El Castillo Rojo

Karina tuvo que adaptarse a la situación de haber llegado a aquel castillo cuando fue salvada de hundirse el bote en que cayó, en pleno pantano.

Asustada, al ver una rana horrenda, al borde de esa barca, comenzó a gritar pidiendo socorro.

Apenas podía aferrarse a algunos gajos, y no se animó a espantar al batracio, hasta que al fin con un movimiento saltó de allí varias veces, y ella tambaleó la barca huyéndole graciosamente, hasta que se alejó saltando casi sobre su cabeza.

Sín avanzar mucho, fue jalando gajos aunque sin ruta ni orden, puesto que en los pantanos no corre el agua, rodaba sin sentido, que la hizo aterrorizar; ya era el final de la tarde y entraba la noche.

La posibilidad de agarrarse a ramas para llegar a alguna orilla, eran cada vez más difíciles y el sol comenzó a caer.

Fue cuando se dio cuenta que estaba entrando agua por una fisura en el casco.

He ahí, que una canoa empujada con varas por unos hombres barbudos y hediondos vinieron a salvarla.

Eran parte de los vasallos de este castillo; eso fue hace varios días y ahí está Karina...

El rey al verla, completamente desastrosa untada de musgo y cabellos mojados, pudo notar su belleza y le proporcionó con sus mucamas, vestidos y capas para que se presente ella mejor en la cena y compita para ser la cónyuge del monarca, por encima de todas las otras aspirantes a Reina.

Supo así que en un aposento en el interior de una de las Torres había un grupo de mujeres aguardando su decisión para hacerla su principal concubina dándole el grado de reina.

La situación de estar allí y ser una pretendiente del trono fue puesto en una bandeja de oro para ella, puesto que el rey, dueño de aquel castillo, tiene esas otras mujeres, amontonadas en aquel recinto.

— No entiendo – le dice Alex Coussin a Karina–. Cómo puedes, haber logrado esto; así de pronto, esta suerte "maravillosa" de llegar a la Edad Media y caer en una ciénega y casi al punto de hundirte, sois rescatada y traída aquí y el rey aparentemente se está enamorando de ti, puesto que lo veo: mirad, mirad, cómo te observa, apenas habla y languidecen sus ojos y otra vez te observa.

Karina, se apega más a los muchachos disimuladamente, mientras esperan la orden del Rey para entrar a la cena, y le responde: —No puedo deciros nada, no puedo contarles ahora, pero la verdad que yo misma estoy sorprendida y no puedo preguntar qué es lo que debo hacer... Arlon, no ha podido hablarnos, estamos sin contacto hace algunos días; de todas maneras tuve que optar por seguir la línea de actitudes de este Rey, que parece estar inclusive, desde que llegué aquí, hacerme su mujer ya mismo... yo no puedo hacer eso: Salirme de la línea del comando de este emprendimiento, en pleno pasado y caer de pronto, quizás en una camisa de once varas; no sería loca de abandonarme así de tal manera, hago lo posible para que él, no se decida tan rápido.

— ¿Y dónde están esas otras mujeres? ¿cuántas, son? interroga Fausto.

— Están en una de las Torres que miran hacia la ciénega.

— No conozco, o no conocemos a las otras, pero realmente, estás muy bien, qué será lo que ha impactado más de ti ante la vista del Rey y su instinto de animal que le veo... — expresa Marcelo Komadín, riendo disimuladamente, mientras ingresan un poco más allá en el amplio salón del trono.

— Y no nos habéis dicho madame Karina, cómo se llama el rey que quiere tu mano – ríe

Alex Caussin.

— ¡Enrico Virgínico! – Contesta Karina, sonriendo al decirlo.

— Caray, qué nombre todavía pero lo de Vírguico...

— No seáis de reíros, señores, puesto que en la edad media era muy común que especialmente los nobles, que estaban ascendiendo en las coronas, por encima de la plebe, lleven nombres y apellidos con un alto sentido morbo y erótico en sus nombres y apellidos, muy por encima de cualquier entendimiento pero se supone que tiene mucho que ver con la forma del dominio del hombre en ese tiempo – explica Marcelo Komadín.

— ¡Con razón "Penestrón"!– interviene Fausto Glacio.

— Mira por ejemplo tu nombre Fausto viene de fastuosidad – concluye Komadín.

Karina ha quedado intrigada y les pregunta:

— ¿Ustedes dijeron Penestrón? Yo escuché a Vírguico, hablar de él, diciendo que es un pobre estúpido y que:

"Su situación se debe a su escaso conocimiento y dominio del valor de la guerra".

al fin Vírico, les da atención, pero es llamándola a Karina adelante, mientras é baja de su atrio y viene hacia ella, la toma de la mano que está enguantada igualmente de terciopelo rojo, levanta el brazo izquierdo y con este, el brazo derecho de ella... camina llevándola como Si estuvieran directamente para ser coronados. Han puesto de pronto un sillón dorado al lado derecho del que ocupa como supuesto rey. Le hace una sencilla venís como es de un rey ante su reina y le invita a sentarse. Karina abre los ojos y mira rápidamente al grupo de amigos que tiene, allá junto al supuesto grupo de la corte femenina de la reina.

