La Ciénega

El adolescente Fabián camina, con las manos atadas, cansado, transpirando, con los cabellos prendidos en el rostro, de tierra y barro.

El camino, son huellas de carretas y cuando aparece, es al borde de una ciénaga inmensa.

Fabián escupe viento, apenas puede ya decir un ay.

Los caballeros medievales van adelante tres, luego dos y dos y tres de último.

Pero cómo puede un niño apenas de trece años cuando más ser llevado la fuerza de esa manera.

¿Hacia dónde?

Cuál el motivo.

En pleno silencio los soldados, avanzan hasta un punto en el borde de esa ciénega inmensa.

— ¡Descansad! — Grita Ferdes. Es uno de los soldados que guían.

— ¿Acamparemos aquí señor?

— Hasta antes Delgado amanecer.

— Qué con el mozal.

— Está con sed.

— Sois brutales.

— Dadle de beber su propio orín – dice otro soldado.

— Estáis locos. No es un preso de guerra, el rey no ha ordenado hacerlo sufrir tanto como le estáis haciendo, en realidad nada.

— Ninguno de nosotros quiere llevarlo en ancas.

— Ja, ja, ja, tenéis miedo de que os coma...

— Calla. Habláis solo de aquello. Parecéis desearlo.

— Él es bonito mozalbete.

— Cuidado, ya os dije que tengan respeto y no osen tocarlo.

— Bien, dime Ferdes, porque el rey quiere a este machito que tanto lo ha buscado por esas alejadas comarca desde Hungría hasta Germania.

—¿No debería ese rey buscar unas niñas en vez de niños?

— Quizá los prefiera, inquiera hacer más eunucos, como un Zafio que tenía veinte hombres eunucos para que le hagan gozar, mientras él estaba con sus mujeres.

— Oh... no hableis vulgares pensamientos tuyos. Vives pensando en esos cuentos, debeis pedir disculpas a nosotros para hablar.

— No sé mucho, sé que es buscado por varios reyes.

— ¿Un solo mozalbete para tres reyes?

— Eres muy malo en pensamiento Jorh, la cuestión va más allá de esclavitud por cualquier vicio o sucio deseo humano.

— Entonces dilo... lo que sabéis.

— Se están buscando varios de esta edad, pues entre cinco reyes se disputan todo un territorio de un país es formación, encima de ese territorio hay muchas murallas y varios palacios y castillos que dominando ellos, se dominaría enteramente Europa.

— Pero haber dinos, que relación habría entre esas ambiciones y es o cualquier muchacho que estén buscando.

— Uf, eso es lo secreto.

— Cuenta hombre... mientras le vamos quitando el castigo brutal de andar tantas leguas de a pie a un chiquillo como este.

— Si este fuera el jovencito que buscan, vos tendréis la fosa de fuego perenne esperándoos. Os dije desde el ataque a ese condado.

— Mm, sois jugado. Sabías eso y nos dejasteis hacerlo andar y amarradas sus manos.

— Bien, os daré una oportunidad de ganaros mi aprecio. Vos todos sois de la coyuntura oficial de tres reyes que están en esta búsqueda. Yo soy por mi grado de teniente, el encargado de esta patraña que cometimos en el ataque a gente inocente.

Este jovencito es uno de los posibles herederos de uno de los cinco reyes. Entre esos cinco reyes, uno ha mandado construir hacen unos años, un castillo encima de una ciénega, y si estoy bien entendido de la geografía, esta es la ciénega y en medio della está el castillo más impresionante de la península y de todo el centro de Europa.

Ese castillo no se sabe de cual de esos 5 reyes sea.

Fue construido sin que ninguno de ellos haya hablado con el otro. Y la envidia y el interés es porque, esta ciénaga queda cabalmente situada en una montaña en medio del agua.

Y esa montaña es de granito muy rico en piedras preciosas y capas de oro y plata y platino y esmeraldas en su centro...

