Mi Corazón Aún No Dice Adiós

Mi Corazón Aún No Dice Adiós

I

—Debe intentar abrir su mente, debe intentarlo por su pequeña niña pues usted es la única persona que tiene — Las palabras de la psicóloga salían con facilidad de su garganta. La señora estaba en la posición de toda la gente de esta profesión, sobre un sillón con un cuadernillo entre las manos en las cuales hacia apuntes a diestra y siniestra, de vez en vez acomodaba sus horribles gafas en forma de gota... parecía una señora mayor, no aparentaba los 40 años que tenía.

Alessia observaba el techo, un par de grietas se podían apreciar en el blanco perfecto.

»¿Porque si este lugar es tan costoso no reparan aquellas imperfecciones?« pensaba para si misma ignorando el monólogo persistente de la doctora Méndez, aquella persona que más odiaba en el mundo o quizá es que su irritabilidad había llegado a tope que a la única que soportaba era a su pequeña Cosette.

—Señora... señora... Alessia — Los ojos verdes aceituna de Mendez se posaron sobre la chica de piel marfilada que claramente no le prestaba atención. En ocasiones deseaba echar a esa chica de su consultorio pues por más que lo intentaba está no le prestaba la atención necesaria.

—¿Que?... ¿Eeeh?... ¿Mande?— La chica del cabello ondulado alcanzó a escuchar a su profesional, saliendo de sus pensamientos espero las palabras nerviosamente.

—¿Quieres contarme lo que tiene tu mente tan distraída?— Mendez junto todo su valor para no girar los ojos y estallar ante la chica. Después de las palabras mencionadas sonrió con amabilidad.

Alessia volteo a verla, su rostro no le proporcionaba nada de confianza, con todo eso se volvió a recostar sobre el sillón incongruentes y, mirando a otro lado que no fueran las grietas del techo suspiró pesadamente y balbuceó.

—No... No... no estoy segura— tragó duro, la situación era muy fuerte para su frágil y delgado cuerpo —Creo que me esroy volviendo loca— sonrió con ironía al instante que se llevaba las manos a los costados de la cabeza.

—Cuentame ¿Qué es lo que pasó?— Insistió Méndez prestando atención a las finas facciones de la chica.

—Fui al súper con Cosette, el día era muy ajetreado... pareciera que era día de cobro pues los establecimientos estaban a reventar y muchísimo más los que venden alcohol... gente caminaba de aquí por allá, hablaba barbaridades y situaciones de la vida cotidiana, paseaban de la mano ya fueran parejas, novios o esposos con sus retoños.. había mucha gente. Me sentía mareada pues entre las voces acatarrantes y mis pensamientos fastidioso... mi... mi cabeza era un caos pero Cosette... ella me mantenía anclada a la realidad con esos ojos imperdibles, inconfundibles y realmente hermosos...— Alessia balbuceaba perdiendose en la tercer manecilla del reloj rojo en forma de búho sobre la pared, la que marcaba los segundos.

—¿La gente es la que te tiene así de estresada e irritable?— preguntó Méndez indagando más en esa chica que se negaba a quitar la última faceta de su ser, la chica precia ser una matrioska pues siempre que quitaba una coraza otra nueva aparecía.

—Deje de la gente... últimamente me he vuelto muy asocial, no soporto estar con mucha gente— se sinceró, a pesar de estar dañada internamente no estaba ciega, reconocía que necesitaba ayuda pero su inconsciente se lo impedía —Para distraer mis pensamientos acudí a uno de los lugares con poca gente, era una heladería de productos orgánicos en la cual puedes decidir tus ingredientes... así como la comida de autor —

—Prosigue— insistió la especialista al.notar que las palabras de la chica se quedaban atoradas en su garganta.

—Nos adentramos al.lugar y me pareció buena idea que ingirieramos el helado dentro pues el lugar no era muy ruidoso, de hecho solo se escuchaba el repiqueteo de la cafetera... aunque odio el café debo reconocer que el olor era maravilloso.

Creo que iba por la mitad de mi alimento cuando sentí una mirada penetrante sobre mi... — hizo una pausa me dando detenidamente, sus zafiros grises viajaban de un lado a otro por todo el consultorio que se lo memorizó hasta la médula —Ahora que lo pienso todo el momento sentí esa mirada sobre mi... ¡Creo que me estoy volviendo loca!— recalcó con los ojos cerrados. Sus puños apretaban las mangas de su suéter verde pasto el cual le quedaba un tanto grande.

En ocasiones solía llevar aquel suéter, en los días en que más sola se sentía pues aquella prenda perteneció a su difunto esposo. Ese pedazo de tela aún conservaba el olor a su fragancia Calvin Klein de cítricos mezclada con la del grandulón.

—Pero no te detengas... sigue.

Tienes que hablar de lo que más te duele, aquí estoy para escucharte... no te juzgaré— insistió la mujer de las gafas.

—Me gusta observar el comportamiento de la gente, usted mejor que nadie debe saber que este aspecto es importante para conocer un poco de las personas.

Me dedique a ver a través de las puertas de cristal pulcras.

Cosette estaba a un costado, sobre su carreola comiendo un poco de helado de bebida de almendras pues la lactosa suele irritar su estómago, recuerdo que sus hermosos ojos grises brillaban ante el maravilloso sabor.

Yo hacía lo mismo, consumía mi helado de choconuez cuando algo llamo mi atención.

Lejos de nosotros pude identificar a un hombre de estatura imponente, rozando los dos metros de altura... era guapo, atractivo, varonil....

Tome la carreola rápidamente y empuje a Cosette hasta el sitio donde pude observar la gran figura pero al llegar al punto no había más que personas de estatura promedio.

Me sentí muy frustrada pues por un momento pensé que era Dereck... mi Dereck — El pecho de Alessia se sentía oprimido, su pulsación la podía sentir sobre sus oídos y la respiración era errática, las crisis asmáticas habían regresado desde la muerte de su esposo.

—Entiendo— Méndez golpeaba su nariz con el extremo de su bolígrafo. —Alessia no es la primera vez que tienes este comportamiento. Creo que deberíamos de intentar suministrar un par de medicamentos pues tu comportamiento ya está superando los límites, con esta es la octava ocasión que comentas ver a Dereck... tienes que estar lucida para ti niña — insistió la psicóloga —¿Tienes quien cuide de ella?—

Esas palabras helaron la sangre de la chica, no quería depender de un medicamento y menos perder tiempo de calidad a lado de su pequeña pero en algo tenía razón Méndez, debía salir de ese hoyo oscuro en el que caía y parecía no tener fondo.

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Comments

Verónica Bustos

Verónica Bustos

yo empecé a conocer tu trabajo a través de la historia de alma ,luego leí "el beso" y ahora sigo con esta realmente te felicito ,muy lindo tu trabajo.

2024-04-11

1

Eufemia Perez

Eufemia Perez

recién comienzo a leerla casi todas tienen el mismo contenido espero como se desarrolla.

2024-01-17

0

Devoradora de historias.

Devoradora de historias.

excelente comienzo

2022-09-05

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