Ahora de pronto, al abrirse la gran puerta del salón, ingresa un sacerdote.

— ¡Oh!... –expresa atónita, Karina, cada vez más perpleja de ver eso que le está pareciendo algo extraño. Y, ese sacerdote lleva de guardianes a varios rosacruces, con la Rosa de Cristales diseñando las altas capuchas brillantes como sus trajes y vestidos de las damas, que lucen sombreros de pico en punta, como quién diría, traje de Hadas.

Entonces para más sorpresa de ella y sus amigos del futuro, ingresan varias mujeres, al contar unas veinte, quizá, formadas en dos filas, y atrás de ella en el grupo de músicos iniciando tambores y una Lira y una flauta interpretando, una Oda de contenido musical extraño pero de sonora armonía al estilo la música de la Edad media temprana.

— ¡Por Dios! –expresa Karina.

Atrás de los músicos, aparece un adolescente de 13 años, elegantemente vestido, con ropas cortesanas, llega portando un almohadón guinda con bordes dorados y encima, una corona de oro y rubís tan bella, como el traje que luce Karina.

El rey Vírguico, le mira a ella, sonriendo su boca delgada, como su quebrada nariz, y le pregunta— Mirad, qué linda, linda, linda mujer, que eres, y esa corona en unos minutos más será tuya, enmarcada en tu cabellera preciosa pelirroja y crespa. ¿Os gusta?

— Síii– responde Karina temblando su voz.

Por detrás de ella, de pronto, una pareja con traje verde oscuro, se aproxima a ella y aguardan que suba.

El niño con la corona y la madrina a su lado, están sonriendo muy felices y mientras tanto, los amigos del futuro, están boquiabiertos cuando ven que el rey se para y el salón ha quedado de pronto lleno, el niño sube, se detiene al lado de Karina y del Rey. Entonces, ya pareja se aproxima, levantan al mismo tiempo la corona, el sacerdote se viene también, y baja la capucha de la capa para colocar encima de su cabello, una pieza de tul, bordada en piedra preciosa y oro puro. La corona va encima, apoyándose en la cabellera crespa, y la pareja sonríe y le hace la venia, al igual que el cura, al son de los tambores y lanzamiento de flores, rosas guindas también, y el hilo de incienso vuela y cubre toda la sala... Fue coronada la reina "Karina del Futuro".

El lleno completo del salón se inclina e inca reverencioso, ante la sospechada admiración y casi descontrol de Fausto Marcelo Komadina y Alex Caussin, que titubeando tienen que hincarse también.

Karina está templada por los nervios, el asombro, y la total estupefacción que le ha venido de pronto viéndose coronada como reina a más de 700 años atrás de su tiempo.

—¡Oh! belleza de coronación — las mujeres que están allí son exactamente la decisión del Rey para tomarlas como concubinas candidatas para este sillón de oro y de esa corona que está siendo recibida ahora, por aquella última mujer que llegó de pronto en un bote destartalado de madera, y estuvo a punto de hundirse en la ciénega.

Es así que Karina Carol, proveniente del reino de "Oro Sobre Piedra" cómo ha asegurado el soberano que ella es, fue coronada como la "Reina de la Ciénega".

Entonces el rey, toma de la mano a Karina y la levanta, y le coloca en su mano izquierda un anillo con una piedra de rubí; de inmediato; la hace poner de pie, para que reciba el aplauso estrondoso de todo el lleno del salón con la corte y las doncellas que serán sus damas y aplauden a quién hoy es la reina.

Ahora las damas, pasan una adelante de la otra, y por delante de ella, le inclinan al mismo tiempo la cabeza.

—Ahí está....– dice el rey Vírguico de la Ciénega – ¡Vuestra Reina! Conocedla y respetadla .. Todo lo que hay aquí es de ella también. Y desde mañana, este castillo será pintado de rojo, con la sangre de aquellos que le desobedezcan y a mi también como su esposo y rey ... ¡este castillo se llamará desde hoy, el Castillo Rojo de la Ciénega! — Decreta, mientras un joven escribano, lo asienta en un libro de pergaminos, portando una pluma de pavo real, de más de un metro de larga.

¡Bravo! A la Reina y al Rey – grita el lleno total en aquel castillo. Y el estruendo de explosiones de cañón, rebota en la superficie de la ciénega y se escucha, a lo lejos.

...***...

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