— Ja, ja ja.

— Qué historia mejor para entretenerse, en vez de estar jugando con un par de teras. Ágora a descansar...

— ¿Y quien desatará al mozalbete? – Se acuestan sin revisar bien "sin buscar a la niña que hay y que les de

Fabián está arrojado encima de uma cantidad de barro un tanto seco y otro tanto húmedo.

Así amanece.

Arlon duerme aún. Mientras el último lucero se está desapareciendo ante la claridad de cielo.

En eso:

— Ea... acuerda, ey... despierta... niño, debéis huir... acuerda... oye, muchacho despierta.

Adrián lo oye, abre los ojos. Ve a una mujer frente a él, muy próxima a su rostro, es Babilony.

— Quién es usted.

— Llámame Babi, pero no hables nada ahora, ven, sígueme... daos fuerza, toma esta manzana, come en silencio mientras comes... vamos, debes escapar ya, ¡pronto!

Babilony con un mecanismo ultra moderno, parecido a un alicate prendido a sus dedos, corta como si fuera queso el hierro de las cadenas que amarran los puños del chico. Y lo jala, para que corra con ella, mientras los hombres duermen entre sonoros ronquidos.

—Ah...me duelen mis piernas.— se queja Adrián y cae.

—No puedo levantarte, no puedo hacer mucho por ti. No puedo interactuar contigo... levántate tú solo... vamos, fuerza.

— Álzame, por favor.

— No puedo mi ángel, ya te dije, es tu historia, así es; yo solamente puedo guiar y ayudar cuando haya metales, fuego, pero no... deja de preguntar, corre.

El sol comienza a levantarse.

Fabían se levanta y corre, suben una ladera, y llegan a una cornisa montañosa.

Los soldados, aún duermen y solamente Ferdes, comienza a moverse.

Abre los ojos, se sienta, ve el amanecer, pasan algunos minutos, se levanta, va más allá y orina en la orilla de la ciénaga.

La nube se abre, y en el fondo, Ferdes, ve la silueta de una montaña, y en la cúspide puntiaguda, divisa entre la niebla, unos picos; son torres. Es el castillo, al que les han ordenado que vayan.

Vuelve y patea los traseros de sus compañeros.

— Despierten flojos. Es hora, y ya está allí el castillo, tenemos que preparar una balsa y buscar palos para remar y pujar empujando o remando una plancha para poder avanzar a empujones o navegar hacia allí.

— Estáis loco, deja dormir.

— Suerte de ustedes si el rey les perdona que lleguen tarde. Hoy se cumple el plazo de entrega de estos presos.

— Vamos, despierten al mayor.

— ¡Qué... si no está aquí y las cadenas están cortadas!

— El gran hijo de p…a. Se escapó. Búsquenlo. No podría correr mucho en lo oscuro. Vamos hijos de frailes.

— ¡Qué carajo! No friegues.

— Vamos a correr tras él, o les descuartizo aquí ahora– grita muy furioso Ferdes.

El tropel de caballos galopa por toda el área. Ferdes va furioso. Había ordenado a tres soldados que hicieran turno para mirar no solamente al muchacho.

A poco de llegar a cubrir el encargo y han dejado escapar a una pieza única, la mejor, pues su perfil indica que es exactamente el más posible.

— Si no lo encuentran, podremos perder los cojones. Corran desgraciados, busquen en cada peña, cada hueco, hasta en sus propios traseros, que inclusive mi vida estará en juego y si no los encontráis, os mataré, ante que el rey me mate a mí. Corran grandes putos... busquen hasta en sus cul*s.

Arlon, despierta. El sonido de las ramas que Babilony corta, para esconder a Fabián, y alcanza a cubrirlo, ha sido oportuno y ella saltó al espacio, desapareciendo.

Los caballos pasan al galope a los pocos segundos, con la hueste de soldados furiosos.

...***...

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