo que ya he tomado una decisión –digo en voz alta–. Aceptaré su oferta. Iré a hablar con ustedes, sólo díganme a qué hora y dónde.

La detective González me mira molesta, y aunque mi vida dependiera de ello, no podría decir por qué lo hace.

–¿Qué te parece hoy a las veinte horas en el cuartel? –pregunta David.

–Me parece estupendo –respondo, ya que podré recibir a Cristián y a Aly. Y ahora ya sé que mi casa está a una cuadra de la PDI, así que puedo salir unos minutos antes de la hora. –Ahora, si no les importa, tenemos cosas que hacer.

Miro a mi amigo, quien también está enfadadísimo conmigo, pero lo ignoro.

Hoy definitivamente es el día de enojarse con April.

–Y usted, ¿no va a consultar su decisión con el caballero? –dice la detective González, muy seria, señalando a Danny.

–¿Por qué tendría que consultarle lo que tengo y no tengo que hacer? –respondo de mala manera, ya que no soporto que la gente piense que alguien puede mandarme.

–Me refiero a que como es su pareja, quizá él tenga un reparo con todo esto –responde la detective con un tono de indiferencia muy lejos de sentir.

Al principio no entiendo por qué piensa eso, y luego todo se aclara.

Observo a Danny, quien me mira con cara de desconcierto, y puedo ver lo que ellos vieron. Es la manera en que estamos vestidos, yo con una de sus camisas, y además parece que no llevo nada debajo. A eso le debo sumar que tengo el pelo alborotado, y mi piel está sudada por el esfuerzo de limpiar la casa. Y mi amigo está a torso desnudo, y con un brillo de sudor en su cuerpo.

Ellos seguramente piensan que nosotros estábamos teniendo sexo antes de que llegaran.

Danny lo capta al igual que yo, porque ambos decimos al mismo tiempo.

–Nooo.

–Somos amigos, April es como mi hermana –insiste Danny dirigiéndose a Victoria.

–Solo estábamos limpiando la casa –digo. Aunque no sé por qué siento que tengo que explicarles que no somos pareja, solo somos los mejores amigos del mundo.

–De todas formas no queremos interrumpir más. Nos vemos –dice David dirigiéndose a la puerta.

–Nos vemos –dice Victoria al salir.

Cuando al fin salen y cierran la puerta, Danny y yo nos miramos y nos reímos a carcajadas, sin poder detenernos.

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