La risilla

El grupo de hombres camina por la callejuela lúgubre, sucia y poco iluminada.

La noche cayó y las ventanas de algunas casas se cierran a lo que se escucha el sonido trepidante de las botas, espuelas y caballos.

Una voz femenina entonando un canto árabe se escucha de lejos.

En total silencio y a pie, van ellos, y se fijan en las botas roídas, desgastadas, las ropas igual de viejas que visten aquellos soldados nauseabundos de ese reino que han ingresado.

— Es difícil creer que la gente en la edad media vivía así – le dice Alexandro a Marcelo Komadín, balbuceando las palabras y lo captan sus amigos, Arlon y Babilony.

— Sí…– Responde Komadín, apesadumbrado y prosigue– Ni los mismos ejércitos tenían un buen estado de vida, salud y vestimenta apropiada.

—Sus espadas son lo único que están por lo menos, afiladas —agrega Fausto –Ah... gracias a ustedes por la ayuda.

— Nos ayudamos siempre. Sin embargo, ahora a callar, ni siquiera nos miremos; sigamos viendo sus pobres botas viejas... Ha, ha.

Así les hubieron visto en el campo, allí donde conocieron a Fabían.

El teniente mira hacia ellos, desde su caballo en que trota adelante del grupo. Parece que estuviera escuchando y ellos bajan la vista al piso.

La callejuela, dobla arqueadamente a la derecha y se abre a un espacio de pradera y acaban las últimas casuchas. Allá al fondo, se divisa una cordillera medianamente alta. Y a unos tantos metros un castillo roído, destartalado y viejo, con una torre alta, otra torre mediana y una capilla.

Hay algunas luces de antorchas que lo rodean, dándole por lo menos un aspecto aparentemente tranquilo.

En eso se aproxima alguien extraño portando una antorcha que parece volando en la oscuridad.

Es un hombre que viene corriendo.

— ¿No traes mierda? – cuestiona de un grito ese tipo.

— No cornudo, traemos huevos – responde el oficial.

Los recién llegados a ese mundo antiguo se miran asombrados de semejante saludo.

La luz de la antorcha iluminó sus rostros atolondrados de escuchar la asquerosidad en las palabras.

Recién:

— Buenas noches Señor.

— Debo ver al Conde, estamos trayendo a estos forasteros.

— Pase señor le esperan en la sala de la muerte.

— Sal granuja de puerco, camina adelante con la antorcha y haz señas para que mantengan a las fieras en sus huecos de putas.

— Oh– expresa Fausto, que es el más joven y siempre habla que fue criado en un hogar de buenas palabras.

— No os sorprendáis, muchacho de pija hedionda. Aquí es así, y si te alarmó el saludo, son claves que utilizamos para que no entren los cornudos hijos de la hueca.

—Oj, jo, jo, jo...— Se ríe Alexandre haciendo cara de vulgar, mirando a Komadín como para pedir una explicación.

— Y tu amigo, cara de fraile hediondo, no te rías así, pendejo gran puta, peor delante del pijudo del Conde Marqués y Duque de Alabunia, próximo rey de Ciénega — Acaba diciendo el teniente de aquel supuesto ejército de algún rey.

— ¡Mi nombre es Penestón! Para cuando quieran dirigirse a mí…Penestón Garrancho Vizconde de Albunia, eso es la mierda que quiero ser si ganamos esta batalla de putas ambiciones.

Los muchachos del siglo XXI, sonríen ahora para sus adentros. Se dan cuenta de que, así es, en los bajos mundos y peor en ese de antes, que están pisando, ahora.

Al ingresar al área más cercana al puente levadizo, él, se detiene en el umbral del puente.

— ¡Esperad! –pide Penestón Garrancho, el tremendo militar que ha de contar con unos 35 años y una altura de casi uno noventa y un peso asustador de unos 130 kilos, lo que inhibe a cualquiera a enfrentarse con él.

— Qué pasa– interroga Alex, que es el más fuerte del grupo de hombres del futuro como le llamaremos entre nosotros y sigue detenido allí al borde del puente.

— ¡Silencio, brutos! – responde Penestón.

El guía con la antorcha en la mano, está pasando el puente en completo silencio y pisando de puntillas hacia el otro lado del puente.

Una vez que lo ha hecho, Penestón levanta la mano e indica que él pasará y que deberán seguirlo de uno en uno, y de la misma manera.

