Hacia el Castillo de la Ciénega

Fabían corre por la pradera, y su rostro asustado demuestra que lo que está sucediendo es difícil de entender por su mente infantil aún, al encontrarse en dichas circunstancias.

—Es horrible esta ciénega–piensa Fabián, desesperanzado, pues ya casi camina y corre a oscuras y no llega a ningún lugar que pueda salvarle.

Un reflejo anaranjado del sol, ilumina los últimos trechos por los que se puede caminar, pero, Fabían corre y cae varias veces, resbalando en el barro y un momento de esos, su pierna derecha se entierra en una orilla sin fondo.

— ¡Ayy!–grita de susto por el miedo, al sentir su pierna dentro del agua densa, entre lianas ques se enredan y las hojas gajos, le provocan finalmente pavor de que hayan víboras y otras fieras acuáticas que puedan picarle o comerle la pierna– Eso lo hace salir dificultosamente, pero se da fuerza y puede suspender su cuerpo cansado y al fin sale y se arrastra en la hierba podrida, hasta alcanzar una parte más sólida y ya así, gatea y vuelve a pararse y correr hasta perderse entre la mazamorra y las gredas y pajonales que cubren su figura para perderse finalmente en la distancia.

Al fondo el castillo parece ya más cercano.

《No hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista》— Ese refrán antiguo se supone que de la edad media o el renacimiento, aparece en la pantalla de la base de Arlon en el espacio temporal en que gravita y puede asentarse.

Arlon esta siguiendo ese momento, puesto que Fabian, parece ser el personaje que deberá seguir.

Por varios días, que son diferentes a los reales, en esa dimensión, el grupo está en varios puntos de estratégicos, detenidos, muchas veces será así, aún sin que ellos sepan de los cambios, al ser Arlon D, el único que puede utilizar el comando que les guia y transportarlos de inmediato en la dimensión elegida o alcanzada.

Hay alguien más aguardando lo que sucede con Fabián y es Babilony, quien enlazada con lo que mira Arlon, le sigue a distancia prudente, para cualquier situación en que pueda interferir o ayudar a salvarlo.

Fabián se acuesta extenuado en un pedazo de islote flotante de la palizada y hierba mezclada y por partes, podrida, que navega sobre la ciénega y allí, en una especie de grama verde más fuerte que el musgo, pero más delicada que el pasto, inclina su rostro y lo acuesta de lado, cuál si fuera una almohada tibia, que recuerda en el inconsciente lejano de su primera infancia, y ahora parece que está allí, junto al regazo de su madre... una joven doncella, que le acomoda los cabellos mojados por la fiebre y él quiere nombrarla... pero, se duerme.

A muchos kilometros de allí, en un pueblo, el más cercano a ese sitio terrorífico y horrendo.

Varios forasteros llegaron ese día...son del comando del futuro, bajo la dirección de Arlon D, hacia la Edad Media, tras el castillo hundido de Madrid.

Aquellos que estuvieron en la aldea, enfrentando a los soldados de un rey visigodo.

Sus ropas al estilo de aquel tiempo, capas y capuchas, cinturones con ajustes y hebillas de bronce, las espadas con cintos, botas, botines de cuero, completan los trajes de carácter militar y de aventureros de buenos reales, que impresionan a las miradas de la noche, al caminar por las callejuelas mal delineadas en que se destacan balcones donde mujeres aguardan a los transeúntes nocturnos, Alexandro, Komadín y Fausto, están atentos al movimiento de cada persona que pasa o se aproxima a ellos mientras caminan por esa callejuela empedrada y por partes sucia, con borrachos y toda clase de individuos.

Una taberna, expele el aroma de comida y aparenta ser tranquila.

Alex–desconfiado–, les detiene disimuladamente poniendo su brazo en la puerta de bisagras ruidosas:

— Cuidado, aguarden, voy a ingresar primero–.

Es el más alto y fuerte, ingresa empuñando la espada bajo la capa. Elije una mesa rústica como todas y mira a sus amigo sugiriendo que ya ingresen.

