Un grupo de beduinos

Y en cuanto eso, Karina, ha conseguido ver la cápsula no desintegrada como les ha pasado a los otros.

Saca el brazo completo y en eso, la tapa de la cápsula se le resbala en el traje resbaloso.

¿Traje resbaloso dije?... ¿Acaso no es un uniforme de material casi o aparentemente de fibra? 

Pero, no, su traje es verde, y ella recién se está dando cuenta… Y del susto, levanta la tapa, la cual cae al agua y se hunde.

¿Acaso no era de material liviano, tan liviana como para volar? Y lo que se ha hundido es hierro puro… sí, por el Sagrario, recién se da cuenta de que el lugar en que está acostada, es una caja, perdón, es un ataúd de hierro, y más aún, tallado.

—¡Ay! –Grita Karina y se levanta aterrada.

Sí es un ataúd y está arrojado en una especie de islote inundado en medio de una laguna.

Es casi de noche, la luz anaranjada del horizonte comienza a desaparecer, y ella ha salido como espantada por el diablo, y salta del ataúd, fuera, y la palizada repleta de espinas, araña su atuendo, el cual lleva una capucha, que ella eleva y cubre su cabellera rojiza.

Donde está, es un islote, pero en realidad es una palizada flotante.

El paisaje es montañoso bajo.

Ella sintió que el islote boga pues, quiso avanzar y sus pies se querían hundir, el derecho inclusive hundió un poco y la punta ingresó en un agua caliente…

—¡Por los santos y diablos, ¿caliente?

Pero, Marcia Kit Piolho y Sandra Aparecida Balajay, están en algo similar, es también un lago, o por lo menos ellas creen, al abrir sus cápsulas, que por suerte se transformaron en camastros de ombros, como los que llevan a las princesas, y sí, están en un lago enorme, en un barco plano, atravesando mientras, varios hombres avanzan, usando largos remos y una vara para facilitar al pontón su avance.

—Uh… – reniega Marcia, es una enorme canal, y hay dos costas a ambos lados, ellos van en sentido al norte… los muchachos que iban con ellas, se levantan de otros camastros y se miran con las mujeres, pero qué extraño, es que no se hablan, no se conocen?

Estos tres jóvenes, Pietre, Born y Mathew, se mantienen sin hablar; completamente indiferentes a las dos mujeres.

Por lo menos este grupo va bien, es decir, hasta ahora, lo que no sabemos si cambiará de pronto, pues están en un puente- barcaza, yendo al otro lado de ese canal o esa costa.

Hay varios hombres desconocidos, y los tres muchachos no han mirado con buena cara ni siquiera parecen conocer, a Marcia y Sandra.

Veamos entonces, como están nuestros amigos en el desierto de arena.

Un grupo de beduinos, estaba pasando por allí cabalmente, y en medio de la borrasca arenosa, han visto a los tres individuos que se está hundiendo en la arena, y como es lógico suponer, el grupo de gente del desierto, que tiene experiencia milenaria en rescates de este tipo, comenzaron a actuar, y en buen momento, pues ya estaban tragando arena, y se encuentran casi desmayados, especialmente los varones

Verónica se sobrepuso más rápidamente, su ejercicio acuático que practica en la piscina de su ciudad, y el manejo de bicicletas, con carácter deportivo, la mantuvieron con más aire.

Y así es que las van levantando y las suben a unos camellos.

Se alejan entre las dunas, mientras va pasando la tempestuosa ventisca desértica.

Pero, nos estamos olvidando de Alexander Caussin, Marcello Komadin, y Fausto Glaccio.

Dónde estamos, ah, sí, en una planicie agrícola.

Pues que felicidad, en plena mañana de sol, tibio, parece verano griego, oh sí, estarán en una especie de Grecia o de Hungría, o de Damasco, pero es un lugar del Mediterráneo.

Maravilla, han ido comiendo uvas, aceitunas y limas, más allá duraznos y entonces cuando todo parecía un sueño, conversando,  pues de pronto, les aparece un grupo de agricultores, les miran y saludan, de lejos, hablando su idioma.

