IX.

La fiesta transcurrió de la mejor manera, el cumpleaños número cuatro de Cosette sin dudas sería algo que llevaría marcado en la memoria, pues todos sus seres queridos la acompañaron y así pudo socializar con gente agenda a la que habitaba su hogar.

Jairo estaba descolocado ante la actitud de la niña, solo tenía cuatro años pero era realmente aguerrida, había marcado el territorio colosalmente. Su alucinación con Alessia había caído en picada, la niña podría ir con el chisme a su padre y sin dudas recibiría su merecido por ver a una mujer ajena.

—Jairo— Alessia tocó inocentemente el hombro del brasileño —¿Te ofrezco algo de tomar?—

La escencia de la chica era tentadora, la mas dulce que había inhalado. Sus manos temblaron ante el tacto.

—Puedo ofrecerte soda, agua natural, mineral o de frutas— mostró sus perlas blancas deteniendo la mirada de Jairo en su rostro, sin embargo Cosette se filtro en su flanco con un rostro lleno de reproche.

—A... a... agua natural por favor— sonrió y siguió con su trabajo de adecuar otro escenario para seguir con las fotos.

Alessia salió en dirección contraria, directo a la cocina para tomar el agua.

—¿Qué sucede Cosette?— preguntó Emil pues la había visto escudriñar al brasileño.

—Ese hombre— señaló con ademán de grandeza, su dedito índice apuntaba al profesional —Tiene algo malo—

—¿Malo?— Emil vio de reojo al brasileño que agachado acomodaba un par de plantas artificiales.

—Sí... mira como tiene a la tía Mar— insistió Emil volteo a ver a la curvy que babeaba discretamente, en ese instante Andrew entendió lo que decía Cosette.

—Pero mi mamá mira así a mi papá — Instó el azabache — ¿Porqué está viendo así a ese hombre?—

—¡Eres muy pequeño y bobo para entenderlo!— dijo la niña. —Pero no te preocupes yo... yo haré que pague todas las atrocidades— sonrió ampliamente.

—¿Qué tienes en mente?— pregunto el pelirrojo temeroso, sabía que algo no tan bueno se avecinaba.

—Ya verás — sus ojos azulados se oscurecieron.

•••••

Jairo terminó de hacer la sesión de fotos con la mirada de Cosette impregnada en su ser.

—Señora Carusso es todo por mi parte— agregó con temor el profesional.

—Pero no me digas Señora, soy Alessia. Me veo pero no estoy tan vieja—

Jairo rió mostrando sus dientes blancos y labios carnosos.

¿Cómo iba a mantenerse lejos de esa mujer si es todo un encanto?.

—No.. solo lo digo por respeto— volteo a ver si la pequeña demonio de ojos azules no se encontraba cerca — No quisiera que su esposo lo tomara a mal— se encogió de hombros.

—Jairo...— la conversación era incómoda — Se que tengo una hija por ello merezco ser llamada señor pero... ¡Vamos no soy tan, tan vieja!— sus zafiros divagaban de un lado a otro. —Además soy viuda— aclaró sintiendo el nudo en la garganta.

—Lo... lo siento mucho— Musitó el moreno, en realidad no sentía nada, nada más que alegría pues eso quería decir que quizá podría tener una oportunidad.

—Pero ven, tienes que degustar algo.

Trabajaste arduamente, es necesario que te alimentes— sin más Alessia lo guío hasta la estancia donde las demás personas platicaban amenamente.

—¡Es hora!— indico Cosette viendo el equipo de Jairo.

—Cosette... creo que esto es mala idea, ¿Sí nos cachan?— insistió el pelirrojo, sin dudar él no deseaba un regaño de sus papás.

—No seas chillón Emil, sino, Cosette y yo lo haremos— Andrew la tomó de la mano, era tan pequeñito que inspiraba ternura.

—Si Emil, sino dame la bolsa, yo haré lo demás — insistió Cosette colocando sus zafiros en los grises del más grande.

Emil tenía una bolsa entre las manos, la observó un par de veces debatiéndose si debía hacerlo o no. También veía a Cosette, la niña a la que nunca le a podido negar nada.

Un par de respiraciones aletargadas sirvieron para aclarar sus pensamientos.

—¡Está bien, lo haré!— Indicó el pelirrojo sonriendo.

Andrew grito de emosión, pero sus manitas interrumpieron en sonido inmediaramente, Cosette por su lado saltó sobre su eje besando la mejilla del mayor.

—¡Eres el mejor!— añadió feliz

Emil gustoso recibió los besitos de su prima.

—Vigilaremos que nadie venga, si es así te gritamos mmm ..— Cosette golpeaba su barbilla con el dedo índice.

—¡Dedos de queso!— grito el azabache.

—¿Dedos de queso?, no, eso no me gusta — Replicó la niña.

—A mi sí, a mí me gusta mucho el queso— Aseguro Andrew feliz.

—¡Pero a mí no!— en ocasiones Cosette solía ser caprichosa.

—Oigan— interrumpió el pelirrojo —Solo griten Emil y yo pararé de hacer el trabajo—

—Esta bien— afirmaron los más chicos al unisono.

Emil se escabulló hasta el lugar donde yacian las cosas del fotógrafo y comenzó a colocar el contenido de la bolsa.

Cosette y Andrew colocaron en la bolsa tierra de las macetas que adornaban el pasillo de la planta alta, nieve que se concentró fuera de la ventana de la habitación de Cosette y hojas marchitas que arrancaron a su paso.

—Hola mami, ¿Qué hacen?— Cosette interrumpió a los adultos, sus ojitos brillaban inocentemente.

—Estamos conversando— aseguró la marfilada tomándola por las axilas para subirla a su regazo.

—¿De que conversan?— Andrew entró atrás de ella, sus mejillas estaban sonrojadas.

—Trivialidades — Habló Mar —¿Qué estaban haciendo?— interrogó observando a su pequeño, pocas veces se sonrojaba, por el calor, la actividad física o algún inconveniente.

—Jugabamos en mi habitación tía — Interrumpió Cosette sonriendo con inocencia.

—¿Dónde está Emil?— preguntó Alex buscándolo con la mirada.

—En el baño— insistió la niña.

—¿Porqué lo dejaron solo en la habitación?—

— Él quiso bajar al baño de esta área. Nosotros nadamás lo acompañamos— la niña se encogió de hombros.

Los adultos siguieron conversando, pocos minutos después el pelirrojo apareció por el umbral con el rostro rojo.

—Cosette, Andrew ... y está listo— Astutos los chamacos se hablaban sin dar detalles.

Cosette bajo del regazo de su madre y Andrew caminó detrás de ella.

—Estaremos en mi habitación — sin más se despidió el demonio con disfraz de hermosa niña.

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