Apenas han entrado... tres hombres sacan espadas y se lanzan sobre los recién llegados.

Golpean los hierros, levantan banquillos con las paradas a diestra y siniestra. Alexandro reconoce a uno y cabal que este se le viene enfrente y le golpea el hombro, pero en lo que retira la espada, Fausto que ha volcado a uno con una estocada brutal que consiguió, le saca parte de su capa y roza su cara cortándole el cabello, por lo cual dos se le vienen a Fausto y tiene que lanzarse al suelo para esquivar un ataque doble cruzado.

Komadín, corre y salta a una silla y de alli a la mesa y consigue golpear la cabeza de un rubio de casi dos metros de altura que está por dirigir la punta de la espada a la espalda de Alexandro.

El golpe lo hace azotar en el suelo al tipo aquel, pero en eso, otro tipo salido de cualquier lado se le viene a Komadín y quiere darle en las canillas para cortarlas pero el delgado y alto Marcello Komadín salta y la espada pasa casi raspando las suelas de sus botas.

— ¡Basta... paren! – ha entrado un Teniente del ejército aquel.

La revuelta se detiene cuando cuatro flecheros lanzan sus flechas a unos horcones que sostienen el techo de la taberna.

— ¡En nombre del Rey de Ciénega, os ordeno deteneros o sereis flechados! Paraos vosotros a acá y ustedes perros acullá. ¡Un solo movimiento de los seis y os mandaremos a la horca por perturbadores de la paz del ducado y el reino!

— Tabernero, servid a los forasteros un buen y trago fuerte de Rum...para que se les calme el alma, y vosotros perros, basta de ser demás de torpes y maleducados con los recien llegados. Salid pendejos estúpidos! solo se ataca al enemigo, estos fulanos son visitantes, ¡ea! señores de dónde venís!

— De Madrid... — Dice enfático y señero Komadín, con su voz grave y adulta pese a su edad de 19 años.

Fausto lo ha mirado sorprendido... ¿Ese lugar acaso? Entonces ellos están en pleno centro Europeo...

Bueno, es a callar...le ordena Arlon a traves del aparato de audio que tienen cerca de los oidos, incrustados en el casco de hierro.

— Vuestros partes o motivos que os traen a esta ciudad señores – exige el militar.

Alexandro retira un amarrado de documentos que lleva bajo la capa del abrigo.

— Traemos órdenes de nuestro rey – anuncia Komadín.

— Sentaos un poco y pedid lo que queráis comer, mientras veo vuestras órdenes.

Se sientan y son atendidos. El militar se sienta y revisa la orden que le ha pasado Alexandro.

El militar, mira a los extranjeros, que más que comer lo que les han servido, atienden las acciones y gestos que hace el militar fuertemente armado y con sus guardianes por cerca.

Se pone de pie el tipo. Camina lentamente hasta Komadín y Fausto que están más próximos. Les observa la ropa... A Fausto que parece el más frágil y joven, le levanta la capa y la capucha... observa la textura de su traje, que aparenta ser de hierro pero alcanza una textura que parece cuero duro color marrón oscuro y le da forma a su cuerpo siguiendo la anatomía y remarca los músculos de los brazos y pectorales.

— Qué metal es este mismo... no parece hierro del que usamos aquí.

— Es metalizado...

— Que diablos será eso...

— Es casi igual al cuero, pero...

— Deberé tener mayor información de esto... –. Le da un puñete no muy fuerte en el pecho y siente la cierta flexibilidad del traje ultramoderno.

Arlon y Babilony que también mira por su visor, respiran desde lejos que están como si ellos fuesen quienes están frente a aquel poderoso.

El hombre palpa la espalda y nota que ciertamente parece apenas un forro para un metal de fondo.

— Mm... interesante esta armadura. Algo extraña, pero le mostrareis al rey cómo se lo hace... acabad de comer y vamos a palacio, a él le hablareis de vuestra visita y estadía aquí y si os quedas deberás pedirle aquiescencia y hospedaje vosotros mismos.

Las miradas de los futuristas, es delicadamente comprometedora. por ello disimulan ante el militar.

...***...

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