Ellos hacen esto para probar sus producción, y en cuanto de pronto, aparece un joven de no más de quince años, les sonríe y brinda una cesta de granadinas, ellos reciben las frutas y le observan.

—Somos de…

 —Sí —de dónde sois

—Somos de ...

—Ja, ja, ja, cuidado, en estas tierras, decir de dónde eres es muy delicado, pueden ser enemigos territoriales, o por cualquier instancia no superada.

—Pero probad, estas manzanas – les alcanza el muchacho.

—Gracias… - mi nombre es Alexandre.

—Y el mío Marchello

—Y yo soy Fausto

—Ah… sentíos en vuestra tierra en vuestra casa, os sentiréis en la mía… vamos caminando, estamos próximos, parecéis hambrientos y sedientos, os he visto como coméis desesperados, no os preocupéis…

— Y vuestro nombre sencillo amigo y muy comedido…— interroga el alto Marchello Komadina.

— Ah… sí... me llaman Fabián, el adolescente agricultor.

— Ah, qué bien, ¿y esto todo es vuestro? – se atreve el joven Fausto Glaccio a preguntar.

— Bien, nadie es dueño de nada sabéis, por lo menos es como vivimos y pensamos aquí, con mi madre y que me enseñó mi padre.

— ¿Vuestro padre, él es también agricultor? — interviene Fausto Glaccio, casi en la misma línea investigativa de Marcelo.

Pero, el cuestionado Fabián, evade la respuesta:

—Mi padre me enseñó a decir, que nada nos pertenece, que estamos solamente cuidando las cosas.

— Ah, cuantos años tenéis buen agricultor – interroga de nuevo Marcello Komadina, interesado en saber más del muchacho, y continuar con el avance de su curiosidad, para tener un indicio y armar su historia.

— Dieciseis años.

—Qué bella edad. Entonces sois ya un hombre.

—Pero un hombre de trabajo y bondad, mi madre es muy insistente en eso, en la lealtad y el aprecio de las mejores cosas y de ser antes que nada, bondadoso.

 — Maravilla – exclama Alexander Caussin, que se ha dado cuenta y pretende entrar en ese juego.

Recuerden, que están en un juego efectivamente, debe cada uno reportar a Arlon los alcances de sus conocimientos, para sumar puntos y mantenerse, en la avanzada hacia mejores condiciones en esos mundos paralelos.

— Allá está mi casa, la veis, vamos, corramos, el almuerzo espera… comeréis harto y bien a gusto para que podáis luego descansar. Habéis caminado mucho, por lo que veo, vamos… mi madre es tan buena, que os preparará más comida si es que faltare.

Corren muy alegremente, guiados por el jovencito, que mueve las manos para que desde su casa, una humilde tapera de barro y pasto seco en el techo, a lo que sale una mujere y algunos individuos.

Al llegar, les habla y las mujeres miran de forma temerosa y curiosamente otros que almuerzan se paran para verlos, el traje por supuesto que les llama la atención, se asemeja a lo que llevan los medievales de la edad plena, pero, tiene mucho de edad media.

Al fin, la mujer que parece ser la abuela o madre del jovencito, les hace una seña para que pasen a sentarse y servirse de las humeantes ollas, a lo que los recién llegados no se demoran llevados por el hambre.

Han acabado de comer cuando de pronto, en la lejanía de aquella pradera, se ve un hilo de tierra levantado por el inmediato estruendo de caballos que ingresan al escenario medieval.

— ¡Por las crines de Judas Iscariote! A correr a esconderse, huya el que pueda.

— ¡¿Quiénes son?!

— Son de la guardia del rey Proloteo Einsturm Vom Frulaim. ¡Corran, es terrible!

— ¡¡¡Quién diablos será ese, pero vamos a escondernos!!! — grita Fausto Glaccio y corre arrasando con palos y trapos rotos para taparse al entrar en un cuarto destartalado al encontrar un rincón con harta basura agrícola.

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