Mientras tanto, en la pantalla en que monitorean Arlon y Babilony, están igual de quietos y en extrema tensión pues no saben lo que podrá ocurrir.

Penestón gira muy lentamente pisando el otro lado de aquel supuesto río del que no se ve nada abajo.

Penestón llama que pase uno... Y Marcelo Komadín le hace señas a Alex o a Fausto para avanzar primero, pero ninguno de estos avanza, entonces traga saliva, respira hondo y deberá caminar... Avanza un metro y medio y ya está encima del tablado y continua, mirando al piso y a Penestón para que le indique cualquier cosa, pero este apenas mira y la antorcha que porta el guía del castillo aquel que se divisa al fondo, parece estar agotando su fuerza y debe llegar pronto, lo que consigue...

Penestón ordena que pase Fausto Glaccio y este niega con movimientos nerviosos de la. cabeza...

Alex le mueve la mano derecha para que avance... Y Fausto titubea.

Entonces camina Alex, pasa por la izquierda de Fausto y lo toma del codo indicándole que avancen juntos con calma...

Penestón mira la antorcha que cada vez pierde más fuerza.

Alex hace que Fausto camina a la par de él, ya pasan a las maderas cuyos... Por Dios… De pronto han mirado al costado derecho del puente y notan que los maderos están como que mordido y ciertas partes despedazadas...

Fausto tiembla y Alex aprieta con fuerza el brazo del joven italiano que está luchando para no entrar en pánico.

Suerte que ya van por la mitad puente que ha de tener unos seis metros de anchura... Y falta poco... paso a paso. Están a poco menos de cuatro metros.

Cuando de pronto la antorcha se guía agita la luz para evitar que se apague agarrando el lado opuesto de trapo que puede aún prender fuego

Arlon y Babilony se han apegado a la pantalla.

Y en el área real, de pronto, se abre a la derecha del puente, una tremenda bocaza con finísimos dientes blanquísimos que en lomas extremo del hocico tienen unos garfios de tamaño de puñales arqueados.

—¡¡¡Vamos! ¡¡¡Saltad!!!

¡¡¡¡¡Grita Penestón y Alex ve que se viene a cerrar la mandíbula de la bestia verde encima del cuerpo de Fausto que está aterrado y se endura... entonces Alex se arroja a su lado y con fuerza inusitada saca fuerza de donde no sabe que tenía para saltar al mismo tiempo de arrastrar en una empujada sin igual a Fausto!

Las mandíbulas de la bestia verde que elevó su cuerpo al impulsarse desde el agua, permite que su cabeza pase del borde del puente por encima de la orilla y si no es porque Alex empujó violentamente a Fausto lo agarraría de las espaldas pues ya las mandíbulas de aquella bocaza se vienen a cerrar en un impacto sonoro y terrible que agarra maderas y las destroza al cerrarse, al tiempo que Alex y Penestón gritan:

— ¡¡¡Vamos carajo!!!...

¡Prassshhh! suena la caída de los dos a la tierra y las mandíbulas del terrible cocodrilo se han cerrado al tiempo que el animal prehistórico cae al agua y splash eleva agua y les baña y se hunde en las tinieblas de la noche al exacto momento que se apagó la antorcha...

—¡¡¡Corramos adelante... corramos que si no: la bestia verde se sale del agua y nos engulle…!!!

— ¡¡¡Ahhhh!!!— es el grito unísono de los hombres, mientras que quienes quedaron sin atravesar el puente también corrieron despavoridos hacia atrás y los caballos relinchando patearon las canillas de los soldados mientras escaparon todos para atrás hasta perderse en la oscuridad ambos grupos de hombres en los lados del puente que ahora se eleva impulsado por el golpe de la bestia.

— ¡¡Por Dios!! – exclama Arlon D, en la cápsula del tiempo... mientras que Babilony misma, que aparentemente no sentiría miedo, ha quedado completamente azorada y toma de la mano a su científico creador.

— ¿Qué es eso Arlon?

— No escuchasteis al hombre aquel... ¡es la Bestia Verde!

— ¿Es...es... Un...?–

— ¡Eso mismo...Es un Cocodrilo Kinyang! – Concluye Arlon.

Allá, en el castillo, a media altura de la torre baja, una risilla muy fea escondida en la garganta de alguien que ha observado ríe:

— Hi,hi,hi,hi,hi.

...***...

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